Hablar de literatura es hablar del transcurrir del tiempo, de lo real y de lo imaginado, hablar del valor de las palabras y de los silencios, de lo nuevo y de lo caduco. Por tanto, hacer coincidir esta sesquidécada con el duodécimo aniversario de este blog tiene algo de literario también, por lo cíclico y recurrente, por la magia del número 12, porque el tiempo acaba por hacernos reflexivos, no necesariamente para bien. Doce años dan para muchas palabras y para muchos recuerdos. Cuando nació este blog no había muchas voces en las redes (ni siquiera existían los gigantes de Facebook o Twitter), así que hablar en abierto de lengua, literatura y educación era cosa de cuatro locos. Lamentablemente, apenas hace un mes nos dejó uno de ellos, quizá el más grande, Felipe Zayas, así que para él va destinada este sesquidécada y este aniversario de un blog que creció bajo su mirada siempre amable y maestra.
Hace quince años leía una de las mejores novelas de Luis Mateo Díez: La fuente de la edad. Ya había leído otras de sus obras, admirables todas ellas, pero creo que es en esta en la que mejor se concentra su maestría literaria. La fuente de la edad tiene todos los ingredientes que he mencionado arriba: nos hace pensar sobre el valor de la literatura, sobre los sueños y sobre lo que somos. La grandeza de Mateo Díez es llegar a esa literatura con mayúsculas desde unas tramas centradas en gentes pequeñas, desde lugares despojados de grandeza, desde minúsculas ambiciones. Para mayor satisfacción del lector, esas insignificantes epopeyas provincianas se construyen con una prosa exquisita, digna de los mejores paladares. La fuente de la edad recuerda a las utopías renacentistas y a las disputas cervantinas. En ella se mueven personajes que se parecen a veces a don Quijote y otras a Sancho, pero que hablan también con el ingenio de Quevedo. Si tanto aprecio le tengo a esta novela quizá sea porque la búsqueda de la fuente de la edad es paralela a este viaje en el tiempo que me lleva a lecturas añejas, un viaje en el tiempo que también me hace revivir buenos momentos con mi amigo y maestro Felipe, que siempre tendrá un lugar para el recuerdo en este humilde blog.
Fuente de la imagen: Blog de Felipe Zayas