Todos los comienzos de año traen consigo un montón de buenas intenciones que suelen quedar en nada. (...) En este sentido, he decidido empezar una de esas colecciones inútiles que pienso ir publicando en el blog mientras me duren las ganas y no haya algaradas entre los visitantes. Se trata de recuperar algunas de mis lecturas de hace quince años (...) de modo que he recuperado los repertorios en los que voy apuntando todas esas lecturas y, de ellos, seleccionaré no más de tres lecturas por mes. (...) Como no tenía un buen nombre para este coleccionable, he probado a inventar sesquidécada (...)
Así pues, esta sesquidécada de hoy cumple ya con cinco años de lecturas recordadas, sesenta notas en el blog celebrando la literatura, una auténtica antología personal de la memoria lectora. No sé muy bien cuánto tiempo durará esta serie, ni el blog, ni el oficio, que los tiempos no están para confiar en lo perenne, pero mi deseo es seguir compartiendo con vosotros esas pequeñas reflexiones en voz alta que dan sentido a este blog mientras tenga tan ilustres visitas como las que me brindáis.
Para cerrar el año y este lustro de sesquidécadas, he elegido una lectura de diciembre de 1998 que abriría una afición que me duró mucho tiempo y que aún hoy conservo en los ratos libres que deja la docencia. Se trata de los Bestiarios medievales, un género que recopilaba historias curiosas sobre animales reales y seres imaginarios sin que se distinguiese muy bien qué era ficción y qué era realidad. El primer bestiario como tal que conocí fue una antología en catalán medieval, algunos de cuyos fragmentos podéis encontrar en este enlace. Me llamó la atención la mezcla de elementos legendarios con otros propios de la observación naturalista. Conforme fui indagando en el tema, vi que muchos de esos bestiarios tenían como fuente original los libros de Historia Natural de Plinio el Viejo, aderezados con historias diversas de seres y tierras legendarios -la del Preste Juan, por ejemplo- que recogían los viajeros por la Ruta de la Seda o por África. Especial interés tiene el Libro de las Maravillas del Mundo, de John Mandeville (ver edición digital), que recoge referencias a los bestiarios pero sobre todo a las razas humanas monstruosas.
Estas historias medievales pasarían luego a formar parte de las relaciones de sucesos de los siglos XVI y XVII, generalmente distribuidas en forma de pliegos sueltos, y acabarían configurando el repertorio de ciegos y cómicos ambulantes, salpicadas de crímenes truculentos o de catástrofes naturales que han llegado hasta el siglo XX. Hace poco, pudimos ver algunas de las ilustraciones de monstruos de Ulisse Aldrovandi, un científico del Renacimiento, usadas habitualmente en esas relaciones tan populares.
Si os interesa el tema, hay varios manuales que pueden interesaros, especialmente el de Claude Kappler: Monstruos, demonios y maravillas a fines de la edad media, o el Bestiario de Dioscórides, traducido por el médico renacentista Andrés Laguna, aunque también podéis encontrar referencias en obras clásicas como el Jardín de flores curiosas de Antonio de Torquemada (versión en PDF).
Como regalo de fin de año, os dejo el enlace a un artículo mío: Monstruos y prodigios, en la revista Métode, en el que, por ejemplo, podéis aprender por qué el castor se corta de un bocado sus vergüenzas y se queda tan contento. Espero que tanto monstruo no os quite el sueño de la razón. Feliz año, felices lecturas.
5 comentarios:
Muy interesantes los bestiarios, como las revistas actuales de curiosidades, las noticias de sucesos de diferentes épocas y los mitos. Todos ellos comparten ese punto de desmesura que revela muchas cosas de la sociedad que los engendra y atraen mucho a los alumnos.
Espero que las sesquidécadas sigan en el tiempo, es un gran hallazgo y más interesantes que las reseñas de lecturas actuales porque el tiempo transcurrido incorpora una revisión reflexiva a lo leído y porque así varían las recomendaciones y no son la última moda de X, como en muchos blogs de lecturas.
El artículo, como todos los de tu blog, es muy interesante y muy agradable de leer. Pero creo que no me gustarían esos bestiarios. Prefiero lo agradable, bueno y hermoso de los animales. Feliz año, amigo.
No he leído ningún bestiario ni de los que apuntas ni de ningún otro tipo. Creo que no me acaban de gustar las descripciones de animales fantásticos, aunque reconozco que algunos de ellos como las sirenas o los unicornios o los grifos han marcado la imaginación de la humanidad.
En cuanto a las sesquidécadas, es interesante seguirlas porque dan idea de un proceso de incorporación intelectual reflexiva que permite considerar tu cultura y tu formación literaria. Ojalá yo pudiera hacer algo parecido porque hubiera tomado notas de mis lecturas de hace tiempo. Mi formación abarca desde mis doce años, mis quince, mis diecisiete, mis veintitantos, los treinta, así hasta llegar ahora en una secuencia fascinante de lecturas. Recuerdo que mi padre, que era aparejador y poco dado a la lectura de obras de ficción (sí de historia de la segunda guerra mundial -libros que yo devoré- o de aeronáutica o de ciencia) decía que la literatura era anacrónica. Con esta recomendación entusiasta respecto a lo literario yo me sumergí en las lecturas desde que era muy niño, pero raramente he tomado notas de mis reflexiones lectoras. Así pues, entiendo que estas sesquidécadas son una reflexión sobre el proceso intelectual muy provechosa para ti que vuelves a tus libros de cabecera como para los que te leemos que a veces nos sentimos cercanos a ellas, aunque otras veces no. La literatura es tan inmensa que por mucho que lea uno, siempre deja ámbitos en su desconocimiento. Yo por ejemplo no he leído nada de la literatura latina, salvo Las metamorfosis de Ovidio. Y otra obra que me gustaría leer algún día sería la de Josep Pla, sobre todo porque para el nacionalismo catalán es alguien al que nunca han acabado de aceptar, aparte, por supuesto, de que escribe como los dioses. Leí su Quadern Gris y me quedé fascinado.
Felices días de lecturas y de familia.
Me parece muy interesante tu sesquidécada monstruosa. Este tipo de monstruos imposibles siempre han dado mucho juego, son muy literarios :) Me ha encantado tu artículo, bella la historia del "Peje Nicomedes". Tu entrada me ha recordado una tertulia literaria a la que pertenecía y a la que denominábamos "Tarasca" (muy calderoniano) Calderón la utilizó en el Corpus en Madrid 1774 :)
Enhorabuena, tanto por el lustro de "Sesquidécada" como por la magnífica entrada que has publicado, pues los bestiarios, al igual que para ti, siempre se me han antojado fascinantes.
Conocía, de los que citas, el de Torquemada y el de Dioscórides, además de la obra de Plinio el Viejo. La esencia de estos bestiarios es la misma de los cantares de gesta o de las primeras novelas caballerescas: no saber deslindar la ficción de la realidad, llámese ciencia o crónicas históricas, ya que para sus autores, en el momento en que las compusieron, no había tal distinción.
Por último, recomiendo dos libros que descubrí por casualidad: El bestiario,de Ferrer Lerín, y Atlas de tierras legendarias, de Judyth A. McLeod, disponibles en Círculo de Lectores.
Felices Fiestas, Antonio, y próspero 2014.
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