La primera lectura es Neuromante, de William Gibson. Se trata de una novela de 1984 (bonito azar) en la que aparecen elementos que hoy ya tenemos normalizados como la inteligencia artificial, la matriz o los piratas informáticos. Por sus referencias transmedia y su ambiente distópico, es una novela ideal para ser adaptada al cómic, a la televisión o al videojuego, como así ha ocurrido. Tiene el encanto del ciberpunk, ese género que mezcla lo digital con el anarquismo activista o decadente, según la mirada del lector. La trama es lo bastante compleja para que nos sintamos tan perdidos en ella como el protagonista. Conspiraciones, sabotaje, extorsión y amor se enredan también en un argumento que brilla más por su desarrollo que por su desenlace. Lo dicho, un clásico de un género que se explica por sí solo.
Re(paso) de lengua
Para los profesores de lengua y literatura, este blog pretende ser la Cueva de Alí Babá, en la que encontrar alguna idea, algún germen que permita abrir caminos, sembrar dudas, avivar el seso de los más inquietos.
23 mayo 2025
Sesquidécada: mayo 2010
20 mayo 2025
La península de las casas vacías contra el olvido
No sé por dónde empezar. Soy lector compulsivo, incluso en estos últimos años en los que apenas tengo tiempo de leer, por trabajo o por cansancio, cosas ambas atribuibles a la edad y la falta de disciplina a la hora de perder horas en tonterías. Leo mucho y muy desordenado, lo que me hace olvidar a veces lo que he leído. Quizá por eso reconozco una buena novela cuando me da una patada en el estómago y deja esa sensación que presagia un dolor o un placer duraderos. Recuerdo que en mis años universitarios me sucedió con algunos clásicos, pero también con novelas contemporáneas como Juegos de la edad tardía, de Landero o Las ciudades invisibles, de Calvino, entre otras.
La península de las casas vacías, de David Uclés, es la novela que me gustaría haber escrito. Eso no tiene demasiada importancia, siendo como soy un insignificante lector. Sin embargo, creo que sería también la novela que escribiría hoy Max Aub, si se alzase de su tumba y viese, con mayor estupor si cabe, la España que describió en La gallina ciega. Creo que Aub sería capaz de escribir algo parecido si uniese la magia de su prosa casi novecentista de, por ejemplo, Fábula verde, con la fantasía de relatos como La gabardina, con el sarcasmo de sus Crímenes ejemplares y con la observación de personajes de La calle de Valverde. Pero el Aub que afloraría en paralelo a la novela de Uclés sería el del autor del Laberinto mágico, la saga de novelas sobre la guerra civil de la que inevitablemente se han de acordar los lectores de esta novela que bucea en el horror de aquellos años. Los lectores de Aub pasearán por los campos de esta península de casas vacías como lo hicieron por los otros Campos, el abierto y el cerrado, el del Moro y el de los almendros, aunque en esta ocasión la realidad objetiva se verá deformada por los espejos de ese realismo mágico, heredado más de Valle-Inclán que de García Márquez.
Esta novela de David Uclés es un regalo para los buenos lectores, para los que saben aprovechar las referencias históricas y culturales, para los amantes de la literatura, para los poetas, para los desengañados y los optimistas... Es un regalo por su prosa y por su técnica, por lo que se cuenta y por lo que se esconde. Es una novela de la que se aprovecha todo, hasta el narrador. Esta novela merece dedicarle la atención que hoy nos quitan otras distracciones, porque con ella nos reconciliamos (o no) con nuestra condición de españoles, productos de esa paradoja de querer serlo y no serlo a la vez. Si hubiese una Generación del 98 un siglo después, Uclés merecería formar parte de ella por indagar en el quién y el qué de España, una Iberia cainita y olvidadiza de la que no se puede huir. Como dice el narrador acerca de unos de sus personajes, "me daba pena que, en cuatro décadas, despertaran en una sociedad que, en lugar de tratar la guerra con una firme memoria histórica, firmará un pacto de silencio y dedicará únicamente un par de páginas en los libros de texto al conflicto." Decía Max Aub en 1972, tras su visita, que no regreso, a España: "España seguirá siendo lo que es, no lo que queramos que sea. Lúcida, orgullosa, ignorante y creyente en Dios y en todos los santos (algunos laicos) y con la suficiente dosis de anticlericalismo para mantener viva la Iglesia." Necesitamos más novelas como La península de las casas vacías para no olvidar de dónde venimos, para que no venza la ignorancia sobre la lucidez.
05 mayo 2025
Vulnerables y a menudo invisibles
30 abril 2025
Sesquidécada: abril 2010
Tenemos primero El día de los trífidos, de John Wyndham, una novela apocalíptica que encajaría perfectamente en los gustos de las series actuales (de hecho, hay una versión televisiva de 2009). Se trata de una distopía en la que unos seres mitad vegetal mitad animal tratan de apoderarse de las ciudades dejando ciegos a los humanos y devorándolos después. Como sucede en otras novelas del género (pensemos en el Ensayo sobre la ceguera de Saramago), el caos generado por los trífidos sirve también para reflexionar sobre la condición humana y su organización social. Una novela tan entretenida como angustiosa.
15 abril 2025
Profesor(x)s. Un emoji... triste
En el ensayo Profesor(x)s. Un emoji, de Santiago García Tirado se recogen muchos de esos males de la escuela con los que todos estamos de acuerdo. Es un libro de experiencia personal, escrito con la perspectiva de muchos años de docencia, sazonado con diversas citas de pedagogos, intelectuales y autores clásicos, que se lee fácilmente y que ofrece un punto de vista que nunca dejará impasible al lector. García Tirado desgrana con soltura su vida profesional y nos ofrece en abanico el desastre educativo para que participemos en una partida triste en la que todo parece ir de mal en peor. Como decía al principio, en un claustro de cien personas, si nos ponemos a hablar de todo lo que funciona mal, podríamos dedicar un almuerzo entero o incluso una velada si se tercia. Pero, igual que ocurre en las conversaciones de bar, si tratamos de encontrar soluciones realistas, la tendencia es por un lado a echar balones fuera (la administración, las familias, los políticos...) y por otro a pensar que bajando la ratio se solucionan todos los problemas. Desde luego, en ese claustro de cien personas, un nutrido sector asentirá mientras lee el libro de García Tirado, porque han vivido situaciones como las que se cuentan, porque comparten ciertos diagnósticos y porque aplauden algunas de las propuestas de solución. Esos docentes pueden coincidir en bastantes de las afirmaciones del profesor García Tirado, afirmaciones que confirman sus propias experiencias y que satisfacen esa necesidad de dar voz a un sector del profesorado cada vez más quemado. De hecho, el autor afirma esa convicción de que los docentes están cada vez más atomizados y necesitan unión y apoyo; hasta ahí todo bien. Sin embargo, hay otras muchas afirmaciones en el libro con las que no estaría de acuerdo ni siquiera la mayoría de ese claustro de cien personas. Por ejemplo, habla de familias que vienen a pedir más deberes, algo que no he visto en mis más de veinte años de experiencia; axiomas como "sin silencio no hay hecho educativo" son bastante discutibles y dudo que todos lo apoyasen; la visión de los centros educativos como un espacio hostil en el que los docentes sufren una especie de distopía de supervivencia tampoco creo que lo puedan suscribir todos los docentes de ese hipotético claustro. Es más, conforme uno avanza en su lectura, encuentra referencias muy concretas a unas circunstancias educativas en las que es difícil coincidir: el uso desmedido de las TIC, el enfoque competencial generalizado o la injerencia de fundaciones (concretamente Bofill a través de Escola Nova 21). Muchos docentes del claustro hispano todavía no hemos visto ni portátiles, ni tablets, ni competencias ni apenas trabajo por proyectos en nuestras aulas. Quizá por ello tampoco podemos coincidir algunos en las soluciones que se dan para arreglar los desperfectos de la educación, ya que poco puede ayudar la eliminación de las tecnologías a quienes ni siquiera las han llegado a introducir en el aula. Por otro lado, conceptos como recuperar la autoridad, premiar el esfuerzo o expulsar a las madres de los centros educativos no forman parte del catálogo de expectativas de buena parte del profesorado, al menos por la banda progresista.
A pesar de esas discrepancias, en este libro he encontrado momentos de complicidad, como la necesidad de una escuela lenta que abandone el ritmo frenético de los temarios inabarcables o la exigencia de educar en valores democráticos. Las citas de Pennac y su Mal de escuela o las referencias a La lengua de las mariposas de Manuel Rivas contrastan con otros fragmentos en los que se demoniza el aprendizaje por descubrimiento o la atención al alumnado desafiante, por poner solo un par de ejemplos. En conclusión, Profesor(x)s. Un emoji permite a ese sector del profesorado que ha perdido toda esperanza en cambiar a mejor la escuela encontrar el consuelo de un interlocutor cómplice; por el precio de un libro te ahorras la sesión del psicólogo.
Profesor(x)s. Un emoji. El viejo topo. 2025
Santiago García Tirado
09 abril 2025
Teníamos 15 años... con luces y sombras
Teníamos 15 años es una novela que rinde homenaje a una generación que tiene hoy entre 45 y 55 años, una generación que tiene muy buena memoria para el ocio, la música o el cine de los maravillosos 80 y 90, pero muy mala memoria para los horrores de una sociedad a la que le faltaban varias vueltas de microondas. La nostalgia selectiva que enaltece aquella época, también en lo educativo, deja de lado el machismo, la homofobia y el casticismo más tóxico de una generación anterior que todavía no se había sacudido de los vetos y prejuicios del franquismo.
Pero, al margen de esos guiños a una generación encantada de conocerse, tenemos también el aviso a navegantes para la juventud actual. Ese viajero en el tiempo que revive ahora como docente su época como estudiante va a comprobar que el río de Heráclito todavía arrastra maleza que creía extinguida. Maleza en los actos de los jóvenes de ahora y en la herencia de sus padres que parece perpetuarse como la mala hierba.
Estamos ante una novela breve, muy bien armada en dos tiempos y en dos modos de contar historias que confluyen, con unos personajes con los que es fácil completar los silencios y con un mensaje siempre claro (como en toda la obra de Nando López): ni las convenciones sociales ni las ideologías políticas o religiosas pueden estar por encima de lo que somos y de lo que amamos. Por eso vale la pena darse siempre el chapuzón en sus libros.
Nando López y Nicolás Castell
Loqueleo. 2025
28 marzo 2025
Sesquidécada: marzo 2010
26 febrero 2025
Sesquidécada: febrero 2010
Tengo anotado en las lecturas de febrero de 2010 un libro de Luis Landero del que apenas me acuerdo; lo mismo me ocurre con otro de Herta Müller, que había obtenido el Nobel el año anterior. Es frecuente que en mi recuperación de lecturas de hace quince años para estas sesquidécadas me encuentre con libros de los que no consigo recordar nada. Sin embargo, me sorprende en esta ocasión que ocurra con un autor que me encanta, Landero, y con otra autora que seguramente leí con mucho interés, Müller. Podría culpar al ebook y la lectura en pantalla, pero justamente tengo apuntado que esos libros los saqué de la biblioteca, así que solo lo puedo atribuir al inexorable paso del tiempo y a las cosas de la edad.
Aun así, tengo dos libros de aquel mes que sí han dejado buen recuerdo en mi memoria. El primero es La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, una novela que tuvo notable éxito en aquellos días y que llegó incluso al cine. Es una obra con ingredientes que no suelen fallar: una mujer mayor con muchas experiencias de vida para contar y una niña superdotada con muchas inquietudes y curiosidades que saciar. A esto hay que añadir numerosas referencias literarias y una narración ágil que engancha al lector desde el primer momento. Buena recomendación para cualquier lector y para cualquier edad.
El segundo es un clásico que no me explico por qué no había leído hasta entonces: Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. No creo que merezca la pena extenderme en dar razones para leerlo, porque forma parte del canon y porque es un referente en la ciencia-ficción de calidad. Un conjunto de relatos que habla más de nosotros que de los marcianos; un conjunto de relatos lúcidos, divertidos y críticos. Un libro imprescindible.