Miro hacia atrás en esta sesquidécada y encuentro dos libros de peso que ocuparon mi agosto de hace quince años. El primero de ellos era la cuarta entrega de una saga juvenil que tendría gran repercusión en el género: Harry Potter y el cáliz de fuego. Si no recuerdo mal, fue el último que leí de la serie, pues comenzaron a estrenar las películas y ya no volví a la saga hasta El legado maldito, la última entrega del año 2016, por tratarse de un experimento teatral que aportaba una visión diferente.
Vale la pena dedicar tiempo a las novelas de J.K. Rowling, porque dan muchas pistas acerca de los ingredientes de éxito de la literatura juvenil, principalmente no tratar al lector adolescente como un lector imperfecto, sino como un lector diferente, un lector curioso y ávido de emociones. También permiten explorar las relaciones con otros géneros, como la mitología, el terror, etc. Todo eso sin entrar en el mundo de los "potterhead", esos fanáticos lectores de la serie que dedican buena parte de su tiempo a investigar, a coleccionar y a visitar lugares relacionados con la saga. Para que luego digan que los jóvenes no leen...
El otro libro gordo fue el Decamerón de Boccaccio, una joya para los letraheridos. Recuerdo que tenía muchas ganas de ponerme con su lectura, ya que había leído bastantes cuentos sueltos y me apetecía dedicarle tiempo a la contextualización de la obra entera. Más allá de los episodios divertidos, ingeniosos y picantes más famosos, se trata de una obra monumental que proporciona un colorido panorama de usos y costumbres de su época. Dentro del universo de la prosa medieval, con obras llenas de doctrina y moral, obras ásperas y eruditas, el Decamerón es un oasis de diversión, una obra que despierta la curiosidad. Incluso la misoginia propia de la época se encuentra atenuada por una dimensión pícara de la mujer como agente voluntario de unos males en los que al menos obtiene beneficio propio. En cualquier caso, al igual que con el Conde Lucanor, Calila y Dimna, el Sendebar... merece la pena acercarse al mundo de los relatos cortos medievales, y la obra de Boccaccio gana en modernidad a cualquiera de las otras.
3 comentarios:
El otro día leí en un ensayo de Peter Sloterdijk que El Decameron en cierta medida era una respuesta a La Divina Comedia. Ambos tienen cien unidades. Cien cuentos El Decameron y cien cantos la Comedia. Pero no hay en la obra de Bocaccio sino vitalismo, canto a la vida, al placer de vivir, a la cotidianidad, frente a la visión espiritualista y trascendente de la Comedia. Me pareció una correlación muy interesante en el corazón del siglo XIV.
Yo solo me he acercado a cuentos sueltos, debería sumergirme en el decamerón completo, más deberes de lectura, jeje. De Harry Potter, no se puede decir mucho a estas alturas. Quizá sí señalárselo a los docentes, que todavía los hay, que reniegan de la literatura juvenil como puerta de entrada
Joselu: No me había dado cuenta de ese paralelismo. Esa visión tardará tiempo en aparecer en España, creo que con la Celestina, ya que por aquí todos parecían más interesados en el moralismo misógino del Sendebar, el Corbacho...
Eduideas: Es increíble el poder de atracción de Harry Potter para muchos jóvenes. Lo veo en casa ;)
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