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29 noviembre 2020

Contener la respiración

La memoria de este trimestre debería empezar por una retractación: durante varios meses, antes de empezar el curso, afirmé que los centros educativos no estaríamos abiertos ni siquiera un mes. Han pasado casi tres y ahí seguimos. También hay que decir que han confluido muchos factores para que esto ocurra, incluido el azar, que nunca se debe menospreciar en una pandemia. Esos factores decisivos son principalmente dos: la reducción de ratio y el respeto de los protocolos por parte de toda la comunidad educativa. El primero, lamentablemente nos ha costado dejar a los grupos de 2º y 3º de ESO en semipresencialidad por falta de espacio en el instituto, un centro que está diseñado para 600 alumnos y que tiene actualmente una matrícula de 750. Hemos hecho cuanto hemos podido para solucionar este inconveniente, desde buscar espacios alternativos, hasta llamar personalmente a las familias por si querían voluntariamente cambiar de centro. No ha podido ser. La semipresencialidad no es la mejor medida y solo es positiva para reducir el número de alumnos en el centro; quizá por eso hemos tenido tan poca incidencia de contagios, prácticamente ninguna imputable al contacto en las aulas. El coste es alto para esos grupos que vienen día sí, día no, a los que el profesorado trata de adaptar las programaciones para que no pierdan la mitad del currículo. En ello estamos.


En mi aula, este año tengo un 3º de ESO, uno de esos grupos que vienen semana sí, semana no (pues ha coincidido así en mi horario), con los que hemos trabajado la argumentación, la historia de la lengua y la literatura medieval; también hemos leído En el mar hay cocodrilos, de Fabio Geda, un libro a partir del cual intentaremos llevar a cabo un proyecto de concienciación sobre las migraciones. Coincido con algunos colegas en que es más fácil dar clase, sobre todo, clase magistral, por el menor número de alumnos, porque están separados a metro y medio y porque están todos con mascarilla sin moverse. Me he tenido que adaptar también a ese modelo, ya que prefiero que puedan trabajar juntos en proyectos y ahora solo lo pueden hacer de manera telemática. Concretamente, para la Edad Media, aprovechando la idea y el material de mi compañera Anna Navarro, les propusimos un Draw my life. Los resultados son muy irregulares, pero os dejo este sobre la Celestina que me parece especialmente brillante:

Por otro lado, tengo dos horas de codocencia en los ámbitos de 1º de ESO. Esas horas son financiadas por el Fondo Social Europeo para el refuerzo en competencias clave en 1º o 2º de ESO. En nuestro caso, tenemos asignadas 12 horas, que repartimos entre los diez grupos de 1º de ESO. Las hemos configurado para que uno de los docentes del ámbito lingüístico-social imparta una hora semanal junto al compañero/a del ámbito científico-matemático y ayude en tareas de tipo transversal. Por el momento, hemos planteado actividades como las siguientes:

  • Lectura de una entrevista a un científico: escribir un texto en el que se cuente cómo se despierta una vocación.
  • A partir del análisis de las células: escribir un relato biográfico como si fueses una célula.
  • A partir de la clasificación de seres vivos: realizar y compartir una presentación en GDrive.
  • Sobre los reinos animales: mezclar dos animales y generar una ficha de un animal híbrido fantástico.
  • Después de un visita a los microscopios del laboratorio: realizar una ficha de observación.
  • A partir de la lectura de un relato de Millás: escribir un cuento en el que los protagonistas son números.



Este enfoque nos ha permitido desarrollar junto con las competencias comunicativa o científico-matemática, la creatividad y la iniciativa personal, además de la competencia digital, con interesantes reflexiones sobre la privacidad, la seguridad de los datos, el trabajo cooperativo en red, etc. Es para mí una de las mejores horas de la semana.


Por último, tengo también tres horas de compensatoria en Casa Camarón, con el alumnado gitano. Este año estamos notando con mayor intensidad el absentismo de este colectivo, un absentismo fundamentado principalmente en el miedo al contagio, un miedo que hace todavía mayor el recelo hacia una institución educativa en la que confían poco, en parte por las bajas expectativas de éxito y en parte por el escaso apoyo familiar a los asuntos de la escuela. Aunque estamos colaborando con varias asociaciones, nos falta mucho para conseguir que ese absentismo se reduzca a niveles razonables.


En el ámbito de la función directiva, la pandemia nos ha puesto en una situación muy compleja, tanto académica como organizativamente. Apenas hemos podido hacer reuniones, claustros o consejos escolares, por la dificultad de hacerlo presencialmente y porque la maquinaria del centro está sometida a unos requerimientos tan estrictos que apenas hay margen para tomar decisiones. Vivimos el día a día conteniendo la respiración, tratando de minimizar riesgos sin que eso afecte a las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa. Con todas las precauciones, decidimos hacer reuniones presenciales de familias con los tutores/as, porque consideramos que era importante que viesen las aulas y las condiciones en las que están sus hijos e hijas. Mantenemos con ellas un contacto bastante fluido a través de las plataformas educativas. Intentamos responder a todas las dudas y consultas que llegan a diario; el motivo más importante de queja es, evidentemente, la semipresencialidad, para el cual no tenemos solución. Por suerte, los resultados de la 1ª evaluación han sido bastante buenos, a pesar de todos los condicionantes. Incluso en la convivencia se ha notado una mejora sustancial, pues hemos pasado de unos 100 incidentes en años anteriores a apenas 20 este año. El esfuerzo del profesorado y del alumnado en esta "nueva normalidad" está dando sus frutos; también hemos de agradecer que la administración eche una mano rebajando la presión burocrática y ayudando en los problemas puntuales que surgen. Ojalá se mantuviesen estas ratios de aquí en adelante, sin el sacrificio del virus y de la semipresencialidad. 

Como siempre, quedan muchos retos e historias por contar, proyectos que están todavía germinando, actividades que apenas están esbozadas. Espero tener tiempo y ganas de contarlas más adelante, cuando ya no tengamos que contener la respiración cada vez que suena el teléfono o nos busca el conserje.

15 noviembre 2020

Sesquidécada: noviembre 2005

No es fácil encontrar lecturas juveniles que perduren en el tiempo, que sigan enganchando a los jóvenes lectores pasados unos años. A veces, ni siquiera los clásicos soportan esa presión de las modas y quedan relegados para el disfrute de los lectores más exigentes o más aguerridos. Casualmente, hace quince años encontré dos lecturas que cumplían con los requisitos necesarios para mantenerse en las recomendaciones de los primeros cursos de la ESO, y acerté con ellas, porque todavía hoy permanecen en el aula con relativo éxito. Vamos con el primero de esos libros.

El ojo de cristal. Charlie saldrá esta noche, de Cornell Woolrich, recoge dos relatos de intriga protagonizados por chavales que se ven inmersos en una trama policíaca llena de riesgo y tensión hasta el final. Llevamos años manteniéndolo como lectura para 1º de ESO; en mi caso, lo leemos en clase dedicando un día de la semana a avanzar. Aunque se pueden encontrar en internet los relatos de manera separada, vale la pena que compren el libro, porque las ilustraciones de Tha son excelentes. Al final del libro hay tareas por si se quiere trabajar la comprensión lectora y la expresión escrita, aunque nada mejor que una tertulia guiada a partir de la lectura. El año pasado, además, estuvimos comprobando la invisibilidad de las mujeres en los relatos policíacos clásicos, así que da mucho juego. Os recomiendo además que busquéis más información sobre el autor, una vida y una obra que bien merecen un acercamiento detallado (si queréis otra recomendación de este autor y editorial, echad un vistazo a Aprendiz de detective. Un robo muy costoso). Por último, aprovecho para felicitar a Vicens Vives por esa colección Cucaña en la que se ofrecen lecturas muy valiosas para el aula, editadas con buen gusto y a buen precio.


Otro gran hallazgo fue La piel de la memoria, de Jordi Sierra i Fabra, el rey Midas de la literatura juvenil. Es un libro que trabajamos sobre todo en 2º de ESO y nos permite abordar los temas de las migraciones, de la explotación infantil, de los niños soldado y del colonialismo comercial, entre otros. Como es habitual en los relatos de este autor, tiene los elementos fundamentales para enganchar al joven lector: personajes verosímiles y cercanos, amistad, amor, dolor, castigos y recompensas. Es un buen libro y por ello se mantiene año tras año entre los mejor valorados por nuestro alumnado. En otras ocasiones ya he comentado que, a partir de su lectura, hemos trabajado textos periodísticos, el podcast o la tertulia. Os dejo la ficha de lectura por si os resulta útil.

Finalmente, en tiempos de bulos, desinformación y conspiraciones, vale la pena recuperar la novela Enterrar a los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón, un gran autor al que admiro, que cuenta un episodio histórico de intriga, política y periodismo, con el telón de fondo de la guerra civil, la visita a España de John Dos Passos y la muerte de su traductor, el republicano José Robles. Periodismo novelado o ficción documental, da igual, una delicia de lectura. 

Es una pena que no me quede más hueco en esta sesquidécada para hablar de una novela que me gustó y que no ha tenido después demasiada repercusión: La piel fría, de Albert Sánchez Piñol, una buena muestra de ciencia-ficción ecléctica en español y catalán.