Observen esa isla. En ella viven unos jóvenes que ansían llegar a tierra firme. También en ella se encuentra, desde tiempos inmemoriales, una casta de chamanes que ayuda a esos jóvenes a construir balsas para escapar de la isla. Siempre se han construido balsas, desde los tiempos de los robinsones. Nadie sabe bien de dónde sacan los chamanes las maderas ni los conocimientos para construir las balsas, pues como buena casta se encargan de transmitir celosamente los secretos del oficio. Sin embargo, en los últimos tiempos las cosas no van bien en la isla. En lugar de maderas, los chamanes reciben piezas de metal. Las balsas que se construyen con ellas no flotan. Los jóvenes se hunden. Algunos en la isla han empezado a cuestionar la actitud cerrada de los chamanes, que insisten en construir una y otra vez balsas que zozobran a los pocos metros de la orilla. Entre los chamanes existe incluso una corriente crítica que propone abandonar la construcción de balsas y experimentar vías distintas para salir de la isla. Sus voces son acalladas. Mientras tanto, la jerarquía de los chamanes continúa repartiendo metros y metros de venerable soga para atar esas brillantes piezas sacadas de enormes cajas. Para no ensuciarse las manos, envuelven el frío metal con el croquis de montaje de modernos helicópteros.
Crédito de la imagen: 'airplane view'
Demoledor pero cierto, Toni. Espero con interés las próximas metáforas.
ResponderEliminarTu post me lleva a dudas que no tengo resueltas. Mi hija estudia primero de bachillerato en un instituto de barrio en Cornellà. Todos los profesores son tradicionales, totalmente tradicionales, y parecen apretarle bastante por lo que estudia. Creo que tiene una base aceptable que viene de la ESO. Quiere ser médico, lo tiene muy claro y eso es bastante complicado como bien sabes. El nivel académico es vital. La exigencia, necesaria. Parece que ello nos lleva a una enseñanza de la que tu pareces distanciarte. Tú estás situado en un instituto límite donde se cuece el fracaso mayoritario. Y extraes metáforas lógicas de tu experiencia. Yo estoy en un plano intermedio e intento una enseñanza alternativa de signo distinto, pero no sé si en el fondo mis alumnos no preferirán enfoques más tradicionales, más pautados y convencionales. El nivel es bajo y no estudian, pero hay algunos que sí que lo hacen y mantienen una línea de trabajo importante. ¿No estarás excesivamente condicionado por el nivel social de tu instituto y su índice de fracaso académico?
ResponderEliminarNo lo tengo claro. Es mi último año y todavía no he resuelto las preguntas esenciales. ¿Qué? y ¿Para qué? Lo he intentado, pero no tengo ni idea de para qué ni de qué modo servirá lo que he hecho. No sé qué tipos de balsa necesitan mis alumnos para salir de la isla. No sé si soy un chamán o un arlequino de la comedia del arte que solo suscita la risa. Quizás sea más bien un Pantaleone.
La parte más oriental de la isla estaba cubierta de un espeso bosque poco visitado por los isleños al ser difícil de transitar, oscuro y arriesgado. Algunos quisieron explorarlo y no volvieron o regresaron malheridos contando peligrosas situaciones entre animales siniestros y salvaje vegetación. Se dice que en lo más profundo del bosque se abren grandes oquedades en el subsuelo pobladas de orcos bajo el mando tiránico de un uruk-hai llamado Sauron "el horripilante". Estos seres vivían apartados, solitarios en su bosque. Su único contacto con los isleños era a través de una delegación educativa dirigida por Sharoa, una elfa con notables habilidades para la brujería.
ResponderEliminarSharoa tenía poderes notables en el sistema educativo de la isla; ella dictaba los currículos obligatorios, definía las líneas editoriales de los libros de texto y lanzaba sobre el profesorado hordas de expertos, asesores e inspectores quienes, aposentados en sus torres de marfil, gobernaban desde –arriba- la formación de los de –abajo- causando en el sistema una permanente plaga de desacuerdos y disconformidades que ellos, autoridades en la materia, interpretaban como falta de formación en un sector del profesorado obsoleto, negativo y poco participativo.
Desde la orilla del continente algunos viejos chamanes y otros ciudadanos críticos tratan de mandar señales de humo para que los jóvenes aprendan a cuestionar a sus chamanes. Solo les falta que alguien les enseñe a leer este lenguaje y otros parecidos. Algunos chamanes críticos ya están tratando de hacerlo sin apenas apoyos, pero sabiendo que el objetivo es llegar para seguir caminando...
ResponderEliminarNacho: Gracias por el comentario. Debo dejar pasar un tiempo, porque estas metáforas, que uno vive desde dentro, te dejan agotado.
ResponderEliminarJoselu: Tu reflexión es muy atinada porque también he vivido en mi casa la situación que cuentas. Sin embargo, veo también que muchos de esos que triunfan con el modelo tradicional habrían destacado aún más con otros enfoques que les habrían permitido una apertura de miras mucho mayor. Sin duda mi contexto me marca, nunca lo he ocultado, pero hablo con docentes de centros mucho mejor situados en los ránkings y me cuentan que tienen problemas muy parecido. Es muy complejo desde luego, demasiado para resumirse en una sola metáfora.
Javier: Creo que a Sauron le han dado una embajada en París... :) Gracias por tu alegoría en clave épica.
Ángel: En tierra continental hay mucho vivales que prefiere que los jóvenes lleguen en pateras y no en helicóptero, porque los de las pateras son fáciles de manejar. Ya veremos qué pasa con esto. Gracias por tu comentario ;)
Toni, esa isla corre muchos peligros. Citaré dos que también están muy presentes en mi contexto. Por un lado, el cansancio que invade a los que intentan infructuosamente llegar hasta la otra orilla. Por otro, la imposición del silencio a las voces críticas.
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