Llevo tiempo mordiéndome la lengua ante ciertas actitudes hostiles de los profes que andan por la red. Como en los poemas de Machado, parece que hay dos Españas educativas, la de los partidarios de cambios profundos en la Escuela y la de los defensores de los métodos tradicionales. En esa dicotomía parece no haber término medio y tratar de encontrar una posición de equilibrio suele ser tarea inútil. Los primeros aparecen a menudo caracterizados por sus rivales como docentes volubles, que, bajo la bandera de la inclusión, se dejan llevar por las modas de innovación educativa y por ciertos discursos imbuidos de emoción y felicidad, anclados en un falso paisaje escolar de unicornios y arcoíris. Los segundos suelen ser tachados de reaccionarios, de inmovilistas, profesionales rancios que basan su pedagogía en la clase magistral, dejando de lado las competencias o la atención a la diversidad.
Unos y otros se critican y se menosprecian, se insultan y se bloquean mutuamente, como niños enfadados que se tapan los ojos para no ser vistos. En ese paisaje de enfrentamiento es muy habitual que se critique a quienes lideran ciertas tendencias, enfoques o métodos para promover el cambio en las aulas y que se les califique como vendedores de humo. Desde que estoy en las redes, y ya van más de once años, he leído esta expresión y he oído esas críticas, primero dirigidas a quienes usaban el vídeo en clase, luego a los que promovían el uso de blogs, luego a quienes introdujeron las redes en el aula, etc. Es evidente que, en algún caso, las novedades fueron modas pasajeras, pero, en términos generales, el cambio pedagógico sigue adelante y pocos plantearían hoy día un aula sin internet o una didáctica sin incorporación de las TIC. Sin embargo, aún persiste la idea de que el cambio es sospechoso, que tras la implantación de novedades hay intereses ocultos (comerciales, políticos, ideológicos...), y que quienes defienden esos cambios han de demostrar con evidencias que sirven para algo, pues de lo contrario no serán más que meros vendedores de humo. No voy a negar que algunos enfoques y algunos inventos educativos tienen detrás intereses económicos, como todo en esta vida (¿acaso en Medicina o en Tecnología no ocurre lo mismo?), pero también quisiera defender que un docente está en su derecho de cambiar todo aquello que no funcione en su aula; creo, además, que es precisamente su deber como profesional romper con cualquier rutina que no permita que sus alumnos aprendan más y mejor. Los que defienden desde posiciones inmovilistas que la Escuela ha funcionado bien sin tantas innovaciones ni humo multicolor deberían mostrar cierta autocrítica y considerar que, si no son los culpables, al menos son cómplices de un sistema que no da los resultados que se esperan. Por otro lado, como ocurre con otros aspectos de la política, la religión o la filosofía, cada cual es libre de obrar según su conciencia, sin sentirse obligado a cambiar porque otros lo hagan. Sinceramente, creo que pocos de los que conocen el día a día en un aula se dejan engañar por recetas milagrosas. Algo que difícilmente engaña es mostrar el trabajo de los alumnos y su proceso de aprendizaje; desconfíen de quien habla mucho y enseña poco.
En cuanto a lo de vender humo, también lo voy a decir claro: muchos de esos docentes que esgrimen unos métodos basados en explicaciones brillantes y en métodos rigurosos de enseñanza tradicional también están vendiendo humo, el humo gris de un sistema que se repliega ante el cambio. Venden humo cada vez que alguno de sus alumnos tiene que pagarse una academia para aprobar sus asignaturas; venden humo cada vez que uno de sus alumnos suspende porque no ha sido atendido fuera de la explicación estándar; venden humo cada vez que sus alumnos aprueban más por miedo que por ganas de aprender; venden humo cuando plantean una Escuela Pública con el cartel de "reservado el derecho de admisión"... Por suerte, la mayoría de los profes que conozco no tienen tan malos humos, ni de los grises ni de los multicolores.
Crédito de la imagen: 'Business 50/52'
13 comentarios:
Uno siempre ha sido de grises pero negar la avalancha que se está produciendo desde esa "nueva" pedagogía y la descalificación general de todo lo que había tratando, además, de equilibrarla con los rancios defensores de lo tradicional, apenas existentes de forma pública. Proceso que me da que avanza incluso en los centros donde debes ser innovador per se y aportar alguna ocurrencia nueva, siempre exitosa, porque ahora cualquiera te monta unas jornadas. Hombre, hombre.
Estoy de acuerdo con lo que planteas. También con que los cambios hay que hacerlos con rigurosidad, en equipo, con mucha participación y transparencia.
Pero si tengo claro que hay cambios que deben de ser sí o sí. Porque son por derecho de unas personas y no por elección de otras. Es el caso de un sistema educativo inclusivo y el cierre de las opciones segregadoras.
Y esto además, cuando se trata de derechos, es una responsabilidad política que los políticos, por ignorancia, por ser del segundo grupo, o por cobardía, o por el motivo que sea, no se atreven a solucionar.
El quid de la cuestión es que la dicotomía es falsa porque es inventada, porque no existe, no porque haya verdaderamente dos grupos que mantienen posturas falsas. Los del unicornio, la única postura realmente existente y subvencionada desde hace decenios, desde los movimientos de "Renovación Pedagógica", necesitó idear la figura del profesor carca para justificarse, para poder abanderar su gesta contra las hordas de la escuela tradicional y franquista. Tal gesta daba poder, posición y dinero. Ellos venían a salvarnos de la tarima y el autoritarismo opresor (de fondo se oye "The wall" de Pink Floyd). Pues bien, el profesor que ha salvado la enseñanza en este país, de lo poco que se ha podido salvar, es por el contrario el que se ha mantenido al pie del cañón enseñando y aguantando la tormenta diarreica de leyes y propósitos inspirados por sinvergüenzas. Y ese profesor no es humo, no representa únicamente una postura. Es el profesional que conoce su trabajo y que lo defiende de los mercaderes de baratijas. Entre ellos, el escritor de este artículo, que, por las cosas que dice sobre la enseñanza en estos tiempos y la forma en que argumenta, parece mentira que sea director de un Instituto.
Lo mejor es que todas estas "innovaciones" son ya caducas y han fracasado estrepitosamente dónde se han implantado. Mientras en otros países como Francia las están retirando (ante el desplome educativo) aquí algunos quieren seguir cavando en el pozo.
Mejor sería mirar a los países que lideran todos los rankings educativos y la producción de ciudadanos extraordinariamente formados y ver cómo trabajan.
Peter: Llevo once años en mi centro y si estoy experimentando nuevos métodos es porque lo que aprendí como profesor no funcionaba. Estoy seguro de que hay magníficos docentes que dan clases magistrales y les funciona a la perfección: enhorabuena. A mí no. Cada cual debe hacer análisis y evaluación de los resultados y por ello continúo buscando y tratando de mejorar.
Miguel Ángel: Aquí tendemos a mezclar las políticas educativas y las sucesivas leyes que nos toca sufrir con la práctica de aula. Muchos son los que se excusan en el cambio de leyes para permanecer inmóviles y echar la culpa al sistema. Olvidan que algunos de nosotros nos educamos en el régimen anterior a la LOGSE y, por ejemplo, en mi colegio de EGB, de 28 alumnos, solo 8 siguieron estudiando al acabar 8º. Eso sí, el maestro era la autoridad indiscutible y eso mola.
Desde la caverna de Platón: Nos conocemos desde hace años, al menos yo a usted, al que he leído desde sus inicios. Su comentario está redactado en ese tono que solo admite un "amén", así que no voy a entrar a discrepar. Le deseo suerte hasta que se jubile.
Luis Miguel: Como decía antes, cada cual debe considerar en qué contexto se mueve. En mi caso, las pedagogías tradicionales me llevaban a un fracaso escolar cada vez mayor. Cuando empecé a trabajar por proyectos, mis alumnos comenzaron a mejorar. Hace poco culminé una trayectoria en la que había tomado un grupo en 2º de ESO y lo acompañé hasta 2º de Bachiller. Todos ellos aprobaron la Selectividad, sin necesidad de acudir a academias, así que no creo que pueda hablar de fracaso. De todos modos, no fracasan los métodos ni los sistemas, sino las personas. En cuanto a lo de mirar los países que lideran el ránking, fíjese por ejemplo en Singapur: lea bien lo que ocurre allí y piense si eso es lo que queremos de verdad. Un saludo y gracias por comentar.
Es absurdo e irreal plantear que el presunto dilema de la educación sea enfrentar una supuesta enseñanza tradicional, que habría que explicar qué es eso, frente a una pretendida innovación, cajón de sastre de numerosas iniciativas, de la más variada índole. En general lo que hace esta entrada es desenfocar el debate educativo y apoyar las reformas educativas que se han perpetrado en las últimas décadas y que solo han conducido a una escuela más ineficiente y desigual, pues solo han favorecido a la enseñanza privada. La fascinación tecnológica es otra de las muestras de infantilismo. Se puede enseñar sin pizarras digitales y prescindiendo de Internet. O usándolas. Se pueden aprender muchas cosas pasando de las ya no nuevas tecnologías. Los problemas de la educación son más profundos y serios que lo que la pobreza conceptual de la pedagogía oficial instalada en las Facultades de Educación puede alcanzar a comprender.
Mariano: Igual no me he expresado bien. Precisamente estoy denunciando que se polarice el debate educativo en esos extremos en los que unos y otros se escudan para atacar a quien no piensa como ellos. Te puedo asegurar que en mi clase no hay ni iPads ni tecnologías avanzadas. De hecho, en 2º de ESO apenas tocamos las TIC, más allá de alguna presentación oral o algún vídeo de recitado poético. ¿Se puede enseñar sin internet? Claro que sí, pero ¿qué mensaje transmitimos con ello al alumnado? Que la Escuela es un lugar anclado en el pasado, sin conexión con la vida real, con sus intereses. No veo que esa sea la mejor opción, ni tampoco es bueno dejarse deslumbrar por todas las novedades que surgen a diario. Defiendo, como he defendido desde el primer post de este blog, el término medio, el equilibrio que permita que el aprendizaje sea más eficiente.
Aprender tendría que significar experimentación, descubrimiento, emoción ...y un inmenso respeto dando, recibiendo u observando dicho aprendizaje. La imagen ya es texto narrativo desde hace más de 50 años y las TIC, TAC o TEP son imprescindibles en esta era digital. El aprendizaje permanente no se lleva bien con los analfabetos que paradójicamente se creen profesionales de la educación.
Aprendo "sin humo" en red o fuera de ella, con o sin TIC y siempre que descubro algo, estoy deseando experimentarlo, contrastarlo, aplicarlo en mi centro de investigación que es el aula y enriquecerlo con las aportaciones de mis alumnos. Y aunque yo soy el adulto que tiene la responsabilidad de guiarles o facilitarles su propio aprendizaje, recibo muchísimo más de lo que les aporto. Tenemos la mejor profesión del mundo y nuestras aulas forman parte de esta sociedad en la que vivimos. Pero sin perder de vista el horizonte en el que ya serán adultos estos peques, niños o adolescentes a quienes tenemos la gran responsabilidad de EDUCAR.
Una brillante reflexión Toni. Muchas gracias
Muy acertada reflexión, as usual.
Gracias por desearme suerte hasta la jubilación. La voy a necesitar, porque no me ha tocado nunca ni un duro a la lotería, y cualquier ayuda es poca. Si es necesario y los augurios no se cumplen, ya le pediré también a usted apoyo espiritual tras la jubilación, que lo mismo nos queda muy mermada y hay que echar mano del póker o del cinquillo.
Dirige usted un Instituto con ocho o nueve grupos de 2º de la ESO y un solo grupo de 2º de bachillerato, y además muy mermado. ¡Y se queja de la discriminación franquista! ¿Qué hace usted con esas fantásticas pedagogías renovadoras a los que los demás no llegan y que en cambio maneja al dedillo? ¿Qué hace usted, como dice la gentil Mila Solà, con esos peques, niños o adolescentes a quienes tenemos la gran responsabilidad de EDUCAR (y aquí suenan los clarines)? ¿Los aniquila? ¿Los tritura?
Fernando: Gracias. Un saludo.
Desde la caverna de Platón: Es curioso que mencione la jubilación: precisamente es una de las cosas en las que pienso y que me fuerzan a preparar bien a quienes han de sustentar esas pensiones. Resulta sorprendente que muchos profes se jacten de suspender alumnos y de pedir un nivel académico alto en la ESO, diciendo además que sin el título no van a conseguir ningún trabajo. ¿Qué esperan entonces de esos alumnos? ¿que se dediquen a la delincuencia, a la mendicidad? Soy partidario de exigir en el Bachillerato y en la Formación Profesional, pero no olvido que la ESO es obligatoria y, por tanto, básica, como aquella EGB en la que muchos niños abandonaban con 14 años. Si eso siguiera así, mi instituto no tendría 7 primeros de ESO ni 6 segundos de ESO, ya que la mitad de ellos habrían abandonado el sistema educativo. Si lo que tenemos es nostalgia de aquella época, aceptemos todo lo que tenía de fondo. En mi centro hay una pirámide de fracaso escolar "anterior" a la implantación de nuevas metodologías, así que no asumo como propio el fracaso, o al menos no lo asumo más que en la parte que me toca como profesor del centro en los últimos años. Tengo, eso sí, la responsabilidad como dice Mila, de EDUCAR, algo para lo que no nos han preparado en las carreras, por muy brillantes que hayan sido nuestras notas. Enseñar y educar es algo que se aprende con la práctica y con la observación de las prácticas de otros compañeros que muestran sus éxitos. Personalmente, nada me aporta leer a quienes solo manifiestan quejas y que no comparten nada positivo: mi visión del oficio es optimista y todos los días acudo al trabajo pensando que es el mejor trabajo que he tenido (y le aseguro que he tenido varios para comparar). Para ver a gente lloriqueando solo tengo que poner la tele o escuchar a los cuñados de las terrazas de bar.
Yo fui siempre que pude un profesor que necesitaba innovar, aplicar nuevos métodos como forma de mantenerme vivo y de disfrutar de la profesión. Cuando no pude hacerlo, enfermé seriamente (y no es metáfora). Era (y es) mi forma de estar en el mundo sin repetirme en exceso. El resultado de ello tras 37 años de docencia, no lo sé, Antonio. No lo sé. Para algunos habré significado algo y para otros, nada. Mi mujer es tutora de un PFi (PQPI) y es tradicional en sus métodos, no necesita innovar como yo lo hacía. Ella es de tiza y pizarra y no lo hace mal. Todos los alumnos quieren estar con ella, la adoran y eso que es firme y estricta (como yo no lo era). Sé lo apreciada y respetada que es por todos incluida la dirección del centro (es interina), los compañeros y sobre todo los alumnos, pero ella tiene claro que los alumnos no son patatas y los quiere, su vida son ellos. Y es feliz como profesora más tradicional que nadie. Apenas sabe de tecnología. Forma parte de un equipo de psicopedagogía extraordinariamente bien estructurado. Creo que la división entre renovadores y tradicionalistas no es la clave. La clave es querer profundamente a los chicos. Hay egos hinchados que solo saben darse incienso a sí mismos y desdeñan todo lo que no son ellos mismos. Si se entra en el aula con un espíritu optimista, se logra, como dices, mucho más que si uno va con el gesto de desdén. Creo que alguien que se sintiera realmente feliz siendo profesor lograría revertir lo negativo en positivo. Y ese es el desafío. Hundirse en la amargura es una posibilidad pero no la única. Tú y yo hemos discrepado mucho, pero tienes de siempre mi respeto y más ahora sabiéndote en el reto de dirigir un instituto de máxima complejidad como era el mío.
Joselu: Tienes mucha razón. No había planteado esa otra dicotomía entre los que quieren a sus alumnos y los que no, que se solapa con la que describo en mi nota. No creo que todos los innovadores estén en el lado de los que aman a sus alumnos ni que los inmovilistas sean ariscos y huidizos. Pienso que nuestro trabajo requiere, como dices, un espíritu optimista, ya que los alumnos detectan enseguida si el profesor los va a tratar con humanidad o no, si va a hacer su trabajo con esmero y cariño o no. Algunos apuntan la idea de que el profesor no tiene que implicarse emocionalmente en su trabajo, que no es su función, que solo debe dar clase. Si alguna vez lo he pensado, he desterrado esa idea conforme he ido conociendo a los adolescentes, a los de mi aula y a los de mi casa. Es una edad terrible en la que no saben desligar lo emocional de lo intelectual, y por eso aprecian a los docentes que les dan confianza, aunque sean duros o estrictos, pero abiertos a comprenderlos. Gracias por aportar tu visión, que valoro tanto desde siempre.
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