Hablar de los gitanos en la Escuela es un tema tabú. Podéis hacer la prueba y buscar blogs o artículos de profesores que hablen de ello: no encontraréis muchos. Aplicamos la estrategia del silencio: no hablar del asunto nos hace creer que no existe un problema, y sí, existe, y lo vemos. Otra cosa es que solucionarlo sea sencillo. Esta semana se celebran numerosos actos relacionados con el Pueblo Gitano, cuyo día mundial fue ayer
8 de abril. En mi centro,
el año pasado participamos en los actos que celebró el ayuntamiento, y este año también acudiremos el viernes. Mi centro tiene censados alrededor de 40 alumnos gitanos, de un total de 700. Solo uno de ellos está en 3º de ESO, el resto hacen 1º y 2º, cumplen la escolarización obligatoria y se marchan. En los años que llevo en el centro, solo tres o cuatro han pasado de 4º de ESO. Para los que nos tomamos la educación en serio, esto es un auténtico drama. Pero, como decía al empezar, nos cuesta hablar de ello y nos cuesta mucho más dar con soluciones, porque lo primero que uno piensa es que hay un único culpable y, como todo en la vida, los factores que intervienen son muy diversos. Ahí van algunos, siempre desgranados a partir de mi experiencia, personal y muy discutible:
1.- Los guetos educativos responden a guetos sociales. Hay coles que acumulan anormalmente una proporción exagerada de alumnado gitano. La propia fundación Secretariado Gitano publicaba ayer un artículo en ese sentido:
Segregación escolar en escuelas españolas: 173 centros registran alta concentración de alumnos gitanos. La escuela no puede ser inclusiva cuando se diseña con esos perfiles. Está claro que hay barrios diversos, pero los ayuntamientos deberían luchar para que no se produzcan esos focos de marginación que todos conocemos. Una planificación urbanística adecuada puede ser un primer paso para acabar con ello.
2.- Los guetos educativos se sostienen por una deficiente planificación escolar. ¿Es normal que un colegio de barrio heterogéneo albergue mayoría de alumnado gitano y que el colegio concertado del mismo barrio no tenga ninguno? Hablo de un caso extremo, pero real. La distribución de zonas y de matrícula dentro de un distrito es en ocasiones surrealista. Todos hemos oído la frase: "me lo llevo a tal colegio porque allí no hay gitanos (ni moros, ni rumanos...)". Que la administración educativa lo permita sin establecer mecanismos de control y sin favorecer una distribución adecuada de los recursos, la convierte en cómplice de esa segregación. Y la frasecita nos lleva al siguiente culpable:
3.- El racismo de las familias payas. Muchas familias no quieren que sus hijos convivan con la diferencia. No solo con gitanos, como es el caso del que hablamos, sino tampoco con otras razas o religiones (o diversidad sexual). Es más, tampoco con personas de una clase social inferior, la célebre
aporofobia. Todos han oído hablar de las maldades de fulanito, que es gitano, o de lo difícil que es integrar (fíjense, "integrar", no "aceptar la diferencia") a tal colectivo, y por eso, si pueden, se llevan al niño o a la niña a otro cole. Para luchar contra esto hay pocas soluciones, más allá de evitar esas alternativas "libres de gitanos" pagadas con dinero público, o jornadas de puertas abiertas para que conozcan la riqueza de la diversidad.
4.- El racismo de los profesores. Como cualquier otro ser humano, el colectivo docente tampoco se libra de esa lacra y existen profes que son racistas, con unos colectivos más que con otros tal vez, pero racistas. Las soluciones para ello exigen formación y sensibilización, además de recursos humanos suficientes para atender a la diversidad, ya que tras ese racismo se encuentra a veces la frustración de no poder o saber educar en la diferencia.
5.- El racismo de las familias gitanas. Mientras los niños van al cole, como el entorno es cercano y se mantiene cierta identidad de grupo, las familias gitanas aceptan de buen grado la escolarización, pero al llegar al instituto, donde esa identidad se diluye y las normas son más rígidas, comienza una percepción del centro educativo como centro carcelario. Cualquier falta cometida se percibe también como un ataque racista. Si se notifica una incidencia o se abre un expediente, se ha hecho "por ser gitano", cuando en realidad se abren expedientes y notifican incidencias a cualquier alumno, sea de la raza o color que sea. Ante esa percepción de las "normas payas" como una imposición arbitraria, la salida de algunas familias es tolerar o fomentar el absentismo a partir de la ESO.
5.- El racismo de los propios alumnos gitanos. Cuando vienen al instituto alumnos gitanos de un cole en el que solo se han relacionado con gitanos, detectamos el mismo racismo que he mencionado arriba. No quieren que se les ponga en grupos de payos, no quieren participar en actividades conjuntas, etc. Entiendo que buscan el apoyo de su colectivo, que es su manera de mantener la identidad dentro del grupo, pero debemos admitir que es también una actitud que aumenta la segregación. Esta configuración como subgrupo aislado provoca que haya una figura de referencia para ellos, generalmente el alumno líder del colectivo, que marca sus propias normas: "no vale la pena estudiar, no pasa nada si faltas un día, a ese no le hagas caso..." En ese contexto, la inclusión educativa resulta muy compleja, porque los modelos positivos que puedan ofrecer los docentes o sus otros compañeros quedan diluidos en un mensaje negativo de mucha mayor autoridad para ellos.
6.- El absentismo. Para mí, es el factor más determinante de todos. Los alumnos gitanos son en su gran mayoría absentistas en el instituto. Quizá en los coles de Primaria no tanto, pero, al llegar a Secundaria, podría asegurar que alrededor del 70% de ellos son absentistas parciales o totales. Faltar uno o dos días a la semana no se percibe como algo grave dentro del colectivo, pero para los docentes supone la pérdida del hilo formativo. En un trimestre, el descuelgue del currículo es casi insalvable y por eso, en la mayoría de casos, los alumnos gitanos repiten 1º, repiten 2º y cumplen los 16 años y se van. Incluso los más aplicados acaban cayendo en esa trampa del absentismo, para sorpresa de sus maestros de Primaria. Las soluciones aquí son complejas: ya he comentado que
los protocolos de absentismo sirven de poco; la responsabilidad es en este caso de las familias, que deberían asumir la asistencia regular a clase como una garantía de educación de calidad.
7.- Las organizaciones y asociaciones gitanas. Sabiendo como sabemos la dificultad de solucionar este problema, Secretariado Gitano o Fundación Punjab (por mencionar dos de las entidades que tengo más cerca) deberían movilizar todos sus recursos para que cada uno de los factores que he señalado tuviese la menor incidencia posible. No vale echar la culpa únicamente a los profesores o a los políticos. Los centros educativos necesitamos su ayuda y colaboración, pero una ayuda activa. Si el discurso inclusivo no es un discurso compartido, nada podremos hacer. Si los comentarios despectivos que algunos payos lanzan sobre los gitanos resultan ser una réplica exacta de los que lanzan algunos gitanos sobre los payos, mal vamos.
8.- Los políticos. Así, en general, si hubiese una decidida voluntad política de acabar con la segregación del pueblo gitano, las diferentes administraciones públicas habrían desarrollado estrategias para hacerlo. ¿Conviene? Viendo cómo está la situación política, creo que no. Las ayudas sociales acaban siendo un caramelo envenenado para un colectivo que tampoco tiene representación en los órganos de gobierno. Cuando tengamos un ministro gitano quizá comiencen a cambiar las cosas.
Sé que con este artículo me van a llover críticas de todos los lados: por poner en entredicho la honestidad de los profes y familias payas y por cuestionar el papel de víctimas de algunos gitanos. Ya lo he dicho al comenzar, es un tema tabú sobre el cual pocos quieren hablar, pero desde el silencio jamás se solucionará.