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Otoño lejos del nido es más que un crimen por resolver. Es también algo más que una conspiración. Es una instantánea de nuestros horrores cotidianos, como lo son casi todas las buenas novelas negras. Los efectos de la crisis, la frágil existencia humana, los límites de la ambición, el valor de la amistad, el lastre de la memoria, la melancólica soledad... El propio autor lo mencionaba en la presentación oficial de la novela: un nido construido con ramas en medio de un bosque representa fielmente la soledad que buscamos o la soledad a la que estamos condenados. En esa línea, los personajes van trazando caminos erráticos solo en apariencia, cada cual en su burbuja, hasta dotar de sentido a sus actos. Sinceramente, creo que el lector encontrará unos personajes muy bien construidos, plenamente funcionales en la trama, pero con una entidad que parece filtrarse más allá de la ficción, hasta convertirse en esas personas reales con las que nos cruzamos a diario.
En la novela de Ángel Gil Cheza se mata y se ama, se añora y se odia, pero siempre hay un lugar al que todos desean volver, ese nido de otoño en el que quedan fuera el dolor, la frustración… y la soledad. Para muchos de nosotros, ese nido siempre ha sido y será la literatura, la buena literatura. Aprovechen para envolverse en ella.
Las imágenes están extraídas de las siguientes entrevistas: