Durante toda la semana han despertado mucha polémica entre mis colegas las declaraciones del filósofo José Antonio Marina alrededor de ese Libro Blanco de la Profesión Docente que le ha sido encargado por el Ministerio de Educación. El propio Marina ha tenido que desmentir o matizar algunas de las afirmaciones que se habían sacado de contexto, especialmente las que se refieren a la evaluación del profesorado en función de su rendimiento. En este país cainita, donde pasamos tan rápidamente del blanco al negro sin atender a las escalas de grises, plantear que se evalúe a un profesorado al que la administración lleva ignorando o machacando desde hace demasiado tiempo necesariamente había de provocar ira o indignación en el gremio. Personalmente, creo que es justo que se evalúe al profesorado, pero también creo que, si no nos marcamos unos plazos adecuados para limpiar la casa, ese libro blanco se va a ensuciar muy pronto con la realidad gris que impera en nuestras aulas. Porque aunque el mundo ha cambiado mucho desde las primeras reformas educativas, la Escuela sigue siendo aquella vieja institución polvorienta que no acabó de salir airosa del franquismo. Así que, antes de acometer reformas a toda prisa sin orden ni concierto, habría que trazar un pequeño viaje por sus entrañas para ver qué pilares hay que apuntalar. Al estilo de los arbitristas de nuestro Siglo de Oro, me atrevo a lanzar algunas ocurrencias al respecto, sin ánimo de resultar exhaustivo ni acertado, de modo que han de disculparme los que se sientan ofendidos por mis posibles despropósitos.
Selectividad y acceso a la Universidad
No vamos a compararnos con Finlandia, pero desde luego mal favor hacemos a la carrera docente si desde el Bachillerato ya orientamos a los "malos alumnos" hacia carreras de Letras como el Magisterio, las Filologías, la Historia, etc., con la idea de que los buenos deben huir de la docencia. Creo que algo está fallando cuando, por ejemplo, hay magníficos alumnos que al acabar la ESO optan por una FP buscando una salida profesional y copan casi todas las vacantes, dejando a alumnos mucho más flojos académicamente con el Bachiller como única salida. Estos alumnos, que quizá serían estupendos operarios o profesionales técnicos, acaban el bachiller a trancas y barrancas y se plantan en una carrera de esas de Letras, Magisterio tal vez, con la vaga idea de que "tampoco está mal ser maestro: buenas vacaciones, buen sueldo..." Y claro, a las chicas les encantan los niños...
Esto hace que no haya una valoración de estas carreras como una profesión que requiere esfuerzo, dedicación y grandes dosis de amor por tu trabajo. No sé si la solución es que se endurezca el acceso, pero me parece terrible que el Grado de Maestro sea últimamente un cajón de sastre donde van a parar multitud de estudiantes que no tienen otra opción que escoger. Habría que incidir en la tutoría dentro del Bachillerato, para desterrar mitos acerca de lo fácil y lo difícil, de la excelencia profesional de las Ciencias frente a la bohemia de las Letras.
Formación inicial del profesorado
Las carreras de Magisterio tienen una orientación clara hacia la docencia, aunque últimamente se están perdiendo las especialidades y quizá convendría revisar el asunto, pues es fácil encontrar a estudiantes de Magisterio que tienen claro que solo les interesa ser, por ejemplo, maestros de Música o de Educación Física. Curiosamente, en estas carreras hay pocos docentes que hayan sido maestros en aulas reales y menos aún que tengan un conocimiento reciente de cuáles son las características actuales de ellas.
Peor aún están las licenciaturas que dirigen a la Secundaria y Bachillerato, ya que la desconexión con la didáctica es mayor: casi ningún docente universitario ha ejercido en institutos y la mayor parte de las carreras tiene una orientación teórica, sin especial interés por sus salidas profesionales docentes.
Posibles soluciones: el Grado de Maestro/a tendría que garantizar una proporción mucho más alta de docentes universitarios con experiencia directa en el aula, quizá por medio de la figura del profesor asociado o de créditos específicos más allá de las prácticas en centros: jornadas acreditadas, cursillos, etc. En los Grados que conducen a la Secundaria y Bachiller, se necesitarían ramas específicas para la docencia, también impartidas en mayor o menor medida por docentes en activo de ese nivel educativo.
Máster de Infantil, Primaria o Secundaria
Quizá el Máster de Secundaria debería extenderse también a la Primaria y a la Infantil, reconducido en una especie de MIR educativo, en la línea de lo expuesto por Marina, o por otros colegas como Boris Mir. Sería la oportunidad de ver si los conocimientos académicos garantizan un desempeño profesional óptimo. Ese Máster-MIR debería ser riguroso, no un mero trámite en el que invertir un dinero con el convencimiento de que todos lo aprueban. Para ello, los docentes universitarios y los tutores en los centros deberían tener un reconocimiento adecuado a su labor, no como ocurre actualmente con el ridículo Prácticum, sin reducción horaria, sin reconocimiento académico, sin apenas valor, más allá de la satisfacción personal de enseñar a los nuevos docentes.
Acceso a la carrera docente y oposiciones
Para la docencia sería preciso haber superado no solo la carrera, sino también el MIR docente. Tal vez sería preciso algo similar al carnet de colegiado de algunos oficios, un documento que garantice que se han superado los estándares académicos y profesionales que requiere la docencia. Esta certificación sería exigida tanto en los centros públicos como en los concertados (si, según parece, van a seguir formando parte del presupuesto público).
Para las oposiciones, se habrían de revisar los criterios de selección de los tribunales y de la valoración de méritos, así como los temarios y los propios criterios de evaluación de las pruebas de oposición, ya que todo el entramado teórico-práctico de las oposiciones está anclado en el modelo de escuela de los años 70, privilegiando las capacidades memorísticas sobre la capacidad docente, y obviando la innovación pedagógica en las propuestas de programación didáctica.
Una vez superada la oposición, no sería necesario el año de prácticas para aquellos que ya han superado el MIR educativo.
Organización de los centros
Antes de evaluar a los docentes, habría que evaluar bien la situación de los centros, tanto en su contexto socioeconómico como en su funcionamiento organizativo. Es un hecho que existen guetos educativos, centros en los que se acumula alumnado en situación marginal, procedente de entornos desfavorecidos, que requieren una intervención especial y soluciones alternativas. También es de todos conocido que hay centros mal organizados, con equipos directivos sin liderazgo, con plantillas inestables, con carencias de recursos o equipamiento insalvables. Es difícil hallar soluciones para ello, porque en muchos casos son situaciones consentidas desde niveles superiores de la administración, con una visión resignada de la educación en la que es necesario perpetuar la existencia de "centros malos" para que los "centros buenos" salgan adelante. Una auditoría externa podría ser parte de la solución, pero al equilibrio solo se llegaría, bajo mi punto de vista, suprimiendo los centros concertados y garantizando la transparencia en el reparto del alumnado y de los recursos.
Por supuesto, en el nivel interno, sería preciso promover la autonomía de centro, facilitando los equipos de trabajo interdisciplinares y la innovación pedagógica, como eje para la formación de proyectos educativos estables, con profesionales implicados a largo plazo en el desarrollo eficaz de los mismos.
Formación permanente
La actualización didáctica y académica del profesorado debería ser una exigencia más allá del interés personal o económico actual. En esa línea, las áreas de formación permanente deberían ejercer una tutela efectiva de las necesidades de los centros y de sus profesionales. Esa formación sería obligatoria y habría de ocupar parte de la jornada laboral docente. Además, la formación recibida tendría que hacerse efectiva a lo largo del tiempo, bien mediante la supervisión de los asesores de formación o bien mediante las memorias de resultados dentro del propio centro.
Los encargados de la formación permanente habrían de ser, esencialmente, docentes en activo que acrediten la capacitación para impartir esa formación, aunque es posible contar con profesionales de otros ámbitos si los contenidos así lo requieren. Para facilitar esa formación a los tutores, se facilitarían licencias de formación o reducciones de jornada específicas, lo que generaría una especie de "bolsa de horas" para que esos docentes en activo puedan tutelar cursos tanto en la formación permanente del profesorado como en otros ámbitos: máster, grados, etc. El acceso a estas licencias y el desempeño de las asesorías de formación debería seguir los criterios de mérito y transparencia adecuados.
Inspección educativa
Desde luego, no sé cómo funcionará la inspección en otros lugares, pero si en mi contexto tuviese que encargar a alguien la mejora de la educación, la inspección estaría en el último lugar de la lista de convocados. Una inspección altamente burocratizada, poco cercana, ausente cuando se la necesita, con una presencia percibida como sancionadora y no como colaboradora, sin formación didáctica más allá de cuestiones de legislación... Siento tener que describirla así, porque me consta que no todos los que están en ese cuerpo son iguales, pero en mi recorrido como formador del profesorado por muchos centros de distintos niveles, la imagen que acabo de esbozar aparece repetida demasiadas veces en boca de docentes lo suficientemente distintos como para ser considerados parciales.
Si la inspección educativa tuviera que ser "educativa" de verdad, necesitaría, en primer lugar, formación y actualización en metodologías del siglo XXI para al menos mostrarse sensible ante los retos de los docentes de hoy. También debería pasar unos cursos de inmersión en aulas reales, de contextos y niveles diversos, con profes de todos los colores, para no ser víctimas del amiguismo que aqueja a esos docentes que siempre quieren quedar bien ante el superior. Por último, el acceso a la inspección debería ser tan transparente como el acceso a la carrera docente o la formación de equipos directivos, para no convertir este cuerpo en el "premio" a servicios prestados, y no especialmente en el ámbito educativo.
Profesorado
Además de todo lo ya mencionado acerca de su formación inicial o de la formación permanente, el cuerpo docente necesita un escalafón en el que confiar, una estructura que garantice que los niveles superiores tienen mayor formación, mayor reconocimiento y también mayor responsabilidad. La carrera docente es una exigencia cada vez más necesaria, si de verdad queremos promover la mejora educativa. Pero es muy importante que, dadas las características del oficio, el ascenso en el escalafón no debería ser una huida de la realidad del aula, sino un mero cambio de perspectiva. El nuevo profesorado, con unos estándares claros de actuación docente, sabría qué es lo que se exige de él y debería actuar en consecuencia. A partir de esos estándares (que tendrían en cuenta el contexto educativo del centro) podría y debería ser evaluado por alguien cualificado. Ahí está de nuevo el problema: solo alguien especialmente formado y conocedor del contexto puede medir el rendimiento de un docente en el aula. No sirve de nada confiarlo a un auditor externo o a alguien que vio un aula por última vez cuando no existía internet.
Familias
Hemos vivido todo este tiempo de democracia pensando que, si cambiábamos la Escuela, la sociedad iba a cambiar al mismo ritmo. La escolarización obligatoria hasta los 16, decían, garantizará una igualdad de oportunidades para todos los chavales. Pero olvidaban esos teóricos que los chavales tienen familias y contextos sociales muy complejos que pueden echar abajo en un minuto lo que la escuela necesita años para construir. Sin una cohesión social y familiar acorde, la Escuela está muy limitada y los progresos son lentos y frágiles. Los recursos educativos deberían también incidir en las familias, en los barrios, en actuaciones concretas que faciliten que los estudiantes vengan a las aulas a aprender por propia voluntad, no obligados por la administración. En este sentido, alargar la escolarización hasta los 18 es otra muestra del sinsentido político, otra aplicación errónea del consabido "café para todos" que tanto mal ha hecho a nuestro sistema educativo.
Administración
En último lugar, las administraciones educativas necesitan un cambio profundo. Las consejerías y los ministerios deberían tener equipos técnicos-docentes que se ocupasen de las cuestiones referidas a su ámbito, sin injerencias políticas, sin medidas antieducativas, sin experimentos electoralistas o comerciales. En un plano superior, el político, está claro que se necesita un pacto de estado que establezca las líneas prioritarias para reducir el fracaso y el abandono escolar, las actuales bestias negras del sistema. Desde luego, quienes no viven a diario estos males difícilmente son sensibles ante el drama que supone a medio o largo plazo que cada año abandone nuestras aulas sin titulación alguna uno de cada cuatro alumnos. Quizá también habría que plantear cursos de inmersión en el aula para políticos.
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Así que este es el panorama, estos son los cimientos de nuestra Escuela, una escuela con demasiada aluminosis y demasiado polvo, una escuela todavía muy gris para libros tan blancos como el que sueña José Antonio Marina.
Crédito de la imagen: 'Gessi'
16 comentarios:
Excelente artículo que comparto plenamente. Pocos matices puedo añadir, uno puede ir referido a la especificidad de las etapas educativas obligatorias independientemente de las edades del alumnado afectado. Creo que en estas etapas el profesorado debería estar integrado en la misma escala en cuanto al ejercicio y al más alto grado en cuanto a la formación pues ello facilitaría realmente la formación de equipos de trabajo entre profesores y la necesaria coordinación entre todos los niveles educativos de estas etapas.
Otro aspecto de mejora estructural del sistema, en mi opinión, es el control exhaustivo en las políticas de matriculación de los centros corrigiendo situaciones de privilegio (centros piloto, concertados, experimentales, bilingües/trilingües…) que esconden prácticas selectivas de alumnado con consecuencias negativas para otros centros que resultan minusvalorados, deprimidos o simplemente abandonados a la irrelevancia. Puedo entender prácticas de este tipo en un entorno educativo privado en sentido estricto, autofinanciado y minoritario, pero en la red pública este tipo de cuestiones “exclusivas” deben estar contempladas en todo tipo de centros.
Por último, nuestros Auctoritas (de Aug=aumentar) han de estar avalados por una destacada experiencia de aula, sobre todo en las etapas educativas obligatorias por ser estas, precisamente, en cuanto ejercicio docente efectivo, las grandes desconocidas entre lo que comúnmente entendemos por autoridades académicas.
No puedo estar más de acuerdo contigo. Hay puntos de tu artículo que a mi me quedan grandes, pero hay otros como los centros gueto, los equipos directivos sin liderazgo, el acceso a la carrera docente, la formación inicial y permanente del profesorado en los que coincidió plenamente. Enhorabuena por ser tan claro. Ojalá estas líneas las lean quienes toman las decisiones educativas en nuestro país. Felicidades!
Así es Tonl. Suscribo todo lo dicho. Actualmente vivimos en la escuela de los errores. Tutores de alumnos en práctica aferrados a la escuela del siglo XIX. Maestros desmotivados, sin interés por renovarse, padres que no valoran el esfuerzo por crearo desarrollar una mente constructiva y que creen que la escuela debe de ser como la suya, etc. Cambiar la comunidad educativa porque ha cambiado la sociedad, las profesiones, los medios de comunicación, es urgente. Un abrazo.
Fui profesor de IES 12 años (Cuerpo Profs Agregados IB), para opositar a Filosofía de la Edu (Fac Educ UCM) me obligaron -de hecho, no por Derecho- a pedir excedencia completa. Ahora soy Titular. Pero,.. está mal visto haber sido Prof de IES por varios de mis colegas (no todos). Y un matiz al tema Ley 70 (he tenido que "deglutir" todas para enseñarlas): es la única que insiste en que le aprendizaje no sea memorístico. Cito del Texto Introductorio: "la presente Ley atiende a la revisión del contenido de la educación, orientándolo más hacia los aspectos formativos y al adiestramiento del alumno para aprender por sí mismo, que a la erudición memorística, a establecer una adecuación más estrecha entre las materias de los planes de estudio y las exigencias que plantea el mundo moderno, evitando, al propio tiempo, la ampliación creciente de los programas y previendo la introducción ponderada de nuevos métodos y técnicas de enseñanza, la cuidadosa evaluación del rendimiento escolar o la creación de servicios de orientación educativa y profesional". No se si las leyes 85, 90, 95, 2006 son iguales, peores, mejores: lo pensaré. Pero la 2006 comienza alabándola. Lo comento por lo de los "mitos".
Entrada que toca aspectos clave, comento
* Creo que hay acuerdo unánime en que magisterio debe ser una carrera más dura, con requisitos de entrada y salida, aquí sí tendría que ponerse fuerte el Ministerio
* La orientación académica es penosa , y apenas se le dedica tiempo personalizado, solamente charlas generales
* El máster de secundaria debe ser el inicio de una formación docente que contemple en cada sexenio (al menos) actualización científica, didáctica y de otros aspectos que pueden ir variando. Debe ser requisito para sumar el sexenio y estadio docente y ha de combinar formatos y tiempos para permitir trazar itinerarios personalizados y con traslación directa al aula
* Pasar el examen teórico tiene que ser requisito para entrar en bolsa de interinos en todas las comunidades y entonces hacer una oposición regular para otorgar plazar primando otros aspectos
* La inspección tiene que ser una ayuda real y no algo burocrático
* No coincido en el tema 18 años, debemos tender a ello, aunque con los cambios necesarios para que no sea un infierno para alumnos y docentes
* Hay que meterse a fondo en la selección de centro
Chapó por tus reflexiones. Ahora sólo nos queda que la política salga de la educación y nos la dejen a los profesionales.
Gracias, Toni, por tus reflexiones. Como siempre, acertadas y apostando por soluciones en las que nos impliquemos todos.
Un saludo
Lo has clavado,Toni.
Lo has clavado,Toni.
Te mentiría si te dijera que me ha interesado el post de hoy. No sé nada de educación que vaya más allá del aula en la que entro. Y de esto tal vez muy poco. Se me escapa la organización del sistema educativo. Ni me interesa demasiado. No porque no tenga interés que lo tiene y mucho. Simplemente porque es poco literario, poco sensual, poco plástico.
Alguna vez lo he sugerido, pero tu límite no está solo en la docencia activa. Espero que alguien te descubra.
Dejar la educación en manos de los profesionales de la educación como dice alguno de tus comentaristas sería lo más devastador que podría suceder. Si reúnes a cien profesionales de la educación, tendrías cien sistemas educativos distintos. No he visto que sepan menos de educación que los profesionales que conozco, incluido yo. No somos mucho de confiar.
Impecable post. A ver si te hacen caso. Mejor nos iría si pidieran consejo a aquellos que pisan todos los días el aula y sufren en sus propias carnes todas las carencias y sinsentidos de este sistema educativo.
Toni, Marina no sueña. Marina cobra por dibujar un nuevo panorama en la educación, desde su concepción de filósofo. Su libro es un encargo. Esto no debería perderlo de vista. Él no pretende cambiar la educación, él es un teórico a sueldo. Deberías mandarle tu entrada para que fuera coleccionando las distintas opiniones que se están desarrollando al hilo de su propuesta.
Pero qué acertada tu visión, Toni, comparto contigo tu análisis que tan bien has sabido resumir... Gracias por crear opinión.
Javier: Habría que plantear la necesidad de una carrera docente sin distinción de Primaria, Infantil, Secundaria, etc. y quizá dejar para los máster la especificidad, lo que facilitaría el tránsito de docentes de un nivel a otro (por supuesto sin penalizar económicamente, como si fuese más digno el bachiller que la Infantil). El control de matrícula en los centros concertados es más que necesario si estos siguen dependiendo del erario público, pues todos sabemos que no hay reparto equitativo. Coincido también contigo en la idoneidad de la autoridad basada en el conocimiento del aula y no en otros méritos.
Celia: Gracias por tus palabras. Los guetos escolares nos perjudican a todos, aunque muchos piensen que salen favorecidos. Hay que recordar que lo que ahorramos en escuelas lo pagaremos en cárceles.
Rosa: No solo los tutores de los alumnos en prácticas, sino los propios alumnos en prácticas que en lugar de pensar en los errores que sufrieron de alumnos acaban perpetuando una metodología que saben ineficaz. Gracias por tu comentario.
Heteroayuda: Creo que en muchos casos, echarle la culpa a la ley es una mera excusa de mal profesor. Hay apartados de las leyes que son perversos, como la insistencia en convertir a los alumnos en trabajadores y usuarios, pero en cuanto a la metodología la ley nos da la razón a quienes apostamos por una escuela distinta. Me creo lo que cuentas de la universidad; cuando estaba en ella veía que incluso miraban con desdén a quienes venían de facultades de Magisterio.
Eduideas: Más o menos seguimos la misma línea. El asunto de los 18 años es complejo; mi centro, por ejemplo, casi lo está admitiendo de facto, ya que nos impide negar la matrícula al alumnado de más de 16 años incluso cuando acumula sanciones disciplinarias y ya no está en condiciones de obtener el título de ESO por vía ordinaria. Esto ha producido en los últimos años un desplazamiento bestial del fracaso escolar hacia los cursos de 3º y 4º de ESO. Si no hay diversificación en estos niveles ni recursos para orientar, es inapropiado plantear la obligatoriedad hasta los 18.
Canela y naranja: Gracias por tus palabras. A ver si nos dejan :)
María del Pino: Bienvenida al blog y gracias por comentar.
José Pascual: Gracias :)
Joselu: Te noto muy escéptico en este asunto, quizá por tu visión existencial del aula. Tienes razón en que los profes somos peligrosos; yo mismo me he denominado "arbitrista" en mi nota, casi incluyéndome en esa categoría de conversación de cuñado alrededor de una mesa de bar. Sin embargo, viendo los gestores que tiene este país, pienso que los profes de aula no lo harían tan mal, si estuviesen bien elegidos. Nunca me he metido en la gestión de mi centro, pues me he conformado con proponer y organizar lo que me ha apetecido para mi aula, pero últimamente veo que esa postura es muy negativa, pues deja los centros a merced no de quienes tienen una visión próspera del futuro educativo, sino de quienes tienen otros intereses más personales y nada educativos. Por primera vez en muchos años, pienso que permanecer al margen no nos hace ningún bien, por muy cómodo que resulte en lo personal.
Mª José: Ojalá nos convocaran más a menudo y nos hiciesen caso aunque fuese solo en pequeñas cosas, en mínimos gestos.
Lu: Lo peor del libro blanco de Marina es que surja a final de una legislatura que ha destrozado la educación pública y que ha sacado lo peor de todos y cada uno de los implicados en ella. Es un encargo envenenado y no entiendo bien por qué ha aceptado. No era el momento. Por cierto, se la he mandado y me ha contestado que se estudiarán todas las sugerencias que vayan llegando. Ja vorem...
José Luis: Gracias por tus palabras. A ver si algún día nos escuchan.
Toni for minister of dducation
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