Mañana es lunes y empieza la semana. Ya sabéis con qué caras se encuentra uno los lunes: hay muertos vivientes con un aspecto más amigable. Si, en condiciones normales, el profesorado echa chispas por los pasillos, los lunes casi mejor no hablar con nadie. A menudo, entro en la sala de profesores diciendo alguna tontería (para variar) y la gente me mira como si fuese un marciano, quizá espantados de que alguien acuda a trabajar un lunes por la mañana de buen humor. No soy marciano y os voy a contar mi truco. Tengo guardado por aquí un horario de clase de hace unos años, cuando empecé a trabajar en la docencia (de mi trabajo anterior, que incluía domingos y festivos mejor ni hablo). Es éste:
Una agenda apretadita, como veis, que incluye labores nutricias y motoras. Por suerte, ahora tengo casi el doble de tiempo libre, que puedo dedicar a otros asuntos, como llevar un blog, aprender las TIC o dedicarme a la familia. Cuando tengo un día horrible, pienso en ese horario y lo comparo con el actual, algo que me produce un vértigo extraño, pero que me sosiega al instante.
Desde luego, tenemos muchas razones para quejarnos y para pedir mejoras para nuestros alumnos, para nuestros centros y para nosotros mismos. Pero si miramos a nuestro alrededor, quizá no encontremos tantas razones para ir con esas malas caras los lunes. A no ser que sea algo congénito...
No sabes cuánto me consuela tu entrada, Antonio, pues me quita el complejo de bicho raro. Yo suelo empezar a trabajar los lunes (y también me ocurría cuando estaba a pie de aula) contento, de buen humor, con la ilusión de toda una semana por delante y la perspectiva de un trabajo provechoso.
ResponderEliminarY en lo demás, te asiste también la razón: el nuestro será un trabajo a ratos difícil, áspero, con frustraciones y desengaños. Pero basta echar un vistazo a nuestro alrededor para ver qué empleos miserables tiene mucha gente.
Trabajé en un centro privado donde tenía treinta horas de docencia a la semana. Había días en que empezaba a las ocho de la mañana y acababa a las diez de la noche. Tenía siete COUs de lengua con 55 alumnos cada uno y dos literaturas de tercero con 35 alumnos. Un total de 455 alumnos de buen nivel y varios superdotados. Situación complicada para el profesor que empezaba. Cuando aprobé las oposiciones sentí un alivio considerable y me dediqué a experimentar. He perdido algo del furor de aquellos años, pero los alummos no son los mismos. Cuando entro en clase no observo los mismos rostros ni la misma actitud. Me cuesta empezar los lunes. Amo el conocimiento y la experimentación, pero hoy por hoy el horno no está para bollos. Hay desertores de las aulas por doquier. Las clases por las tardes son un disparate. Entrar en 3D me pone de los nervios... Preferiría tener un horario más apretado y encontrarme a alumnos con más ganas de aprender, amigo Antonio.
ResponderEliminarAgradezco que alguien lo diga : en algunos sentidos la educación, como los lunes, es un alegre vergel.
ResponderEliminarDepende mucho de nosotros si sigue o no floreciendo.
Por mi parte en la empresa privada, trabajaba muchas más horas y tenía el móvil disponible casi las 24 horas.
Ahora disfruto todo lo que puedo, fíjate que hasta he encontrado algunos compañeros que me enseñan y algunos alumnos que aprenden.
Saludos.
Forges dijo una vez que se le subían los lunes al "chepódromo" para destacar lo que pesan.
ResponderEliminarYo tengo lunes de todo. Por regla general acudo al trabajo contenta, animada... siempre con algo nuevo bajo el brazo, en mi apretada carpeta.
Pero también, hay lunes en los que debo cantar el ommmmmm, antes de entrar a según qué clases.
Hoy, por ejemplo, ha sido uno de esos lunes claros en los que he visto cómo el esfuerzo de organizar la visita de los padres a la sesión de lectura ha dado sus frutos. Nos hemos ido todos como flotando.
Si, al final, resultará que nos encantan los lunes. Desde luego, lo mejor del lunes es que sólo hay uno a la semana ;-)
ResponderEliminarJajaja. Buenísima reflexión Toni.
ResponderEliminarCuando has trabajado en otros trabajos valoras de una manera muy especial el horario de un profesor de secundaria. Además está el tema de la relatividad o la comparación con años anteriores. Todos nos acostumbramos pronto a lo bueno y luego... en cuanto varía cualquier aspecto de lo conseguido, nos quejamos.
Por mi parte comentaré lo que me ocurrió. Trabajaba de ingeniero 10 horas al día. Entraba de noche y salia de noche. 10 horas delante de una pantalla de ordenador. Pasaba más horas con esta en un día que con mi novia en una semana.
Cuando tube la oportunidad de trabajar en la docencia y además en la especialidad de música, no lo dudé y me fuí a Barcelona. Un trabajo en un reformatorio de Sabadell- mi primer trabajo docente, que ilusión !!! no coment - Independientemente de las dificultades de este centro, tenía que levantarme a las 5 30h para coger 3 líneas de metro en barna y un cercanias que me dejaba a 15 minutos andando del IES. A esto se le sumaba la jornada partida, comer fuera de casa, dar clase a la hora de la siesta y si por casualidad terminabas 1 horita antes te tenías que esperar al resto de profes para salir todos juntos sin miedo a los alumnos que melodeaban por delante del centro.
Lo bueno es que tantas horas en el tren y metro, posibilitaron una capacidad de concentración en mi estudio que me ayudaron sin duda a aprobar las opos el año siguiente.
Lo más curioso de todo es que a mi me parecía el mejor curro del mundo. Si volviese mañana destinado a aquel centro no estoy seguro de pensar lo mismo. TODO ES RELATIVO, no??
Saludos
Yo te doy la razón, Antonio. A veces oigo quejas en el ies que me sorprenden, será porque llevo muy poquito y vengo de "otro trabajo". Esto es una maravilla, con todo lo que me cueste hacerme con las clases.
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