Hace quince años se pusieron de moda algunos pastiches literarios que mezclaban los clásicos con el género gore: Sentido y sensibilidad y monstruos marinos, Orgullo y prejuicio y zombis, etc. Al hilo de esa tendencia global, algunos literatos hispánicos se lanzaron con sus versiones mestizas, algunas de las cuales protagonizan esta sesquidécada.
Digna de ser recordada es La casa de Bernarda Alba zombi, una obra que incluye hasta un estudio crítico nada desdeñable. Os recomiendo que la leáis sin prejuicios y paséis un rato divertido, porque me parece un juego metaliterario bastante interesante. No creo que sea necesario explicar el argumento de la obra, salvo por ese pequeño añadido de los muertos vivientes.
En la misma línea está Lazarillo Z: matar zombies nunca fue pan comido. Quizá menos trabajado que el anterior, cuenta con la ventaja de ser una narración más popular, lo que engancha mejor al lector. Se llegó a editar en bolsillo y es fácil encontrarlo en librerías de saldo. También hay una versión ilustrada muy curiosa. Debo reconocer que estos experimentos me parecieron divertidos, incluso para trabajarlos en clase, aunque era consciente de que se trataba de una moda pasajera (o no tanto). Yo mismo perpetré una versión zombi del primer acto de Luces de bohemia que todavía se puede leer en la red.
Y como no todo es broma, también recupero en esta sesquidécada un libro no muy famoso de Ray Bradbury, El vino del estío, mezcla de memoria, fantasía y descubrimiento, en una narración sugerente y llena de nostalgia. Guardo buen recuerdo de su lectura, muy distinta de sus relatos más conocidos.