Tenía muchas ganas de leer la novela La maestra gitana de Lola Cabrillana. Le tenía muchas ganas por diversos motivos. Primero porque Lola es una docente comprometida y generosa con la que aprendo mucho y con la que comparto bastantes opiniones educativas en Twitter. También porque me encantó su primera novela, Voces color canela, una deliciosa trama de historias cruzadas que me revelaron a una escritora con mucho que decir y mucho que escribir. Y finalmente, porque sabía que esta novela que acaba de publicar abordaría muchos asuntos que vale la pena difundir. Todas esas razones y todas esas ganas me han llevado a devorar el libro en pocos días, con el ansia de descubrir las historias de Mara, de Saray, de Coral, de Modou, de la Redonda, de Manuel...
Llevo más de quince años en un centro donde convivimos con bastante alumnado gitano. Desde hace siete me ocupo de Casa Camarón, un programa de compensación educativa para dar respuesta a las necesidades de estos chicos y chicas. En la novela he encontrado muchas de las frases y de las inquietudes que han compartido conmigo; también he hallado esa sensación de exclusión con la que muchas veces se han sentido tratados. En pleno siglo XXI seguimos teniendo a un colectivo sistemáticamente marginado, un colectivo que padece el racismo en las aulas, un colectivo en el que se señala a todos por los vicios de unos pocos. Lola Cabrillana ha sacado a la luz a esas familias que se debaten entre el respeto a unas tradiciones y la necesidad de adaptarse a los tiempos, a esas familias que son como tantas otras que no llevan el estigma de la mala fama. Familias que luchan a diario por sus hijos, por sus mayores, familias con honor y dignidad, propio y ajeno, a pesar de los golpes de la vida. Veo en la novela, por ejemplo, que algunos personajes masculinos muestran actitudes machistas, mientras las mujeres aceptan con resignación su destino; he oído muchas veces esos tópicos como excusa de la falta de integración de los gitanos en la sociedad moderna. Curiosamente, estos días estamos leyendo en bachillerato Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, donde podemos encontrar prácticamente las mismas actitudes machistas entre castellanos, entre payos de clase media y alta... La novela de Lola es eso, una novela, con varias historias entrañables detrás, pero también es un documento de primera mano para asomarse sin prejuicios a la trastienda de ese universo gitano tan cercano y lejano a la vez, ese universo que a día de hoy sigue sufriendo un olvido injusto. La novela es también un hermoso panegírico al oficio de docente, de maestro, de educador, esa figura que no solo imparte lecciones de historia, sino que se implica en las tareas de coordinación, en las tutorías y, sobre todo, en conseguir lo mejor para el futuro de sus alumnos. Quizá a muchos les parezca una novela amable, con felicidad a raudales desbordada por las rendijas de sus capítulos, pero también os aviso de que, tras los bordados de colores, hay mucha tela que cortar, y Lola solo ha dejado hilvanadas muchas de las costuras del sistema que todavía hay que coser bien. Ojalá tuviéramos una sociedad y una escuela como el mercadillo del padre de Lola, perdón, del padre de Mara.
La maestra gitana, Lola Cabrillana. Editorial Grijalbo.
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