09 abril 2025

Teníamos 15 años... con luces y sombras

 

La última novela de Nando López, Teníamos 15 años, en colaboración con el ilustrador Nicolás Castell, que ejerce de contrapunto narrativo con sus brillantes viñetas, es una invitación a zambullirse en el río de Heráclito para comprobar que todo parece repetirse, pero que nunca serán las mismas aguas ni las mismas experiencias las que nos envuelvan.

Teníamos 15 años es una novela que rinde homenaje a una generación que tiene hoy entre 45 y 55 años, una generación que tiene muy buena memoria para el ocio, la música o el cine de los maravillosos 80 y 90, pero muy mala memoria para los horrores de una sociedad a la que le faltaban varias vueltas de microondas. La nostalgia selectiva que enaltece aquella época, también en lo educativo, deja de lado el machismo, la homofobia y el casticismo más tóxico de una generación anterior que todavía no se había sacudido de los vetos y prejuicios del franquismo.

Pero, al margen de esos guiños a una generación encantada de conocerse, tenemos también el aviso a navegantes para la juventud actual. Ese viajero en el tiempo que revive ahora como docente su época como estudiante va a comprobar que el río de Heráclito todavía arrastra maleza que creía extinguida. Maleza en los actos de los jóvenes de ahora y en la herencia de sus padres que parece perpetuarse como la mala hierba. 

Estamos ante una novela breve, muy bien armada en dos tiempos y en dos modos de contar historias que confluyen, con unos personajes con los que es fácil completar los silencios y con un mensaje siempre claro (como en toda la obra de Nando López): ni las convenciones sociales ni las ideologías políticas o religiosas pueden estar por encima de lo que somos y de lo que amamos. Por eso vale la pena darse siempre el chapuzón en sus libros. 


Teníamos 15 años

Nando López y Nicolás Castell

Loqueleo. 2025

28 marzo 2025

Sesquidécada: marzo 2010

Hace quince años se pusieron de moda algunos pastiches literarios que mezclaban los clásicos con el género gore: Sentido y sensibilidad y monstruos marinos, Orgullo y prejuicio y zombis, etc. Al hilo de esa tendencia global, algunos literatos hispánicos se lanzaron con sus versiones mestizas, algunas de las cuales protagonizan esta sesquidécada.



Digna de ser recordada es La casa de Bernarda Alba zombi, una obra que incluye hasta un estudio crítico nada desdeñable. Os recomiendo que la leáis sin prejuicios y paséis un rato divertido, porque me parece un juego metaliterario bastante interesante. No creo que sea necesario explicar el argumento de la obra, salvo por ese pequeño añadido de los muertos vivientes.


En la misma línea está Lazarillo Z: matar zombies nunca fue pan comido. Quizá menos trabajado que el anterior, cuenta con la ventaja de ser una narración más popular, lo que engancha mejor al lector. Se llegó a editar en bolsillo y es fácil encontrarlo en librerías de saldo. También hay una versión ilustrada muy curiosa. Debo reconocer que estos experimentos me parecieron divertidos, incluso para trabajarlos en clase, aunque era consciente de que se trataba de una moda pasajera (o no tanto). Yo mismo perpetré una versión zombi del primer acto de Luces de bohemia que todavía se puede leer en la red.


Y como no todo es broma, también recupero en esta sesquidécada un libro no muy famoso de Ray Bradbury, El vino del estío, mezcla de memoria, fantasía y descubrimiento, en una narración sugerente y llena de nostalgia. Guardo buen recuerdo de su lectura, muy distinta de sus relatos más conocidos.

26 febrero 2025

Sesquidécada: febrero 2010

Tengo anotado en las lecturas de febrero de 2010 un libro de Luis Landero del que apenas me acuerdo; lo mismo me ocurre con otro de Herta Müller, que había obtenido el Nobel el año anterior. Es frecuente que en mi recuperación de lecturas de hace quince años para estas sesquidécadas me encuentre con libros de los que no consigo recordar nada. Sin embargo, me sorprende en esta ocasión que ocurra con un autor que me encanta, Landero, y con otra autora que seguramente leí con mucho interés, Müller. Podría culpar al ebook y la lectura en pantalla, pero justamente tengo apuntado que esos libros los saqué de la biblioteca, así que solo lo puedo atribuir al inexorable paso del tiempo y a las cosas de la edad.



Aun así, tengo dos libros de aquel mes que sí han dejado buen recuerdo en mi memoria. El primero es La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, una novela que tuvo notable éxito en aquellos días y que llegó incluso al cine. Es una obra con ingredientes que no suelen fallar: una mujer mayor con muchas experiencias de vida para contar y una niña superdotada con muchas inquietudes y curiosidades que saciar. A esto hay que añadir numerosas referencias literarias y una narración ágil que engancha al lector desde el primer momento. Buena recomendación para cualquier lector y para cualquier edad.



El segundo es un clásico que no me explico por qué no había leído hasta entonces: Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. No creo que merezca la pena extenderme en dar razones para leerlo, porque forma parte del canon y porque es un referente en la ciencia-ficción de calidad. Un conjunto de relatos que habla más de nosotros que de los marcianos; un conjunto de relatos lúcidos, divertidos y críticos. Un libro imprescindible. 

20 enero 2025

Sesquidécada: enero 2010


Al repasar las lecturas de aquel enero de 2010 me ha alegrado comprobar que guardaba buen recuerdo de todas ellas, algo poco habitual cuando redacto estas sesquidécadas, en las que en más de una ocasión tengo que rebuscar en el fondo de armario de la memoria (y de internet) algún detalle o incluso la trama principal de esas lecturas antiguas, incluso de las que recuerdo con cariño.

Tres novelas traigo, tres, hermosas y diferentes, y recomendables las tres a pesar del tiempo pasado. La primera es una novela de un autor que seguro ya conocéis: George R.R. Martin, pero no se trata de su célebre saga de la Canción de Hielo y Fuego, sino de una obra que remite por un lado a la novela gótica y por otro a las narraciones sureñas del estilo Mark Twain o de William Faulkner. Sueño del Fevre es un relato vampírico maravilloso, con todo el encanto del terror sutil del siglo XIX y el ambiente de los vapores fluviales del Misisipi. Por cierto, de este autor de sagas podríamos saltar a otra saga actual de ríos sureños, también con elementos fantásticos: Blackwater. Ahí dejo el anzuelo.



La otra novela recomedada va de trenes y túneles y se trata de Los túneles del paraíso, de Luciano García Egido. Es una ficción basada en la historia real de la construcción de la línea ferroviaria entre Salamanca y Portugal, concretamente la que unía la Fregeneda y Barca d'Alva. En la novela se aprecia el esfuerzo titánico de tanta gente de la zona y de forasteros atraídos por el sueño de una vida mejor. Casi quince años después pude visitar esa zona, con la línea tristemente cerrada a pesar de su atractivo paisajístico y patrimonial, y dar sentido a muchas de las historias que se entrelazan en la novela. Recomiendo por tanto su lectura y la visita a este camino de hierro que, una vez más, demuestra el poco aprecio que tenemos en este país por el patrimonio histórico ferroviario.



Por último, una curiosa novela policíaca en la que las detectives son Las ovejas de Glennkill. La escritora alemana Leonie Swann alcanzó bastante notoriedad con esta intriga en la que un rebaño de ovejas ha de resolver la muerte del pastor. Con buenas dosis de ingenio y humor, el lector irá descubriendo con ellas los entresijos de un crimen pastoril. Divertida y ligera para empezar el año con buen humor.