Centros pequeños con seis o siete docentes y grandes institutos con centenares de ellos. Escuelas rurales y colegios urbanos. Barrios de lujo y áreas marginales. Funcionarios interinos que no han pasado nunca por una oposición y funcionarios de carrera que han aprobado varias. Interinos que han aprobado muchos exámenes y ninguna oposición y funcionarios de carrera que, por azar, aprobaron a la primera. Docentes que se esfuerzan en cada clase como si les fuese la vida en ello y profes que huyen de sus responsabilidades como si fuese la peste. Buenas personas y malas personas. Buenos profesionales y malos profesionales... Este es el sistema, esto es lo que hay. Seas docente, familia o alumno, te toca la lotería de tu centro, aunque siempre puedes huir a probar suerte en otro.
Se está hablando mucho de evaluación docente y también yo creo que es necesaria, precisamente para que la educación de todos no sea una lotería. Hace falta una evaluación que corrija los errores del sistema y sus desigualdades. Una evaluación que facilite la mejora profesional y el rendimiento de los centros y del alumnado. Evaluarse es sano y muchos lo hacen. No como se está diciendo en las redes, con una evaluación diaria ante la comunidad educativa, porque sabemos que un mal profe, detectado y comprobado en su mala praxis, es una "patata caliente" que queda enquistada en un departamento como una dolencia crónica, si es funcionario de carrera, o va pasando de centro en centro, si es interino. Nos molesta hablar de ello y tratamos de defender nuestra integridad como colectivo, pero una buena evaluación ayudaría a que estos casos minoritarios no empañasen la imagen del profesorado, y tal vez les ayudase a ellos también para tomar conciencia de sus fallos. Es necesaria la evaluación para que los centros aprovechen sus recursos. Es necesaria también para que los proyectos educativos tengan sentido para toda la comunidad educativa. Evaluar es dar valor a lo que nos importa a todos.
Tras este panegírico de la evaluación docente llega la cruda realidad: es imposible una evaluación docente ahora. Ni docente ni decente. Y probablemente lo sea en los próximos años. Toda la evaluación del sistema pasa por asumir la diversidad de contextos que se mencionan al inicio de esta nota, así que no se pueden establecer criterios generales para hacerlo. Una evaluación que no tenga en cuenta el contexto educativo y la diversidad de los miembros que lo conforman es errónea desde la base. Es más, la propia presencia de contextos anormales (guetos educativos, escuela concertada, centros bilingües o de excelencia) dificulta que los resultados de una evaluación tengan valor más allá del aquí/ahora. Por ejemplo, evaluar positivamente a un profe en un centro sin apenas alumnado de compensatoria ¿lo hace competente para trabajar en otro barrio con alto índice de inmigración? Es más, los contextos no son fijos, cambian con el tiempo, con lo cual, la evaluación debería realizarse con cierta frecuencia, lo que exige recursos.
Hablando de recursos para evaluar, se habla poco de quién o quiénes tendrían que realizar esa evaluación del profesorado o de los centros. ¿Una empresa externa? ¿La inspección educativa? ¿Los equipos directivos? No vale la pena extenderse en esto. Las empresas externas no saben lo que es enseñar ni podrán nunca comprender en una o dos sesiones de evaluación la dificultad que entraña nuestro trabajo. Imaginad al auditor que vaya a un centro un lunes a primera hora y a otro el viernes a última. Ah, no, ellos solo medirán la documentación, es decir, no evaluarán la práctica docente, sino las programaciones, las rúbricas, etc. Así sí, claro. En cuanto a la inspección, tal vez en algún caso estén en condiciones de evaluar un centro, pero ni tienen recursos ni capacidad para hacerlo con los docentes, en la mayoría de casos pertenecientes a un nivel o asignatura distinto, e incluso a épocas o ideas educativas distantes. Finalmente, los equipos directivos somos parte implicada y por ello no deberíamos asumir más que aspectos organizativos de esa evaluación y ser también evaluados. Por cierto, imagino que si llega a hacerse esa evaluación, también habría que establecer criterios para evaluar a la inspección, al personal de administración y servicios, ¿a las familias...?
Pero, si hay algo que definitivamente impida la evaluación docente hoy día es el "para qué". Arriba he explicado mis ideas acerca de los objetivos de la evaluación, centrados especialmente en la mejora profesional. Sin embargo, con unos políticos incapaces de ponerse de acuerdo en las líneas generales de la educación, unos políticos que usan la Escuela como un tablero de batalla política, ideológica e incluso religiosa, unos políticos que con una mano aplauden a los profes mientras con la otra les recortan recursos imprescindibles para su trabajo, con esos políticos, la evaluación se convierte en una maquinaria de terror, el instrumento para justificar que no funcionan las cosas que a ellos no les gustan y que hay que promover las que ellos diseñan. Evaluar, para muchos, es una manera de castigar al disidente y premiar al lisonjero. También, si se hace para racionar (que no racionalizar) recursos, se puede convertir en la excusa para privatizar, segregar, excluir... Lo hemos visto demasiadas veces y los resultados han sido demoledores. No, la Escuela no se va al garete por los innoveitors ni por los guruses ni por los profesaurios, tampoco por la LOGSE ni por la LOMCE; la Escuela no arranca porque no hay un pacto de estado a largo plazo que siente las bases de un horizonte educativo en el que todos podamos avanzar hacia objetivos comunes. No existe ese pacto y por tanto no hay ni recursos ni financiación justa. Con una visión de futuro se pueden detectar las carencias y reducir ratios donde haga falta, asignar profesorado para paliar desequilibrios sociales o familiares, trazar mapas escolares con sentido común, eliminar conciertos donde no sean necesarios, potenciar la Escuela pública inclusiva, etc. Por eso, hablar ahora de evaluación docente, cuando hay tantas cosas que solucionar antes, es un tanto temerario, por no decir inconsciente. Espero que a nuestros gestores se les pase esta fiebre evaluadora tan poco meditada y se pongan de verdad a solucionar los problemas de la educación, que empiezan justamente en esa gran pregunta: ¿para qué queremos la Escuela? Mientras tanto, cuenten con que la mayoría de docentes seguirán esforzándose en su trabajo docente y decente, como siempre.
Crédito de la imagen: 'IMG_0037' y 'Feet Direction'
8 comentarios:
Hoy dia en todos los intercambios comerciales o de servicios está la parte de encuesta al cliente o paciente para evaluar a su médico, vendedor, empresa de servicios, centro comercial, y así se establece un ranking de satisfacción de los usuarios. Quiero decir que si esto se introdujera en la educación, tendrían que ser los alumnos quienes valoraran a sus profesores por una parte; por otra, sería la dirección del centro que, a su vez sería evaluada por los profesores, quien daría una valoración sobre el profesor: Tambén los compañeros podrían evaluar al docente en base a ítems. Creo que este sistema de evaluación sería poco agradable para los docente que lo rechazarían pero darían con bastante justicia una imagen de cada profesor en una escala de uno a cien, por ejemplo.
Pienso que a los alumnos es difícil engañarlos a lo largo de un curso. Ellos son los que mejor saben sobre la calidad del profesor aunque este intente engañar. Sé positivamente que hay profesores muy rectos y estrictos que son muy queridos por sus alumno, y, por el contrario, profesores muy lasos que en el fondo desagradan al alumnado porque no los ven serios.
Cualquier evaluación externa, sea hecha por una empresa, por la inspección, por la dirección del centro, es sesgada y abierta a casuística. Asimismo, ser evaluados por documentación y programaciones no es válido porque no valora sensatamente al profesor salvo por su capacidad burocrática.
La evaluación por los alumnos, compañeros y dirección, con notas ponderadas, daría una visión muy ajustada del valor de cada profesional al margen de que estuviera impartiendo clase en un centro humilde o privilegiado, problemático socialmente o de clase media.
Estoy convencido de que este sistema no gustará a mis compañeros, pero creo que es el único que daría una visión objetiva de quién es cada uno y abriría informes muy completos sobre los docentes.
Si la evaluación la copian del Reino Unido tiembla. Un organismo llamado Ofsted pasa revisando libretas de alumnos, objetivos diarios, planning por cada clase y una serie de burocracia de manera enfermiza. Un alto porcentaje de profesores abandona en los primeros años. Ojalá no lleguemos ahí nunca.
¿Por qué evaluar al docente? Porque nosotros evaluamos.
¿Por qué no evaluar al docente? Porque no se dan las circunstancias adecuadas para una justa interpretación de los resultados, porque sería un hecho aislado sin más repercusión en el trabajo docente ni en la formación de los alumnos.
¿Cómo diseñar la evaluación del docente? Empezando por cada centro y buscando la contextualización de la evaluación. Compartiendo sistemas de evaluación docente hasta que el Gobierno de turno no le quede más remedio que normatividad lo que se hace en todos los centros. Norma que debe respetar esos diseños ya establecidos por los centros.
¿Qué debe acompañar a la evaluación? Reconocimiento, facilitar formación, facilitar la transmisión de buenas prácticas, facilitar la creación de nuevos proyectos. Y también denegación de derechos cuando se den las circunstancias.
Siendo el gran problema de la Educación en España el acuerdo político no debe limitarnos a la hora de avanzar hacia lo que está bien hecho.
Se puede constatar que los docentes tienen ideas, pero hay que llevarlas a cabo (sé que lo urgente se antepone a lo importante). Tenemos que entender que tenemos que señalar el problema y dar la solución para que no vengan otros a "¿imponernos?" su solución que no contempla nuestro contexto rural, por ejemplo.
Cómo siempre, gracias Toni por mantener un espacio de reflexión respetuosa que tanta falta nos hace.
Esos mismos argumentos los podrían utilizar los alumnos para demandar no ser evaluados, ellos también esperan que a los docentes "se les pase la fiebre evaluadora tan poco meditada y se pongan de verdad a solucionar los problemas de la educación...¿para qué queremos la Escuela?"
Querido Toni, ya sabes que estoy de acuerdo contigo al 100% Pero aún quedan temas que evaluar… ¿cómo podemos evaluar un sistema educativo, a sus profesionales y a sus centros cuando no se evalúa la propia ley ni a quién la aplica? ¿Por qué no evaluamos nosotros a los inspectores y sus conocimientos sobre la educación… que no sobre la ley? ¿Por qué no evaluamos a la administración y sus políticos y planes?
La cuestión es cambiar las bases sobre las que se sustenta una ley que se ha convertido en su popia causa y consecuencia. Importa más la ley y su aplicación a rajatabla que la propia educación que queremos hacer. Y a los hechos me remito…
¿Sirven para algo las decenas de estándares de cada área de cada asignatura de cada etapa? NO!!más bien al contrario.
¿Sirve para algo la prueba diagnóstica para mitificar, mejorar y revisar contextos educativos y familiares? NO!!! Ni caso.
¿Sirve para algo las necesidades de los centros evaluadas por los equipos directivos, los proyectos de centro o los proyectos de aula más allá de la influencia para con las familias? ¿Recibes más financiación? NOOO!! te aguantas!!!
Yo que he estado en la admin como asesor, me daba vergüenza cada vez que había una evento en el que un gerifalte decía cuatro tonterías (para vender la moto) y se exigía que no apareciesen en las encuestas, ya sabíamos porqué… Y veo la porquería de planes de la administración que gasta millones en estupideces entiendo humo. AMTEGA gasta 27 millones en la mierda de ABALAR y eDIXGA, 27!!! pero tú no puedes comprar iPads para el aula por que los talibanes del administración no te lo permiten. Mientras este tipo de cosas sigan funcionando a´si, ¿cómo podemos hablar de evaluación? Es un sinsentido.
Para terminar, no estoy de acuerdo con el planteamiento de empresa… hay empresas y dinámicas de empresa bastante más potentes y más transparentes de lo que se ve en educación, lo siento pero es verdad, me gustaría fuer no fuese así, pero lo es -empezando or la propia oposición que no es ni real ni adecuada. Y no me refiero a las empresas que ese dedican a auditar educación sino a empresas que tienen parte de su economía en la educación. No demonicemos a lo privado como si lo privado fuese mentira, malo o engañoso. Como en todo, hay quien lo hace mal, regular, bien y hasta increíblemente bien.
Buen artículo. Si me permites una opinión, pienso que la evaluación a la que debemos prestar más atención los docentes son nuestros alumnos. ¿Cómo nos ven y cómo ven la escuela? ¿Se sienten agusto, acogidos, integrados... ? ¿Qué personas estamos formando?... Los acuerdos políticos ayudan pero pienso que debemos funcionar con otros criterios y sentirnos libres para buscar soluciones creativas a las dificultades que encontramos. Por cierto, no me ha gustado que te refieras a la escuela concertada como "contexto anormal", entiendo que quieres decir y podría aceptarlo pero me parece poco acertada expresión.
En la evaluación docente de la PGA todos engañan, especialmente en TIC. No esperéis que con una encuesta sea posible. La inspección tiene que dar unos objetivos a cumplir por cada docente (los de la encuesta de la PGA) y pasar a comprobar que se cumplen. Siempre tendrá en cuenta el contexto. Así no será generalizada.
Joselu: en un sistema bien engrasado, nadie debería sospechar de una evaluación. Paso autoevaluaciones a mis alumnos y trato de corregir errores que ellos detectan. Sé que proponer eso de manera sistemática es un suicidio actualmente, pero creo que algún día se podría hacer. La cultura de la evaluación no es creíble porque siempre se ha aplicado mal, incidiendo en lo burocrático y no en lo práctico. Gracias por tu visita.
Agustín: no conozco los sistemas de evaluación de otros países, aunque me han contado cosas como la que mencionas, que me hacen desconfiar de las evaluaciones externas. En EEUU, al parecer, todo se basa en esos exámenes, hasta tal punto de configurarse un sistema diseñado para aparentar y no para educar.
Pedro: esa es la clave, que no se dan las circunstancias para la evaluación actualmente. Quizá deberíamos empezar promoviendo la autoevaluación para preparar el terreno.
Fracaso escolar: los alumnos y sus familias tienen hoy día todas las garantías para ser evaluados con justicia, a diferencia de la evaluación docente que ni siquiera tiene establecidos unos criterios ni objetivos claros. Si no se hace así es porque quienes deben velar por ello no están cumpliendo con su obligación.
Manel: las pruebas diagnósticas que conozco no han servido para nada, más que para ponernos en la picota a los centros que teníamos carencia de recursos. Por favor, si quieren evaluar, que nos digan claramente qué van a hacer con los resultados.
Josep Vicent: el alumnado ya nos evalúa, aunque no sea demasiado explícito con su valoración. Como dices, siento que mi oficio tiene un destinatario claro en las aulas y el hecho de introducir una valoración desde arriba puede desviar el foco y conseguir que se hagan cosas para el evaluador y no para el alumnado. En cuanto a lo del contexto anormal, sé que en muchos sitios no ocurre, pero por aquí sí: un centro concertado en el mismo barrio que uno público no acoge ni una cuarta parte del alumnado "difícil". Por eso hablo de anormalidad, la que conozco. Un saludo.
Rosa: los papeles son muy sufridos y ya sabemos que una evaluación basada en formularios o encuestas prefabricadas sirve para poco. Gracias.
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