30 octubre 2024

Sesquidécada: octubre 2009


Escribo esta sesquidécada todavía sobrecogido por la catástrofe de la DANA que ha azotado el sur de la ciudad de Valencia, una zona en la que he crecido y he vivido durante muchos años. Cuesta reconocer en las imágenes que veo esas calles que he recorrido tantas veces, esas calles por las que paseo todavía a menudo, pero que a partir de ahora cobrarán un nuevo valor. En aquel octubre de 2009 ya no vivía allí: hacía cuatro años que me había trasladado a Castellón, donde todavía continúo afincado. Traigo dos lecturas de aquel otoño, una novela negra y un libro bastante curioso.


Extraños en un tren, de Patricia Highsmith, no requiere mucha presentación, porque si no habéis leído la novela, seguro que habréis visto la película. Se trata de un clásico que va más allá de la intriga criminal en la que se enredan los dos protagonistas: es una indagación en los rincones oscuros de la psicología humana, por lo que no nos ha de extrañar que fuese Hitchcock quien dirigiese la versión cinematográfica.  


El libro curioso se titula El rival de Prometeo: Vidas de autómatas ilustres, y se trata de una antología de textos diversos a cargo de Sonia Bueno y Marta Peirano. Está organizado en cuatro bloques, que van desde fragmentos de Descartes o los enciclopedistas ilustrados, hasta relatos de ciencia-ficción de principios del siglo XX, pasando por clásicos del Romanticismo. Es una obra interesante para acercarse al tema de la inteligencia artificial antes de que existiese, con ramificaciones hacia los aspectos éticos y terroríficos que la rodean. Muy recomendable.




21 septiembre 2024

Sesquidécada: septiembre 2009

 

Mi primera participación en unas jornadas Novadors fue durante el verano de 2009. En la sesión inaugural, Vicent Campos, presidente de la asociación en aquel momento, mencionó el libro El castillo de cristal, de Jeannette Walls, como una lectura muy recomendable para los docentes. Como me considero alguien muy disciplinado a la hora de aceptar las recomendaciones de las personas a quienes admiro, un par de meses después, ya con las clases empezadas, hice mis deberes lectores, con un aprovechamiento que llega hasta esta sesquidécada, quince años después.

Se trata de una novela con tintes autobiográficos que cuenta la historia de una niña que crece en una familia poco convencional. Con un padre alcohólico y una madre happy, la protagonista trata de salir adelante con una energía envidiable. Es la historia de muchos niños, no solo en los Estados Unidos, sino en nuestros barrios e institutos, niños que no solo tienen que luchar por sus estudios o deberes, niños que tienen que lidiar con situaciones familiares que superan la ficción (por cierto, hay película, pero no la he visto). Creo, como dijo Vicent Campos, que es una novela necesaria para los docentes, al menos para entender que no todas las familias tienen a un docente o dos en casa, que no todas las familias tienen un hogar estable de referencia, que no todos los hogares son el refugio que uno espera para la protección de un menor. Lo dicho, una novela recomendable, con todos los ingredientes para no soltarla hasta el final.

14 septiembre 2024

Educa fakes, los bulos nuestros de cada día

 

La expresión de opiniones apresuradas, simplistas e infundadas es un género discursivo muy habitual en nuestras vidas. El ser humano en sus interacciones tiene la necesidad de hilvanar un hilo conductor, sea cual sea, para sostener una conversación que se alargue lo que dura un café, una cerveza o una comida de trabajo o familia. Comúnmente, a este género discursivo se lo conoce como "conversación de barra de bar", y tiene su epítome en la "cuñadez", esa frase sentenciosa que cierra el interloquio con un aforismo tan elegante y ampuloso como ridículo y vacuo.

Todos caemos en alguna ocasión en estos discursos sobre política, economía, salud o educación. Todos somos "cuñados" en la mayoría de temas que no controlamos. Lo preocupante es serlo en aquellos que constituyen tu oficio, en los que tendrías que ser autoridad y no advenedizo. El libro Educa fakes, de los especialistas Jesús Rogero y Daniel Turienzo, es una acertada y concisa guía para no caer en esos debates infundados, en esas mentiras interesadas, en esas medias verdades de barra de bar. Como profesionales deberíamos repasarlos uno por uno y tomar conciencia de que la educación no escapa de las trampas de otros ámbitos en lo que se refiere a la manipulación, los sesgos y la creación de marcos discursivos, que lo único que pretenden es allanar el camino a decisiones ajenas a lo educativo. El libro tiene diferentes apartados en los que se recogen 50 bulos sobre el nivel educativo, el esfuerzo, los recursos, la segregación escolar, la ideología y la política educativas. Está redactado de manera sintética y amena, con gráficos explicativos y la bibliografía básica para desmontar ciertas afirmaciones que a menudo se dan por válidas desde los medios de comunicación o las redes sociales. Es una obra que se lee casi de un tirón, con avidez y cierto cabeceo de aquiscencia en la mayoría de epígrafes. Hay que decir que algunas afirmaciones son más medias verdades que bulos, ya que las cuestiones que se plantean en ellas se mueven en el ámbito de la política o la ideología y por ello cabe la posibilidad de matizar los claroscuros, como bien señalan los autores en todo momento. Recordad que en el "discurso cuñado" las medias verdades no existen porque solo funcionan las máximas y las sentencias.

Encontrarme con este libro justo cuando se cumple un año de la publicación de mi Aula o jaula ha sido una buena ocasión para reflexionar de nuevo sobre lo complejo que resulta nuestro oficio, sobre las dificultades de gestionar un sistema tan diverso y con tantos factores en liza y, sobre todo, lo fácil que resulta para ciertas personas encontrar soluciones simples, apresuradas e infundadas para solucionar los grandes problemas de la Escuela. No os fiéis de ellos fuera de la barra de un bar.


Educa fakes. Jesús Rogero y Daniel Turienzo. Capitan Swing. 2024

25 agosto 2024

Sesquidécada: agosto 2009


Entre diversas lecturas juveniles y adaptaciones de clásicos, el agosto de 2009 estuvo teñido de lecturas serias, de novela negra, de melancolía y drama. Veamos algunas de ellas rescatadas para esta sesquidécada.


Quizá no conozcáis la trilogía de Deptford, de Robertson Davies, una serie compuesta por tres novelas con un crimen como hilo conductor: El quinto en discordia, Mantícora y El mundo de los prodigios. Es una obra difícil de encasillar, ya que no es novela negra ni drama, pero tiene elementos de ambos géneros. La narración es muy sugerente y también el estilo. Una buena recomendación lectora para este próximo otoño.



Otra novela rescatada, esta vez sí que del género negro, es El hombre de los círculos azules, de la autora francesa Fred Vargas. Se trata de la primera novela de la serie del comisario Adamsberg, un detective que protagoniza numerosas novelas muy recomendables de esta autora.



Por último, un drama que se ha llevado también al cine protagonizado por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, así que ya os podés hacer una idea de su intensidad. Se trata de Vía revolucionaria, de Richard Yates, otra de esas novelas que pone en entredicho el afamado sueño americano. No he visto la película, pero la novela me dejó esa sensación triste de vivir en un mundo que nos llena de expectativas que nunca se cumplen y deseos que se alejan en cuanto los tienes al alcance de la mano.

31 julio 2024

Memoria de un curso complejo

Esta semana se cierra un curso más, un curso tan extraño como complejo. Decir que este curso ha sido muy complejo podría inducir a pensar que otros no lo han sido, pero hay que reconocer que en el 2023-2024 hemos tenido demasiados frentes abiertos, algunos felizmente solucionados y otros no tanto. Vamos con ello.


Empezamos con mal pie, con una sentencia que anulaba los proyectos interdisciplinares y que desembocaba en una supresión de horas cuando ya estaban las plantillas solicitadas. El nuevo gobierno, que se estrenaba en julio, lanzó una resolución el 31 de agosto que obligaba a rehacer los horarios que la anterior administración había suprimido. En 1ESO se añadieron una hora de inglés y otra de matemáticas, pero para 2º y 3º de ESO se configuró una falsa asignatura sin currículo ni calificación AHP (ampliación de horario PAM), que era de obligatoria asistencia. Esta circunstancia nos ha llevado a tener a los alumnos de esos niveles ocupados durante dos horas a la semana en actividades diversas; imaginad el resultado, sin programación, sin objetivos, sin evaluación... Los horarios de septiembre provocaron las primeras susceptibilidades, porque ya ni siquiera se trataba de respetar desideratas, sino de comparar el horario de agosto con el de septiembre, con los correspondientes disgustos y malas caras.


El otro caballo de batalla ha sido la reducción de horas de codocencia, derivadas de la renuncia a impartir ámbitos en 1ESO, tras una reñida votación de 43 votos a favor y 46 en contra. Por tanto, este curso volvimos a las asignaturas separadas en 1º de ESO, no con el éxito que cabría esperar, a la vista de los resultados académicos y de convivencia, a pesar de tener casi 50 alumnos menos en ese nivel. De hecho, el profesorado de cinco departamentos ha solicitado la vuelta a la organización por ámbitos el curso que viene, y ya tenemos configurados los grupos para poder reducir la ratio en ese nivel de 1º de la ESO en el que es tan importante cuidar la transición de Primaria a Secundaria. En este sentido, también hemos recuperado las jornadas de intercambios de tutores de 1ESO/6º de Primaria.


Tampoco fue buena noticia la pérdida de horas en la asignación del Plan de Actuación para la Mejora (PAM), esas horas con las que se desarrollan los programas de mejora del centro: proyecto futuro, Casa Camarón, patios lúdicos, Stonewall, compensatoria, etc. De las 50 o 54 horas de otros cursos, pasamos a solo 6 horas este. Evidentemente, eso ha provocado numerosas desatenciones en el alumnado vulnerable: alumnos que no entraban en clase y se quedaban por el pasillo, incremento del absentismo, falta de recursos para el alumnado recién llegado, etc. Es increíble que un centro de especial dificultad no tenga garantizada la dotación horaria estable para un alumnado que tiene ese perfil tan complicado. 



La gestión de la convivencia ha sido extremadamente difícil, con alumnado y profesorado sobrepasado por la impotencia de no poder atender casos a los que ni siquiera los servicios sociales sabían o podían dar respuesta. El absentismo, las notificaciones de desprotección y los protocolos de conductas autolesivas acaban consumiendo un tiempo y unos recursos que no tenemos, por lo que se dejan en suspenso otras actuaciones que habían dado buenos resultados. No es sencillo entender que con la situación actual de los centros educativos no existan figuras como el trabajador o educador social o el técnico de servicios a la comunidad, que serían recursos excelentes para que los docentes y los equipos directivos no ocupemos infinidad de horas en una tarea para la que no estamos formados.


Pero no todo han sido quejas y lamentos. Hemos renovado el Consejo Escolar y van entrando caras nuevas, lo que siempre es motivo de satisfacción, a pesar de la baja participación de la comunidad educativa en un órgano colegiado que no sienten como suyo (o para el que no esperan demasiadas atribuciones). También he renovado por segunda vez el proyecto de dirección, con una necesaria actualización después de ocho años. Probablemente sea mi última legislatura, si todo va bien. Con un contexto tan cambiante y tan complicado, la decisión no fue sencilla, y debo agradecer a mis compañeras de equipo y a la gran mayoría del claustro su apoyo para seguir en el cargo otros cuatro años más. Espero no perder ilusiones ni fuerzas para ello.



Asimismo, ha sido motivo de alegría ver la graduación de otra promoción de bachilleres, la más numerosa de nuestra historia, y de titulados de la ESO, algunos contra viento y marea, como dos chicas gitanas que se suman a una tercera que ya tituló hace un par de años, excepciones en un contexto educativo que sigue mirando hacia otro lado en la compensación de desigualdades de un colectivo que tiene casi todo en contra: si un payo se porta mal en un instituto, a nadie se le ocurre decir que todos los payos son iguales...



Tenemos también la suerte de contar, además de una unidad específica de alumnado TEA, con dos programas de formación básica adaptados para alumnado de necesidades especiales, uno de jardinería y el otro de administración. Este alumnado nos demuestra cada día la importancia de la diversidad en los centros, así como la necesidad de aplicar estrategias inclusivas para que puedan compartir espacio y tiempo con los compañeros de grupos ordinarios. Recibir a final de curso la mención de centro inclusivo por parte de la Asociación Síndrome de Down compensa todo el esfuerzo de los grandes profesionales que se ocupan de este alumnado y del resto de compañeros que facilitan su inclusión en el aula.


Hemos desarrollado proyectos al hilo de un plan lector sobre el cine, con diversas actividades interesantes -muestras de proyectos, actuaciones de teatro, murales, agendas...-, que luego se han difundido en las jornadas de formación "Compartim", que ya van por su octava entrega con notable seguimiento. Hemos trabajado también con PLANEA tanto en el pilotaje de  algunas de sus propuestas y recursos para el aula, como con la intervención directa de artistas, en este caso el fotógrafo Julián Barón, que ha diseñado una intervención muy interesante sobre "Adolescencia móvil", que se convertirá seguramente en caja de recursos para aprovechar en otros centros. También fuimos sede de uno de sus cursos de verano, concretamente "Odiseamix" para trabajar las habilidades de DJ en el aula. Mucho éxito tuvo también un taller de situaciones de aprendizaje que montaron varias compañeras dentro del plan de formación en centros, algo que ayudó a entender un poco mejor el enfoque por competencias y el ajuste de las programaciones a la LOMLOE.


Al final de curso, nos sentimos satisfechos con las encuestas de autoevaluación del proyecto de dirección, en las que la valoración del equipo directivo (y en general del funcionamiento del centro) por parte de las familias, profesorado y alumnado son positivas en su mayoría. De ellas se extraen numerosas propuestas de mejora, especialmente en la gestión de la convivencia, aunque no siempre coinciden las valoraciones de toda la comunidad educativa. Hay que destacar también que se valora especialmente la comunicación del profesorado con las familias, ya que es el principal motivo de queja de los descontentos. El otro elemento de disputa es la atención del alumnado con algún tipo de problema de conducta o aprendizaje, que no siempre recibe la atención que necesita.

Ha sido también el año en el que se nos desgajó el nuevo IES Crémor, que se ha llevado consigo uno de los colegios adscritos y la FP agraria. Esto ha permitido descongestionar momentáneamente el centro, con unos sesenta o setenta alumnos menos. Gracias a ello hemos podido recuperar entre este curso y el que viene la distribución de aulas materia, aunque con una ocupación de aulas casi rayando el 100%. Esperamos reducir la masificación que ahora tenemos en 3º de ESO con siete grupos y poder llegar en breve a la configuración de un centro normalizado, en el que no sea tan evidente el fracaso y el abandono escolar como lo era hace unos años. Las estadísticas parecen darnos la razón en esta evolución lenta pero segura hacia la "normalidad". 



También nos ayuda a tomar decisiones el seguimiento de las repeticiones y las promociones automáticas que, desde el curso pasado, nos indican que somos más efectivos cuando analizamos bien el perfil del alumnado y sus posibilidades de mejorar o no si repite curso, al margen del número de suspensos. En los cursos altos de la ESO, el nivel de acierto es bastante mayor que en los cursos bajos, pero ya podéis imaginar la cantidad de variables que entran en juego en esas decisiones y en el posterior desarrollo del alumnado.



Por último, solo queda agradecer un año más a todos los compañeros del claustro (y al personal no docente) su colaboración en esta tarea educativa en la que hay demasiados días complejos, con situaciones de auténtica desesperación que afectan al alumnado y a sus familias -y por contagio o incluso por circunstancias propias, al profesorado-, con cuestiones que, sin ser propias de la Escuela, acaban afectando a quienes vivimos en ella, a menudo con la impotencia de no saber o poder hacer nada por solucionarlas. Sé que es fácil decir que no podemos con todo, que sería incluso más fácil decir que la culpa es de otros, pero por suerte hay muchos profesionales que no se resignan y a menudo ponen buena cara al mal tiempo, al menos frente a los menores que están a nuestro cargo, porque el lugar en el que se reclaman los recursos y las condiciones dignas es otro, y para ello hay que mojarse. 

Os deseo que paséis un feliz verano y nos vemos en septiembre.

27 julio 2024

Sesquidécada: julio 2009

Las lecturas juveniles son para el verano. Así se desprende del registro histórico que voy revisando para estas sesquidécadas. Es muy gratificante y de provecho para renovar las recomendaciones de clase llevarte diez o quince novelas para adolescentes y ocupar esos ratos de descanso veraniego, alternando con otras lecturas más acordes con los gustos y deseos del paladar adulto. En aquel verano de 2009 había de mar de fondo con novelas de autores de LIJ magníficos como Agustín Fernández Paz, Fernando Lalana, Care Santos, Xavier Bertran, Elia Barceló, Luis Leante o Miquel Rayó, entre otros que ya mencioné el mes pasado.

Pero las lecturas que tengo que seleccionar por su relevancia en mi historial de lectura son otras. Las dos primeras son clásicos de la ciencia-ficción, muy diferentes en tema y propósito. La guerra de las salamandras, de Karel Čapek, una sátira distópica llena de referencias políticas y filosóficas, con una narración teñida de humor e ironía que aviva la complicidad del lector inteligente. Una novela imprescindible, a la altura de Un mundo feliz, Rebelión en la granja o 1984, pero con un estilo mucho más desenfadado y divertido. 

Otro clásico del género es Soy leyenda, de Richard Matheson, una novela difícil de olvidar por la sensación de desamparo que produce y quizá también por las adaptaciones cinematográficas que vinieron después. Tras la historia de una pandemia que convierte en vampiros a casi toda la humanidad, se esconde también una reflexión sobre el ser humano y su condición. Merece la pena hincarle el diente.



La última reseña salta de género y tema, para llevarnos a la divulgación científica o algo parecido: ¿Está usted de broma, Sr. Feynnman? es un divertido ensayo autobiográfico de este famoso científico y premio Nobel de Física, que combina la ciencia, las humanidades y las anécdotas personales, todo ello con un tono sencillo y lleno de buen humor. ¿Quién dijo que los de letras no podemos disfrutar de las ciencias? Muy recomendable.

30 junio 2024

Sesquidécada: junio 2009

En aquellos años en los que no formaba parte del equipo directivo, junio era el mes en el que empezaban mis lecturas juveniles: decenas de libros que leía para valorar y proponer como referencia en los distintos niveles en los que me tocaría dar clase en el curso siguiente. Ahí podría rescatar un montón de títulos y autores: José María Latorre, Agustín Fernández Paz, Fernando Marías, Care Santos, Fernando Lalana, Elia Barceló, Ana Alcolea...


De ellos voy a recuperar para esta sesquidécada a Laura Gallego, que a día de hoy sigue publicando buenas novelas de aventuras y fantasía. En aquel momento me leí Finis mundi, una de sus obras más conocidas. Coincidí con Laura en un curso de doctorado sobre novelas y romances de caballerías, así que puedo dar fe de su competencia literaria en el mundillo medieval y también de su pasión por la escritura. Creo que es muy necesario este género como fidelización de jóvenes lectores, que vienen desde Primaria con ansias de historias que los enganchen y que, a veces, en Secundaria pierden el hábito lector por no tener unas lecturas que compitan en interés con los reels y virales de tiktok.

También el verano es momento de novela negra o policíaca: La ratonera, de Agatha Christie, Que se levanten los muertos, de Fred Vargas, Noticias de la noche, de Petros Markaris... 

Dos obras breves destacan entre esas dos tendencias mencionadas arriba: Hadjí Murat, una novela corta de Leon Tolstoi que habla de lucha y resistencia, y el inclasificable ensayo de Thomas de Quincey Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, una obra maestra de la ironía y del humor inglés. Ambos clásicos son un buen punto de partida lector para comenzar el verano. Disfrutadlo.

18 junio 2024

La maestra: una historia ejemplar

Sobre las Novelas ejemplares de Cervantes se ha comentado a menudo que el adjetivo sirve tanto para decir que son ejemplos de la vida, como para decir que son modelos para tener en cuenta. La maestra, de José Antonio LuceroJosé Antonio Lucero, como ocurre con los relatos cervantinos, puede leerse con dos puntos de vista complementarios: por un lado, el ejemplo histórico de algo que sucedió (quizá no exactamente igual, pero sí muy parecido), y por otro como guía de lo que debería ser el oficio de educador.

La maestra narra la historia de dos mujeres que coinciden en la escuela rural de un pueblo andaluz poco antes de la rebelión militar de 1936. La protagonista es una novata que sustituye a la maestra titular y se verá pronto envuelta en el clima de hostilidad que rodea a la escuela republicana en su afán por modernizar la educación. La lucha por una escuela laica y de calidad chocará con las visiones de algunas familias y también con los poderes de la omnipresente jerarquía eclesiástica. 

Se trata de una novela bien documentada que huye de la novela de tesis, pero que mantiene a través de los diálogos de sus personajes el rigor testimonial de un periodo complejo, tan lleno de ilusión como de odio. La trama se articula en dos tiempos separados por alrededor de treinta años, que proporcionan al lector una perspectiva rica de los personajes y de la evolución histórica. En definitiva, una novela que merece la pena leer, una novela que encaja muy bien en este tiempo anómalo actual en el que hay docentes que defienden una educación aséptica, sin darse cuenta de que la Escuela nunca puede permanecer ajena a la realidad, al futuro de los niños, a sus derechos y libertades. 

La maestra. José Antonio Lucero (Ediciones B. Penguin libros. 2024)

26 mayo 2024

Mayor de edad

Tal día como hoy, hace 18 años, me ponía delante del ordenador y creaba este blog con la idea de compartir ideas y experiencias de aula, con el ánimo de reflexionar sobre la educación y la lengua y literatura, con la esperanza de ser cada día un poquito mejor como profesional. He contado desde aquí las alegrías de la web 2.0, la satisfacción de conocer a grandes colegas que han acabado siendo buenos amigos, el orgullo de participar en proyectos colaborativos llenos de ilusión. He visto morir y renacer varias veces los blogs educativos y he sido testigo de la aparición de redes sociales que han ido reconfigurando las publicaciones aquí. En estos dieciocho años han cambiado varias veces las leyes educativas, mientras en las aulas casi todo seguía igual de mal o igual de bien, depende de los centros, depende de las personas. He vivido huelgas y manifestaciones, me he indignado y, por reclamar recursos, casi me han expedientado. He asumido responsabilidades diversas en mi centro y fuera de él, desde coordinaciones y jefatura de departamento hasta la dirección del IES Bovalar, en la que llevo ya ocho años y en la que me esperan otros cuatro. He participado en un sinfín de cursos y jornadas, como asistente y como ponente, he escrito un libro y he publicado numerosos artículos en diferentes medios. En los últimos años, el rimo de trabajo apenas deja tiempo para escribir aquí, pero mantengo las reseñas mensuales de lecturas añejas, las ya veteranas sesquidécadas, además de algunas otras reseñas de cine o literatura. No sé cuántos años más le quedan por cumplir a este blog, tal vez hasta mi jubilación o tal vez más allá si las ganas y la salud lo permiten. Hasta entonces, mil gracias a los que aún seguís pasando por aquí, aunque sea muy de vez en cuando. 

Crédito de la imagen: Stephan Mosel -18-

19 mayo 2024

Sesquidécada: mayo 2009

En mayo del 2009 leí una obra sobre las andanzas de un taxista en El Cairo, un relato japonés sobre un niño que muere de hambre (y que luego se convertiría en una película de animación) y una novela negra ambientada en Letonia. Entre tanta multiculturalidad, sin embargo, la lectura que más huella me dejó fue un cómic de un autor poco conocido en aquel momento, pero que con los años se convertiría en un referente de la novela gráfica: Paco Roca. Su novela Arrugas causó sensación y contribuyó a dignificar un género que seguía siendo minoritario, un género que seguía siendo considerado poco serio, poco prestigioso para las lecturas canónicas, por ejemplo, de los institutos. En este sentido, también fue la adaptación cinematográfica de Arrugas una de las primeras obras que pusieron en marcha la Tribu 2.0 y Mercedes Ruiz en su reivindicación del binomio Cine y Educación.

Arrugas retrata de manera magistral el alzhéimer de su protagonista, y lo hace a través de un relato sencillo, alejado del sensacionalismo, pero sin renunciar a mostrar un tema con serias implicaciones sociales y familiares. Paco Roca contribuye así a la concienciación y la sensibilización ante esta enfermedad, utilizando el dibujo y la narración como una herramienta para enseñar y deleitar, como ocurre con los grandes clásicos. Con Arrugas se abriría al gran público la impresionante carrera de Paco Roca, un artista con obras tan imprescindibles como Los surcos del azar o la reciente El abismo del olvido. Solo por ello merece tener en exclusiva el protagonismo de esta sesquidécada.



29 abril 2024

Las cuatro esquinas del mar, la brisa y la sal

Leer las novelas de Lola Cabrillana (y ya lleva tres) te llena la casa de brisa y de sal. Con el vuelo de sus páginas se agita el aroma del mar y se oyen a lo lejos las gaviotas. Con las novelas de Lola también se escuchan las voces de los chiringuitos, del mercadillo, del patio de la casa o de la escuela. Como si estuviésemos leyendo una novela costumbrista, como si estuviésemos contemplando un cuadro de Sorolla. Ya reseñé en este blog su primera novela de gran éxito, La maestra gitana (aunque no os tenéis que perder tampoco Voces color canela), una obra que prometía una brillante carrera en el mundo editorial. Lola tiene esa capacidad de contar historias con la gracia y sencillez que tenían nuestras madres y abuelas, quizá porque en las familias gitanas todavía se le da importancia a esa tradición oral que otras culturas hemos ido abandonando. Ese estilo llano y claro es el que necesitan ciertas historias para ser contadas, el mismo estilo claro que también se necesita para sacar a la luz ciertas injusticias y reclamaciones. 


Las cuatro esquinas del mar es una novela en la que cabe casi todo, el amor, la amistad, la familia, los celos, el rencor, la traición, el racismo, la violencia, la justicia y la sinrazón. En cada esquina del mar podríamos poner un poste y, como si fuese un ring de boxeo, sacar a luchar lo mejor y lo peor que tenemos como seres humanos y como sociedad. Esa ha sido mi impresión al leer la novela, estar asistiendo a una lucha implacable entre vicios y virtudes, entre el amor y el odio, entre lo público y lo privado. Es una novela negra sin llegar a serlo, solo por la intriga de descubrir al criminal; también es una novela romántica, en la que no es fácil amar y ser amado; pero, sobre todo, para mí, es una novela en la que los payos hemos de vernos como Dorian Gray, reflejados en un lienzo en el que somos esclavos de nuestros prejuicios y de los peores tópicos hacia ese mundo gitano que nos produce un miedo proporcional a nuestra ignorancia sobre él. Estoy seguro de que Las cuatro esquinas del mar acabará convertida en una película o en una serie de televisión, pues tiene todo lo que estas necesitan. Ojalá sea así y ojalá sirva también para despertar conciencias y acabar con la gitanofobia que sigue presente en Occidente desde hace siglos. De momento, disfrutemos con sus palabras envueltas de brisa y sal.


Más información: Lola Cabrillana: Las cuatro esquinas del mar. Grijalbo-Penguin Libros


23 abril 2024

Sesquidécada: abril 2009

La sesquidécada de este mes coincide con el Día del Libro, ese acontecimiento que, cada vez más, se convierte en un San Valentín de la lectura, una ocasión de gastar y mostrar en redes lo mucho que nos importan los libros, aunque luego les dediquemos el tiempo justo durante el resto del año. No sé qué me tendría entretenido en aquel abril de 2009 para que solo haya registrada una lectura: exámenes, cursos, formación... Lo que sí sé es que el único libro que voy a reseñar lo escogí por la sugerente combinación entre el título y la portada, algo que muchas veces ni siquiera es atribuible al autor.

El búfalo de la noche, de Guillermo Arriaga, es una novela tormentosa en la que unos jóvenes mexicanos se enredan en relaciones complejas que los llevan a la desolación y la autodestrucción. Es una obra en la que se muestran algunas de las angustias de los adolescentes actuales, con la amistad, el miedo y la traición planeando sobre cada acto. Me cautivó la portada, que me recordaba bastante a un cuadro de Edward Hopper (de hecho, hubo reediciones en las que se sustituyó esa foto por un cuadro suyo), y que hacía sentir sobre la nuca de la protagonista el aliento del búfalo de la noche. Así que, si no tenéis ninguna lectura actual de la que echar mano, podéis visitar esta novela que os cautivará (o quizá al menos ver la película que se inspiró en ella). Feliz Día del Libro.

31 marzo 2024

Lo radical es educar

 

Es complicado escribir un libro o dirigir una película sobre educación sin caer en tópicos, en excesos, en estereotipos o en dramas. Es complicado porque en el día a día de los docentes nos acompañan los lugares comunes, las situaciones extremas y los dramas, demasiados como para caber en una película. Así que, cuando un profe va al cine con la mirada puesta en una trama educativa, casi siempre está predispuesto a no espantarse de nada, a aceptar que lo que verá en pantalla será una especie de dejà vu mejor o peor contado.

Así acudí al estreno de Radical, la película de Cristopher Zalla que todavía podéis ver en cines (si vivís en una ciudad grande). Acudí con la idea de compararla con las otras dos películas de profes que he visto en los últimos meses, Sala de profesores y El maestro que prometió el mar, de las que ya he hablado en este blog. Solo sabía que se basaba en una historia real sobre un maestro mexicano, así que me enfrenté a ella solo con los prejuicios que ya he comentado arriba. Y fue un gran alivio saber que todavía hay películas sobre la Escuela que me pueden sorprender.

Al margen de la historia principal que hace saltar a la fama la historia de este maestro, una historia que lamentablemente es tan maravillosa como excepcional, lo que más me interesa de la película son los temas educativos que va abordando con esa naturalidad con la que convivimos con ellos a diario (lo que en redes sociales dirían "melones para abrir"). Esos temas van desde el sentido de la educación, el valor de las pruebas externas y estandarizadas, las necesidades de compensación educativa, el absentismo, las metodologías activas, el enfoque competencial, el papel de la inspección educativa... Muchos temas que, evidentemente, se quedan apenas esbozados, pero que mueven al espectador hacia una reflexión crítica sobre el sistema educativo. Sin entrar en los momentos más dramáticos, cabe decir que muchas de las situaciones que aparecen en la película las vivimos con bastante asiduidad, al menos en la escuela pública, y eso sí que duele, porque creo que más de un espectador se va con la sensación de que ciertas cosas solo pueden ocurrir en países con altos índices de violencia, pero no es así, les pasan también a nuestros alumnos, a nuestras familias. Y da igual si detrás de cada uno de ellos está o no un futuro premio Nobel, porque lo que de verdad importa es que, detrás de cada uno de ellos, hay un niño o niña que espera y desea un futuro mejor, y está muchas veces en nuestras manos ayudarlos a alcanzarlo: Para ello, menos exámenes y más acompañamiento diario, porque lo radical no es filtrar al mejor, sino educar a todos para que lo sean cada cual a su manera.

25 marzo 2024

Sesquidécada: marzo 2009


Siguiendo el enganche de la saga de Canción de hielo y fuego del mes anterior, en aquel marzo de hace quince años devoré el siguiente libro de la serie, Festín de cuervos. Poco hay que decir de ella, puesto que los fans de esta fantasía épica ya la conocen bien y a los profanos solo cabe animarlos a acercarse a ella desde la literatura si no lo han hecho desde la televisión.



Para esta sesquidécada quiero recuperar también otras dos novelas que me resultaron interesantes. La primera es una novela corta pero intensa, una novela de esas que tiene en su brevedad los ingredientes precisos para ser buena literatura. Se trata de El lector, de Bernard Schlink. Es una novela que, bajo el sencillo argumento de un joven que actúa de lector para una mujer mayor que él, esconde una trama mucho más profunda, con implicaciones que nos llevan a episodios luctuosos de la posguerra europea de mitad del siglo XX, a cuestiones históricas sin resolver, a dilemas morales, a los límites del amor y la amistad, a la literatura como bálsamo ante el horror de la guerra... Creo que es una gran obra contemporánea, una novela destinada a permanecer en la lista de libros importantes de nuestra época, por su estilo y su concisión.



Por último, una recomendación para el aula, también relacionada con la lectura y la guerra: Zara y el librero de Bagdad. Sé que ya las guerras se suceden a una velocidad de vértigo en la que los conflictos territoriales caducan y son reemplazados por otros distintos en la geografía pero similares en el horror. En esta novela de Fernando Marías (recientemente fallecido), se habla también de literatura y de barbarie, con los libros como testigos inocentes e impasibles. Es una novela que puede trabajarse con alumnado de 3/4º de ESO para abordar la sinrazón de los conflictos bélicos y cómo se destruye la cultura para aniquilar la memoria colectiva. Esta fue también una de las novelas que recopilé en mi proyecto "Leer el exilio, vivir el exilio", en el que podéis encontrar otras lecturas relacionadas.


Leer el exilio, vivir el ex... by tonisolano

01 marzo 2024

Sesquidécada: febrero 2009


Solo dos libros figuran en el registro de esta sesquidécada. Son libros que tienen su particularidad, el primero porque, a pesar de su éxito en el momento de la publicación, ha quedado arrinconado por la serie de televisión posterior, y el segundo porque es una rareza que llegó a mí gracias a una compañera docente, voraz lectora y enamorada de la literatura japonesa. Vamos allá.

Tormenta de espadas es la tercera entrega de la saga Canción de hielo y fuego, de George R.R. Martin, esa fantasía de aventuras, horror, amor y poder que adquirió fama mundial a partir de la versión televisiva rebautizada con el nombre de la primera entrega: Juego de tronos. Creo que he comentado la pasión con la que me sumí en la lectura de esta saga, quitando tiempo incluso al sueño para poder acabar unas tramas altamente adictivas. El argumento de este libro se centra en la batalla entre los cinco reinos y también se siguen mostrando de manera paralela, como es habitual en la saga, las peripecias en el Norte y en el Este. Por cierto, a diferencia de lo que ocurre en la serie de HBO, el personaje de Lady Stark continúa haciendo justicia a pesar de su trágica muerte. Un libro friqui para friquis o simplemente para buenos lectores a los que también les gustan las buenas historias bien contadas.



Siguiendo con lectores friquis, tenemos a Edogawa Ranpo, el autor japonés de mediados del siglo XX, creador de numerosas novelas de misterio que recuerdan a los clásicos del género policíaco como Conan Doyle o Edgar Allan Poe, de quien tomó el nombre en su transcripción fonética al japonés para convertirlo en su seudónimo (su nombre real era Tarō Hirai). Mi lectura fueron dos relatos recogidos en una edición curiosa y ya descatalogada: La lagartija negra y La bestia entre las sombras. Como digo, recuerda a los clásicos del género y también a algunas películas de mi infancia, como las de Fu Manchú, con esos villanos orientales rodeados de biombos y muebles lacados. En ambos casos, el detective Kogoro Akechi tendrá que investigar robos y asesinatos, entre joyas y cabarets. En conclusión, un autor poco conocido en España al que merece la pena acercarse.

12 febrero 2024

La educación es otra historia... y es interesante conocerla

 

No soy investigador ni creo estar a la altura de serlo, por el momento. Tuve mi ocasión mientras preparaba una tesis que quedó inconclusa, pero cambié de rumbo y me dediqué al aula. Por eso tengo mucho respeto a los que se dedican a la investigación, sean del campo que sean, porque conozco las dificultades y condicionantes que jalonan esa carrera profesional. También admiro a los que se dedican a la divulgación científica o humanística, un trabajo que puede ejercerse desde la investigación o desde otros ámbitos. En el libro La educación es otra historia convergen la investigación y la divulgación, ambas de calidad, gracias a que su autora, Fátima M. García Doval reúne las virtudes de ser una científica en el campo de la educación y, a la vez, una excelente contadora de historias, algo que se agradece en los libros destinados al público general. Porque este ensayo es un viaje a través de la historia de la educación, un viaje desde las primeras aulas de la Antigüedad (Egipto, Mesopotamia...) hasta las escuelas de gramática del Renacimiento. Conocer desde su origen las motivaciones de las sociedades para construir un sistema educativo nos permite también preguntarnos para qué queremos una escuela, para quiénes trabajamos los docentes que habitamos en ella. En ese recorrido por la diacronía del aula, se habla de lectura y escritura, de piedras, arcilla, palos, papiros y cuadernos, de ejercicios en clase y deberes en casa, de lecciones y proyectos, de problemas matemáticos y de ortografía... También se habla de la atención a la diversidad y las tecnologías, problemas que no aparecen de la nada, sino que tienen asimismo su recorrido histórico. Y quizá lo que más me ha llamado la atención sea ese capítulo destinado a "la otra mitad de la historia", las eternamente olvidadas mujeres.

En conclusión, un libro ameno y bien documentado que merece la pena conocer. Ojalá una segunda parte con la historia más reciente de la educación, desde el siglo XX hasta nuestros días, con una muestra comparada de sistemas educativos que completara ese panorama global de la educación, tan necesario para educadores, para periodistas y también para esa sociedad que, a menudo, olvida lo complejo que resulta educar. 

La educación es otra historia 

Fátima Mª García Doval

Editorial Graó. 2023 

10 febrero 2024

El estupor de educar


El oficio de enseñar no es fácil de explicar a los profanos. Parece que todos hemos sido enseñantes en alguna ocasión de nuestras vidas, en la infancia con nuestros amigos, de adultos con nuestros hijos o sobrinos... Todos creemos saber transmitir conocimientos que nosotros dominamos, pero los que nos dedicamos al oficio como profesionales sabemos de sobra que "enseñar" no es solo eso, que el hecho de explicarle a alguien cómo se hace una raíz cuadrada o cómo se analiza una oración no nos convierte en maestros o profesores. 
Hay en cartelera dos magníficas películas que tratan de la educación y de sus retos. Por un lado, El maestro que prometió el mar, una historia basada en hechos reales, ambientada en los momentos previos al alzamiento militar contra la república española, y Sala de profesores, una cinta alemana que plantea un conflicto actual. Más allá de la distancia entre una escuela rural de la España de los años treinta del siglo pasado y un instituto alemán del siglo XXI, hay varios puntos en común entre ambas películas: el desafío continuo del docente ante realidades que cambian por factores que escapan a su control, la importancia de los aspectos emocionales en el acto de enseñar, el compromiso ético y profesional del buen educador, la frecuente incomprensión de la sociedad en el complejo acto de educar... Pero también hay notables diferencias entre ellas, como señalaré a continuación.

En El maestro que prometió el mar, dirigida por Patricia Font y protagonizada por Enrique Auquer, encontramos a un maestro rural imbuido por los principios de una educación laica y de calidad para todos, al margen de los condicionantes del origen social, económico o familiar. Son los principios heredados de la Institución Libre de Enseñanza, con muchos puntos en común con ciertas cuestiones que todavía hoy se ponen en duda: el aprendizaje por proyectos, el contacto del alumnado con la realidad exterior, el enfoque comunicativo, el descubrimiento, la motivación... La actitud cercana y familiar de Antoni Benaiges (el maestro real en el que se basa el filme) supondrá para el alumnado una sensación novedosa que contrasta con el autoritarismo y los castigos del párroco que ejercía anteriormente de maestro. También encontrará resistencias entre algunas familias del pueblo, pero, poco a poco, irá ganando la confianza al mostrar los avances en el aula. Incluso superará la visita del inspector, que ya es decir. Antoni Benaiges representa el espíritu de renovación educativa que emprendió la república y que pronto se vio zanjado por la rebelión militar, devolviéndonos al siglo XIX con la purga de maestros y con la entrega del sistema educativo al credo e idelogía fascista de los insurrectos. Cuando casi un siglo después, todavía seguimos discutiendo sobre la presencia de la religión en los centros sostenidos con fondos públicos, cuando casi un siglo después todavía seguimos discutiendo sobre la necesidad de contextualizar el aprendizaje en la realidad del alumnado, cuando casi un siglo después todavía seguimos discutiendo sobre el valor de lo emocional en el aprendizaje... poco hemos aprendido de la historia, por mucho que digamos que es esencial conocerla para no repetir sus errores.



Muy diferentes son las cuestiones que se entrelazan en Sala de profesores, una película angustiosa que se desarrolla en su totalidad entre las paredes de un centro de secundaria. La protagonista es una profesora, Carla Nowak, tutora de un grupo similar a nuestro 1º de ESO, en un instituto alemán en el que estudia alumnado muy diverso. Alrededor de la sala de profesores pivotan varios conflictos desencadenados a partir de unos hurtos. Esos conflictos van abriéndose en un abanico de cuestiones que casi todos los docentes conocemos: la xenofobia, la autoridad del profesorado, la presión de las familias, la privacidad, los bulos y rumores, la envidia, el compromiso profesional... En el centro de todos ellos se encuentra Carla, que trata de apagar fuegos mientras enciende otros de manera más o menos involuntaria. La narración adopta técnicamente el estilo del thriller para generar en el espectador una desazón que va creciendo hasta un final demasiado simbólico a mi parecer. Creo que la película es demasiado ambiciosa sembrando interrogantes que no llega a resolver. En este sentido, el papel de la protagonista queda también desdibujado, aunque tal vez sea esa la intención del director, Ilker Çatak. Personalmente, como docente, nada de lo que se cuenta en la película me sorprende: creo que casi todos hemos visto o padecido situaciones similares o incluso peores; es posible que un espectador no docente vea la historia con la distancia que requiere y llegue a conclusiones diferentes. En todo caso, es una película que merece la pena descubrir, aunque solo sea para asomarse a las intrigas de los centros educativos actuales.


Dos películas sobre educación, muy distintas en temas y técnicas, pero con el eje común del oficio docente. Antoni y Carla, separados por el espacio y el tiempo, pero unidos en ese asombro de enfrentarse al reto de enseñar, unidos en el estupor de educar. 

29 enero 2024

Sesquidécada: enero 2009

Pues ya estaría: las sesquidécadas cumplen 15 años y con ello se muerden la cola, recogiendo lecturas contemporáneas a su aparición como género en este blog. Esta circunstancia exige una nueva norma, la de no reseñar como lecturas añejas las propias relecturas que exigía la sesquidécada, lo que nos llevaría a un bucle de lecturas sin fin. Decía en aquel enero de 1994:

...he decidido empezar una de esas colecciones inútiles que pienso ir publicando en el blog mientras me duren las ganas y no haya algaradas entre los visitantes. Se trata de recuperar algunas de mis lecturas de hace quince años (...) he recuperado los repertorios en los que voy apuntando todas esas lecturas y, de ellos, seleccionaré no más de tres lecturas por mes. ¿Por qué quince años? Quizá porque esa es la edad de algunos de mis alumnos y con ello cierro una especie de círculo lector: recuerdo lo que leía yo cuando nacieron quienes han de leer ahora. Como no tenía un buen nombre para este coleccionable, he probado a inventar sesquidécada -y que me perdonen los académicos-, que funciona de igual modo que "sesquihora" o "sesquicentenario".

Y aquí sigo, casi con las sesquidécadas como leit motiv del blog, que, salvo algunas reseñas, cada vez recoge menos reflexiones educativas por razones que serían largas de explicar. Pero veamos qué leía en aquel año en el que el aburrimiento me llevó a iniciar esta serie.

Ahora que está tan de moda el metaverso, conviene recordar que es un término que tiene largo rodaje en la ciencia-ficción. Precisamente, la primera novela de esta sesquidécada es Snow crash, de Neal Stephenson, una distopía futurista en la que aparecen palabras que luego tendrían gran éxito, como avatar. Al igual que ocurre con Neuromante, de William Gibson, se trata de un relato encuadrado en el género del ciberpunk, con referencias al mundo de la tecnología, internet, los videojuegos y otros aspectos más prosaicos de la vida urbana, como el oficio de repartidor de pizzas, las franquicias o los hackers. Una novela imprescindible para los amantes del género.


Muy diferente es Chesil beach, de Ian McEwan, una novela intimista, con un erotismo que impregna todos los diálogos con una sutileza extrema, con una habilidad que consigue atrapar al lector en una historia llena de sueños, logros y renuncias. Ian McEwan es un autor con un estilo muy particular y sugerente, un autor que siempre merece la pena leer, y esta novela es un buen punto de partida.



La última obra reseñada es una novela apta para todos los públicos, una novela que se puede recomendar, por ejemplo, en los últimos cursos de la ESO o en Bachiller. Se trata de Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini. Es una historia de amistad, de memorias de infancia y adolescencia, pero también un retrato del azar, del miedo y de la desesperanza. Es posible que la situación de la población afgana haya incluso empeorado en los últimos años, pero creo que lo importante de este novela es lo que menos caduca, la lucha por la vida y el valor de la amistad.

01 enero 2024

Escuelas que valgan la pena

Pepe Menéndez no es un docente más, es un maestro, un director, un observador, un gestor, un reportero y, de manera general, un educador. Su paso por diferentes escuelas y su experiencia en la formación y gestión de comunidades educativas nos ofrece una visión muy rica del mundo educativo, una visión que no siempre vamos a poder conocer los que como yo pasamos media vida laboral en el mismo entorno. Mi visión de la Escuela Pública es de todos conocida, ya que da sentido a mi trabajo diario en un centro de especial dificultad. Esa visión también tiene sus sesgos, como todas en realidad, ya que se limita a un entorno muy localizado. Pepe Menéndez trabaja en otros ámbitos, los de la red de escuelas jesuitas, que parecen muy distintos de los de mi día a día. Sin embargo, he encontrado en este ensayo Escuelas que valgan la pena, numerosos puntos de contacto entre ambas realidades, que acaban siendo la misma cuando hablamos de propósitos y sentidos del acto de educar. En el fondo, mis alumnos de compensatoria se diferencian bien poco de los que menciona Pepe en su testimonios, tanto de escuelas de aquí, como los diferentes casos de Latinoamérica que ilustran su libro.
Como podemos comprobar, tanto por las reflexiones del autor, como a través de los numerosos testimonios de docentes que se ofrecen en el libro, el papel del educador, en este sentido, poco cambia cuando se pone en relación con el alumnado: 

Los adultos y, especialmente, los profesores, somos el reflejo en que se miran los adolescentes. Si los tratamos de manera infantil, suelen tender a acomodarse en ese perfil. Si los tratamos como personas capaces de tener criterio y responsabilidad, puede ocurrir que no siempre respondan a nuestras expectativas. Pero, en cualquier caso, estarán ejercitándose en ese rol diferente propio de personas que están creciendo y aprendiendo a disponer de su libertad.

Tampoco cambia que la mayoría de administraciones educativas cuiden poco o nada a sus docentes, escatimando recursos y haciendo difícil el desempeño de las tareas educativas. Administraciones que encubren con terminologías kafkianas grandes despropósitos derivados de su incapacidad a la hora de acabar con la segregación o el fracaso escolar: 

Nunca he entendido esa tendencia de la mayoría de las administraciones públicas de cualquier Estado por crear nomenclaturas tan alambicadas y tendientes a la estigmatización.

Coincido con Pepe Menéndez en la necesidad de ayudar en esa compensación educativa, en la necesidad de no dejar a nadie en las cunetas educativas, una compensación que muchas veces se confunde con bajar el nivel o regalar notas y títulos:

No se trata de una actitud conmiserativa, sino de una posición inicial que favorezca que los alumnos entiendan que pueden lograrlo si se esfuerzan. Que no vean en sus profesores una dificultad mayor de la que tienen en sus propios aprendizajes. (...) 

También es demasiado frecuente, para mi gusto, que algunos profesores ridiculicen con sus comentarios la decisión final de aprobar algunos alumnos:”¡venga, otro más al saco de la ignorancia!” o “no importa trabajar todo el año, al final van a aprobar igual”, son algunos de los comentarios que se pueden oír.

A lo largo del ensayo, se nos recuerda la complejidad del acto de educar, así como los retos que supone tener en cuenta los múltiples factores que influyen en ello, desde el propio alumnado hasta las familias o el trabajo en equipo de los docentes:

Aprender es un proceso interior que requiere la movilización de factores relacionados con el deseo, la motivación, la conexión con lo que se aprende y, sin duda, con un compromiso del alumno con el aprendizaje. (...)

Las familias no son un colectivo homogéneo que responda a las mismas motivaciones actitudes y comportamientos. Ni siquiera el lenguaje es común a todas ellas. Las posibilidades reales de éxito educativo del alumnado se sustentan en buena medida en el entorno familiar. Por eso las escuelas debemos esforzarnos en dedicar tiempo a las relaciones con ellas. (...)

La enseñanza es uno de los sectores en que el trabajo individual ha constituido su esencia más profunda (...). El compromiso de la docencia compartida requiere que todos cumplan su función para el planteamiento de tareas, el seguimiento, la observación y el análisis que llevan a una evaluación realmente en equipo y rigurosa.

En general, el ensayo ofrece un panorama amplio de retos y dificultades que nos afectan a todos. Hay cuestiones diferenciales que son propias de las escuelas privadas o concertadas, incluso algunas de sistemas muy diferentes del nuestro, como ocurre en buena parte de Latinoamérica. También discrepo en algunas reflexiones que vinculan demasiado la docencia con la vocación o con ciertos aspectos de virtudes humanas, excesivamente dependientes de la voluntad y no del rigor profesional. En este sentido, creo que es necesario implicar a las administraciones para que doten de recursos a las escuelas, con el fin de que no tengan que depender ni de la vocación ni de la ayuda de fundaciones u órdenes religiosas. Por contra, sí que comparto la idea de que la educación no puede consistir en lo puramente académico, que hay que acabar con esa dicotomía instruir/educar, como si todo ello no fuese necesario de manera global:

El modelo del sistema educativo que tenemos nos ha conducido tradicionalmente a una gran confusión sobre el propósito de la escuela. Por un lado, tiene establecidos unos objetivos generales en el currículo sobre competencias académicas, relacionadas con unos contenidos y, por otro, identifica una serie de competencias transversales en las habilidades y actitudes. Pero los programas oficiales de las asignaturas centran la mirada en los contenidos academicistas, priorizándolos sobre la evolución y las características de los alumnos, disociando así el saber y la persona.

En conclusión, Escuelas que valgan la pena es un ensayo muy recomendable para ponernos en ese espejo que nos interpela y nos cuestiona como educadores, en ese espejo que, como dice Pepe Menéndez, nos hace sentir "el escalofrío de la frágil barrera que separa la euforia del desencanto en la enseñanza".


Pepe Menéndez: Escuelas que valgan la pena, Paidós (2020)