Mayo es un mes tradicionalmente flojo en lecturas, sobre todo por el ritmo frenético de trabajos y exámenes que imprimen los finales de curso. Curiosamente, para elaborar esta sesquidécada, me encuentro en las lecturas de aquel mayo de 2001 con un denominador común: el ritmo pausado de la narración y cierto gusto por la retórica y la reflexión. Tres obras bastante dispares he seleccionado para ilustrar ese fenómeno.
Antonio Muñoz Molina es un habitual de este blog y, en esta ocasión, viene con una obra singular dentro de su producción: Sefarad. Se trata de una una novela que es casi un ensayo, una hibridación con la que Muñoz Molina seguiría experimentando en obras posteriores y que daría lugar también a esa corriente posmoderna del ensayo-novela en la que destacan Vila-Matas o Javier Cercas, por mencionar a los más conocidos. Sefarad traza un viaje a través de nuestra historia, de la historia de nuestros exilios, poniendo el foco en la cuestión judía, algo que quizá haya costado a su autor ciertas críticas, pues ya se sabe que es difícil ser neutral en esta tierra de afinidades tan polarizadas y cainitas. Si queréis una información más completa sobre esta obra, os recomiendo la reseña que publicó en su día nuestro compañero Eduardo Larequi. Personalmente, guardo un buen recuerdo de ella, aunque no he vuelto a sus páginas desde hace tiempo y puede que hoy me resultase demasiado densa.
Cambiando de estilo y de género incluso, nos vamos a Álvaro Cunqueiro, cuya novela Las mocedades de Ulises, me sorprendió muy gratamente. Los mitos actualizados son un tema recurrente en todas las literaturas, pero es muy reparador encontrar al joven Ulises en ese ambiente gallego tan cercano como sugerente. Una novela refrescante y con mucho guiño a los amantes de la literatura clásica. Es una pena que algunos de estos autores hayan quedado marcados a veces con el estigma del aciago tiempo que les tocó vivir.
Para finalizar, un relato también clásico: Bartleby, el escribiente, de Herman Melville. La antológica frase que repite su protagonista, "preferiría no hacerlo", ha dado pie a toda una filosofía, convirtiendo a Bartleby en un precursor de la procrastinación sine die. El relato de Melville condensa muy bien la desazón de lo cotidiano, la angustia sorda ante las responsabilidades, el estupor que provoca quien decide nadar contra corriente. El mundo está lleno de Bartlebys (de los Bartlebys literarios también se ocupó Vila-Matas) y convendría recordar que, en más de una ocasión, nuestra mejor respuesta sería esa, preferiría no hacerlo.
Sefarad me sorprendió en positivo y supuso para mí un cambio de registro en el autor, que luego mantuvo de forma regular. No he leído la segunda pero tiene muy buena pinta, me la apunto como recomendación. Y la tercera es más reciente para mí, correcta, buen tema pero había oído hablar tanto del síndrome que no cumplió mis expectativas de obra maestra.
ResponderEliminarMuchas veces viajo y paso mis vacaciones en Galicia, cerca de Mondoñedo, donde nación Álvaro Cuáquero. Allí tiene una estatua sentado con las piernas cruzadas mirando la hermosa plaza frente a la catedral. He leído Las crónicas del sochantre y Las mocedades de Ulises que nos traes. Sin embargo, este estilo fantástico gallego no logra atraerme. Me siento distante. No disfruto, a pesar de que he gozado del realismo mágico de García Márquez.
ResponderEliminarEn cuanto a Sefarad, lo leí en su momento y me gustó como me suele gustar Muñoz Molina pero no tanto como otros suyos. Lo leí tambien en aquella época pero no lo recuerdo mucho.
Bartleby es excepcional. He leído Moby Dick dos veces y espero poder leerlo una tercera vez. Bartleby representa el alma de todo resistente frente al sistema, a cualquier sistema. Yo me siento Bartleby en distintos sentidos, y cuando uno dice que Preferiría no hacerlo y actúa en consecuencia, siente un intenso placer. La vida es eso, lo que uno hace y todo aquello que preferirías no hacer. Sin violencia, pasivamente, sin énfasis, con un tono tenue de voz pero firme. Creo que nos definimos por esos dos parámetros: lo que elegimos hacer y todo lo que elegimos no hacer.
Leí "Bartebly, el escribiente" hace justo a ahora 32 años. Me acuerdo perfectamente de la intrahistoira de esta lectura. Acababa de aprobar las oposiciones. Mi euforia me llevó a una librería de Castellón a ver qué encontraba para leer. Y cayó en mis manos este librito. Lo leí alucinando cada vez que leía aquello de "preferiría no hacerlo". Yo acababa de echar el resto en las oposiciones. Horas y horas de estudio. Noches en vela... y este escribiente soltaba impasible aquello de "preferiría no hacerlo..." Era verano. Me acuerdo perfectamente. Y el escribiente, entre los ardores estivales trataba de darme una lección que lustros después empiezo a comprender...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Me gusta mucho Muñoz Molina, disfruto de sus libros pero también de sus artículos en prensa, me identifico con su forma de observar el mundo y contarlo. También coincido totalmente con lo que cuenta Joselu sobre Bartleby,nada que añadir tan solo que me encanta como lo ha escrito. Y... falta tan solo un día, ¿Habrá cava virtual? ;)
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