A pesar de tener un día más de lo normal, este febrero se me ha pasado veloz y me ha dejado sin tiempo de redactar la sesquidécada preceptiva, que ha tenido que poner los pies en marzo casi a hurtadillas. En ese borde del precipicio del tiempo rescato a un autor que llega también por azares del destino justo para irse y dejarnos huérfanos: Juan Eduardo Zúñiga. Estaba releyendo algunos fragmentos de Capital de la gloria, la novela que leí aquel febrero de 2005, cuando me enteré de su fallecimiento hace pocos días. Con él se marcha otro de aquellos autores que fueron testigos del horror de la guerra española, con él se van sus recuerdos pero quedan sus novelas para no olvidar, novelas para recordarnos lo que no se tendría que repetir jamás.
Capital de la gloria es una recopilación de relatos ambientados en Madrid en los últimos momentos de la guerra. Relatos de la intrahistoria bélica y de la vida cotidiana, si es que puede haber cotidianidad en tiempos de destrucción. Lecturas que nos recuerdan a Sender, a Chaves Nogales, a Barea y, muy especialmente en mi caso, a Max Aub. A menudo oigo y leo comentarios en tono de burla acerca de la literatura ambientada en la guerra civil, como si fuese redundante, pertinaz, agotadoramente nostálgica. No hay nada más esclarecedor de cara al futuro que leer los errores del pasado y descubrir la ceguera de sus contemporáneos. Pero también es verdad que, a quienes no se cansaron de avisar, siempre los trataron de agoreros y acabaron silenciados, sin voz o sin vida.
1 comentario:
Pues si recuerda a Barea o a Max Aub seguro que me gusta. Me lo llevo apuntado.
Me ha encantado tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece (es Relatos y Más, es que aparecen dos en el perfil).
Un abrazo.
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