No me gustan los premios, pero me encanta recoger los que me entregan. Por eso esta nota se llama la paradoja del premio. Vayamos por partes. No me gustan los premios porque, aunque no lo parezca, soy terriblemente vergonzoso. Siempre pienso que los demás saben hacer las cosas mejor que yo, que soy un eterno aprendiz que copia de unos y de otros lo que mejor se les da para adaptarlo a mi realidad. Por eso nunca me presento a premios, ni a título personal, ni como representante de mi centro ahora que soy director. De ahí que todos los premios que he recibido en mi vida hayan sido honoríficos, tanto en el sentido emocional como en el económico. Además de por vergüenza, no me gustan los premios porque son una especie de lotería, que no siempre llega a quien más lo necesita o merece, sino a quien señalan diferentes azares. En mi caso, tengo claro que el mayor de los azares que me coloca en la diana de los premios es mi tendencia compulsiva a contar casi todo lo que hacemos en mi aula y en mi centro. Ya conté en el blog mi justificación para esa necesidad de contar a los cuatro vientos la realidad educativa, así que no insistiré más en ello.
Entonces, si tan reticente soy a los premios ¿por qué me encanta recogerlos? Cuando me notifican que soy o somos (porque ahora los recibo más como representante del centro que por docente) candidatos a un premio, surge el dilema de aceptarlo o no. Como soy bastante racional en ciertos aspectos de mi vida, considero las ventajas e inconvenientes de esa decisión. Si lo rechazo, doy continuidad a mis principios y satisfacción personal a mi orgullo; el inconveniente es que la labor de los que me rodean, que ha resultado interesante para quienes se han fijado en ella, permanecerá oculta y no sabrán que están haciendo bien las cosas. Si lo acepto, las ventajas superan a los inconvenientes, porque no hablamos de individualidades, sino del reconocimiento a una labor grupal, del alumnado, del claustro, de la comunidad educativa, así que el interés común sale ganando.
Todo esto viene a cuento de la entrega de una mención especial al IES Bovalar en los Premios Magisterio a los protagonistas de la Educación 2019. Tuve, además, la inmensa suerte de compartir gala con Nando López, que hace justamente un año estuvo de visita en nuestro instituto para charlar de sus libros con nuestro alumnado. Me hizo muy feliz estar en esa gala porque se hablaba de educación, desde muy diversos tipos de enfoques educativos, algunos cercanos a mi realidad y otros en las antípodas. Como he dicho arriba, siempre es una satisfacción para las familias de un centro ver reconocida la calidad de la educación que reciben sus hijos e hijas, pero también habría que decir que, en la Escuela Pública, eso tendría que ser una premisa. En la gala de los premios tuve la inquietante sensación de jugar en una liga menor, esa sensación de tener que superar obstáculos y adversidades para hacerse notar, para hacerse valer. Hay centros que pueden comprar cientos de tablets, o renovar el mobiliario, o diseñar los espacios a la última moda, mientras otros tenemos unas aulas de informática que se renuevan cada siete años, y, con los ordenadores que se apartan de ellas, cubrimos las aulas ordinarias. Nos dicen que preparemos a los jóvenes para el siglo XXI, pero nunca tenemos dinero ni medios humanos para salir del siglo XX. Parece que vivimos en una continua crisis y que solo el ingenio nos ha de salvar de la precariedad. En otras palabras, a veces los premios son como ese trabajo de pregonero de vinos del Lazarillo: un triunfo minúsculo asomando en una vida de penuria. A pesar de todo ello, es un lujo haber recibido este premio que no va para un centro que ha eliminado los deberes, sino para un centro que se preocupa por no dejar a nadie atrás, un centro que se desvive por escuchar a su alumnado y mostrar toda la empatía que merecen, acompañándolos hasta donde puedan llegar. Ojalá no tuviésemos que recibir premios por hacer algo tan obvio y necesario en la Escuela Pública.
(Fuente del vídeo: Nando J. López)
5 comentarios:
Olé tú, tu centro, tu comunidad educativa y tu manera de ver y vivir la educación.
Un abrazo.
Enhorabuena Toni. Lo merecéis.
¡¡¡Enhorabuena!!! Siempre es gratificante ver el reconocimiento a los centros que luchan por su comunidad escolar cuyo entorno es tremendamente desfavorecido socialmente.
Un abrazo, Toni.
Lo has contado maravillosamente lo viví tal como lo narras. Te dije cuando me enteré que os habían dado este Premio que es un Premio muy especial, que parece que estás fuera de juego, de ahí la relevancia, te eligen no te presentas, un auténtico reconocimiento y además internacional y a un centro, a una Comunidad. !Enhorabuena!
Enhorabuena, MAESTRO. Te entiendo perfectamente y lo comparto al cien por cien. Felicidades y gracias por abrir ventanas.
Publicar un comentario