26 febrero 2017

Absentismo: matar moscas a cañonazos

Probablemente, el absentismo escolar es en mi centro la principal causa de problemas, tanto académicos como de convivencia. Hablo de esos alumnos que suelen faltar entre un 40 y un 80% de las clases y que, por tanto, manifiestan escaso interés en las actividades del centro y no tienen tampoco hábito establecido de normas de comportamiento para ajustarse al funcionamiento del centro (olvidan los horarios, no traen material, ignoran normas básicas...). En algunos de mis grupos de este año, puedo encontrarme un día a doce alumnos y, al día siguiente, solo dos o tres; imaginad el seguimiento que se puede hacer de una programación con ese contexto.

Alrededor de un 5% de los alumnos de mi centro son absentistas en mayor o menor medida. Este absentismo exige una dedicación de esfuerzos notables para tutores, equipo directivo y profesorado en general. Muchas veces, el absentismo está también detrás de otro tipo de problemas sociales: pequeños delitos, conflictos fuera del aula, etc. Sin embargo, a pesar de que todos somos conscientes de la gravedad de ello, parece que no encontramos la solución que acabe de raíz con este problema. Alguna vez he hablado del absentismo en el blog, pero ahora lo vivo con una nueva perspectiva que me gustaría compartir con vosotros. Veamos algunas de las cuestiones que es necesario considerar al respecto.

El absentismo suele ser un indicador de riesgo sociofamiliar, es decir, un alumno es absentista porque su entorno más cercano tolera o fomenta el incumplimiento de la obligatoriedad en la escolarización, lo que acaba provocando una formación insuficiente y una propensión al fracaso escolar y el abandono prematuro. Cabe decir que el absentismo en Secundaria es mayor que en Primaria, quizá porque la relación de las familias con los colegios suele ser más estrecha que la que se establece con los institutos (a veces por la existencia de comedores escolares, por la cercanía al domicilio, por la vinculación directa con los maestros y maestras...). En el tránsito a los centros de Secundaria, algunas familias consideran que lo que se enseña en el aula ya no tiene tanto valor para sus hijos, de modo que comienzan a ser permisivos con las faltas de asistencia. Hay que señalar que ese absentismo más persistente en Secundaria suele ser una continuación del absentismo parcial de Primaria, ya que es extraño que los alumnos que nunca faltaban al colegio comiencen a hacerlo en el instituto. 

¿Qué mecanismos tienen los centros para corregir y evitar el absentismo? A pesar de que existe un protocolo de absentismo, muchos sabemos que resulta lento e ineficaz. El protocolo marca una serie de fases para intervenir: detección de las faltas por el tutor, notificación a las familias, intervención del equipo directivo, nueva notificación a familias, notificación a Servicios Sociales, intervención de Servicios Sociales, nuevos informes, intervención de la Fiscalía de menores. Este recorrido es un auténtico despropósito burocrático y organizativo. En centros como el mío, exige movilizar recursos de tutores y jefatura de estudios para 20 o 30 chavales. En algunos casos, el aviso funciona y cesan las faltas de asistencia, al menos por un tiempo; en otros casos, se inicia un trasiego de notificaciones que acaba con la responsable de Servicios Sociales haciendo entrevistas y cumplimentando compromisos con las familias para que la situación se subsane. Lamentablemente, en ambos supuestos, pasado un tiempo la situación se vuelve a repetir. Y comenzamos de nuevo.

¿Cuál es entonces el problema de fondo? Hay varias circunstancias que hacen ineficaces estos protocolos. Por un lado, como se apuntaba arriba, cuando es la propia familia la que permite o fomenta el absentismo, difícilmente podemos obligar a un alumno a asistir al centro. Algunos incluso se amparan abiertamente en sus padres y desafían la autoridad del profesorado, apareciendo por clase cuando les apetece. Por otro lado, los centros de Secundaria presentan un sistema tan rígido que solo ofrece alternativas a partir de los quince años (por ejemplo con la Formación Profesional Básica), es decir, que "obliga" a muchos alumnos "objetores" a permanecer en el aula de brazos cruzados durante al menos dos o tres años. Esto suele provocar que haya alumnos en el aula que no quieren participar en actividades de asignaturas que no les interesan para nada. Alumnos aburridos que acaban generando problemas de comportamiento, conflictos de convivencia, en algunas ocasiones simplemente para que les abran un expediente y los manden un tiempo a sus casas. Finalmente, el protocolo tampoco funciona porque es lento, incluso para la sanción final, esto es, la intervención de la justicia: cuando hay un proceso judicial por absentismo, la situación suele ser irreversible y poco ejemplar, ya que a veces el alumno ha abandonado el centro por haber cumplido la edad legal de escolarización.

¿Hay entonces soluciones definitivas para el problema del absentismo? Confieso que no las conozco. Sé que la solución no puede ser únicamente obligar y sancionar, tal y como está ahora. La obligación de asistir a un centro educativo debería hacerse con todas las garantías de que va a ser efectiva como medida educadora; si obligamos al alumno a asistir y no lleva material o no cumple con las normas de convivencia, estamos extendiendo el problema individual de ese alumno al resto de compañeros de su grupo y de todo el centro. Por otra parte, sancionar a una familia tampoco corrige el problema que tratamos de solucionar, sino que vuelve a provocar nuevos rechazos al percibirse la Escuela como una institución policial y de reclusión forzada. Creo que el problema del absentismo se debe solucionar desde su origen temprano, desde las primeras faltas de asistencia a los colegios, y se debe hacer con medidas educadoras para las familias, para el barrio, con campañas de sensibilización, con talleres vinculados a los colegios e institutos, con medidas de apoyo sociofamiliar, pues muchos de estos alumnos faltan a clase porque no tienen quien los despierte a tiempo o porque han de cuidar a hermanos pequeños. Por último, habría que plantear en los centros de Secundaria si esa igualdad de oportunidades de la que hacemos gala al ofrecer a todo el alumnado la misma formación inicial está funcionando de verdad y no se está volviendo en contra de los más vulnerables. No queremos ofrecer formación profesional temprana para no condicionar su futuro y al final los dejamos volcados en la cuneta, sin lo uno y sin lo otro. Pienso que los modelos del PQPI o la FP Básica deberían iniciarse lo antes posible, facilitando, eso sí, la posibilidad de reengancharse a la ESO ordinaria a través de pruebas de competencias. 

En todo caso, lo que sí tengo claro es que el modelo actual de lucha contra el absentismo es como matar moscas a cañonazos, unos cañonazos lanzados además en vertical hacia arriba. O conseguimos implicar a familias, ayuntamientos, instituciones sociales, jueces, legisladores y educadores, o acabaremos convirtiendo algunos centros en prisiones a pequeña escala. Seguro que, si nos ponemos, somos capaces de encontrar soluciones.


Crédito de las imágenes: 'Parkour' 'School behind bars'


4 comentarios:

eduideas dijo...

Coincido contigo en que los protocolos son demasiado lentos y que hay que intervenir lo antes posible. Pero no pienso que las vías adelantadas de FBI sean la solución, no hay que resignarse a caminos paralelos para estos alumnos, sino tratar de que no ocurran estas situaciones. Los protocolos deberían ser ágiles con una intervención inmediata: después de un aviso a la familia o de reitereación de faltas, intervención de servicios sociales. Para ello necesitaríamos unidades específicas o al menos más personal para atender estos casos y que no se actúe cuando ya tengan los 16 o les queden pocos meses (que por cierto si la escuela fuera obligatoria hasta los 18 no ocurriría). Esa intervención de servicios sociales tendría que pasar por un diagnóstico eficaz de las causas porque por ejemplo he vivido casos en los que poner una ayuda en casa hacía que la hija asistiera más a clase. Evidentemente hay que valorar lo que se aprende en el instituto con sesiones específicas y más intercambio con las entidades sociales del barrio, que pueden hacer de puente eficaz cuando nosotros no llegamos. Es un problema difícil y grave pero no creo que se solucione con parches o programas de peor salida para ellos, puesto que aparte de condicionar el futuro de otros perfiles, no conseguimos el objectivo principal.

Juan Sánchez Martos dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, Toni. Es más, si no somos capaces (la sociedad, digo) de implementar acciones conjuntas en el entorno del absentista dudo mucho que se consigan resultados medianamente aceptables.

En mi caso desde hace tres cursos estamos trabajando conjuntamente Centro, Ayuntamiento y Servicios Sociales con acciones tanto en el centro con los chavales como en el barrio con las madres y los resultados empiezan a verse, tímidamente sí, pero observamos un cambio de tendencia que ojalá se consolide.

¡Animo, Toni! que nadie dijo que esto fuera fácil, pero con paciencia y constancia conseguiremos mejorar algo "nuestro pequeño mundo".

Un abrazo

Antonio dijo...

"No queremos ofrecer formación profesional temprana para no condicionar su futuro y al final los dejamos volcados en la cuneta, sin lo uno y sin lo otro. Pienso que los modelos del PQPI o la FP Básica deberían iniciarse lo antes posible, facilitando, eso sí, la posibilidad de reengancharse a la ESO ordinaria a través de pruebas de competencias". Aquí está la clave.

Nuestro modelo educativo acomplejado y diseñado para satisfacer lo políticamente correcto insiste, tras años de fracasos, en la idea de que todos quieren y todos pueden hasta los 16. Y no es cierto, como no lo es que proponer una FP temprana sea etiquetar a los niños para su fracaso. Fracaso es pasar a 3º ESO por obligación aunque se suspendan todas en 2º. Un sistema poroso de varias alternativas en el que cada muchacho pueda ir cambiando de un itinerario a otro según sus gustos y circunstancias solucionaría muchos de los problemas actuales. Pero ojo con decir esto en voz alta, no nos vayan a decir tal y cual. Enhorabuena por un artículo valiente.

Toni Solano dijo...

Eduideas: Mi experiencia en el centro quizá condiciona mi mirada. Muy pocos alumnos de este perfil han conseguido enmendar el rumbo, y solo lo han hecho a través de programas como el extinto PQPI o la FPB. Probablemente, de haberles ofrecido una alternativa temprana habrían aprovechado mejor los recursos. En cuanto a los absentistas más pertinaces, ninguno llega a 3º de ESO. Un drama.
Juan: Sé que hay ayuntamientos que dedican recursos y que obtienen resultados, pero no es nuestro caso. Cuando hay expulsiones, no existe ningún control ni alternativa para ellos. Tampoco hay equipos que trabajen codo con codo con las familias, porque solo un educador para una zona que condensa cientos de familias con necesidades de este tipo es casi de chiste. Pero como dices, seguiremos con paciencia y constancia, que es lo que nos sobra :)
Antonio: Coincido contigo: más alternativas tempranas y más flexibilidad por arriba. Puede que en algún contexto no sea necesario, pero en centros como el mío, no aceptarlo es mera hipocresía.