El lunes pasado este blog cumplió ocho años. En todo este tiempo de vida bloguera apenas he hablado de un asunto que ocupa buena parte de mi oficio: la formación del profesorado. Es ésta una faceta en la que me inicié de manera activa en 2007 y en la que todavía sigo interviniendo con bastante asiduidad. Reconozco que empecé a impartir cursos de formación porque no me gustaban los que recibía; no se me entienda mal: no sugiero que mis cursos sean mejores que los de los demás, sino simplemente que como alumno me aburría y como profe no puedo hacerlo por el empeño que pongo en ello. Es algo así como lo que dicen las parejas rotas, "no ha sido culpa tuya, sino mía".
La formación del profesorado es un tema del que no resulta fácil hablar sin tapujos. Me parece que este oficio nuestro es de los pocos en los que los grandes profesionales se atreven a jactarse de que no necesitan formación, alegando que "la práctica hace al maestro". Si lo pensáis bien, nada impide que un pésimo licenciado esté toda su vida dando clase sin tener ni remota idea de lo que hace. Al menos mientras mantenga un alto índice de aprobados. La formación en nuestro colectivo está entendida tradicionalmente como "asistencia o participación en cursos", nunca vinculada a su aprovechamiento, asimilación o relación con la práctica de aula. De hecho, parece que hay una desconexión total entre "formación" y "práctica docente", como si ambas esferas fuesen universos paralelos que nunca se han de tocar. Podríamos hablar incluso de la "burbuja formativa", esa oferta de los últimos años en la que había cursos de todo y para todos, cursos que ofrecían propuestas, enfoques o métodos cuyo contacto con la realidad del aula era pura ficción. Todos hemos sido cómplices, sí, de esa burbuja que solo servía para conseguir créditos y afianzar sexenios: una formación por encima de nuestras posibilidades.
No sé cuál es el camino correcto para abordar la formación docente. He hablado con muchos asesores que se muestran preocupados porque ya no saben cómo promover cursos: incluso ofertando en el propio centro, los docentes se resisten a participar. Por ello, la administración, aplicando aquello de "a grandes problemas, grandes soluciones", ha apostado por la formación on line, probablemente tan efectiva, pero más barata. La clave de todo ello es que tal vez, como ocurre con la política, hayamos llegado al punto de no tomarnos en serio algo que deberíamos considerar fundamental. Digo fundamental porque sé bien que la formación es muy necesaria, no solo para la mejora y la innovación, sino también para la calidad docente.
Para ilustrar estas afirmaciones, voy a poner un ejemplo personal reciente. Quienes me conocen saben que llevo más de cuatro años colaborando en el diseño e implementación de proyectos educativos en el aula. Para hacerlo con mediano éxito, he tenido que formarme y autoformarme: sobre todo lo he hecho leyendo blogs, artículos didácticos, aprendiendo de compañeros, etc. La parte práctica la tenía consolidada, sin duda, y podría haberme quedado ahí, señor de mi rutina, pontífice de mi saber hacer. Sin embargo, cuando a finales del año pasado tuve la ocasión de ejercer de tutor de un curso de "Aprendizaje Basado en Proyectos" para el INTEF, pude comprobar que me faltaban bases teóricas y que desde la atalaya de la tutoría de otros docentes estaba aprendiendo también sobre mis propios errores. De nuevo podría haberme quedado ahí, pues ya tenía la teoría y la práctica; pero me faltaba el tercer lado del triángulo formativo: la visión del aprendiz. Después de tantos años, no había sido juzgado ni evaluado, lo que ponía de manifiesto esa carencia en mi metodología. Así que, en el último MOOC sobre ABP, en el que he participado como "alumno raso" he podido ver lo complicado que resulta a veces cumplir con los deberes, completar tareas, colaborar con colegas, tomar decisiones... y, en especial, lo duro que resulta ser evaluado.
Para ilustrar estas afirmaciones, voy a poner un ejemplo personal reciente. Quienes me conocen saben que llevo más de cuatro años colaborando en el diseño e implementación de proyectos educativos en el aula. Para hacerlo con mediano éxito, he tenido que formarme y autoformarme: sobre todo lo he hecho leyendo blogs, artículos didácticos, aprendiendo de compañeros, etc. La parte práctica la tenía consolidada, sin duda, y podría haberme quedado ahí, señor de mi rutina, pontífice de mi saber hacer. Sin embargo, cuando a finales del año pasado tuve la ocasión de ejercer de tutor de un curso de "Aprendizaje Basado en Proyectos" para el INTEF, pude comprobar que me faltaban bases teóricas y que desde la atalaya de la tutoría de otros docentes estaba aprendiendo también sobre mis propios errores. De nuevo podría haberme quedado ahí, pues ya tenía la teoría y la práctica; pero me faltaba el tercer lado del triángulo formativo: la visión del aprendiz. Después de tantos años, no había sido juzgado ni evaluado, lo que ponía de manifiesto esa carencia en mi metodología. Así que, en el último MOOC sobre ABP, en el que he participado como "alumno raso" he podido ver lo complicado que resulta a veces cumplir con los deberes, completar tareas, colaborar con colegas, tomar decisiones... y, en especial, lo duro que resulta ser evaluado.
El punto de la evaluación es el último que quería tratar. Los docentes nos formamos poco y mal. Al menos en la formación estándar, esa que da créditos, porque otra cosa son los eventos educativos y la autoformación. Nos formamos mal porque no nos creemos que otros sepan más o enseñen mejor, porque no nos interesa tanta teoría, porque, mientras el profe explica, buscamos ofertas de viaje o hacemos dibujitos hipnóticos en la libreta, porque firmamos y nos vamos... pero, sobre todo, porque aceptamos de mala gana que nos evalúen. Si dicen que el médico es el peor enfermo, el docente es sin duda el peor alumno. Tanto en el curso del INTEF como en el MOOC que acabo de mencionar han sido muy frecuentes las quejas por evaluaciones injustas, bien por la falta de feedback o comentarios que aclarasen los puntos negativos o bien porque evaluadores y/o evaluados no habían siquiera leído las rúbricas. Yo mismo he tratado de colar algunas tareas un poco flojas y he sido descubierto por colegas que me lo han hecho notar; aún así, en otras ocasiones, he recibido calificaciones bajas sin ninguna aclaración, lo que me ha hecho pensar: "¿Son tan rigurosos esos profes consigo mismos como lo son con los demás?" Reconozco que ese tema ha sido para mí una auténtica "caída del caballo" que me ha hecho reflexionar sobre mi propio modo de evaluar (incluso lo hice explícito en mi blog del MOOC). ¿Qué garantías tenemos de que evaluamos bien a nuestros alumnos? ¿Recibimos u ofrecemos comentarios acerca del acto de evaluar? ¿Qué nos hace pensar que estamos trabajando bien? ¿Quién le dice al profe que lo hace mal? ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Cómo veis, había empezado a hablar de formación y acabo haciéndolo de evaluación. No puedo ofrecer respuestas acerca del mejor modo de formar a los docentes, porque en ello hay factores que escapan a mi control (cuánto dinero dedicar, quién debe diseñar la formación de un centro, quiénes están en condiciones de evaluar a un docente....). No obstante, creo que debemos tomar conciencia de que sin formación real, sin someternos periódicamente a una evaluación de nuestras capacidades docentes, es muy probable que estemos viviendo en una burbuja de satisfacción profesional que poco tiene que ver con la realidad. Tal vez sea cierto que la práctica hace al maestro, pero no sabemos si lo hace bueno, regular o malo.
Crédito de la imagen: 'Claremont High School, Television in the classroom'
24 comentarios:
Toni, amigo mío, cómo me identifico con todas o casi todas las afirmaciones que haces. Yo también -lo sabes- doy cursos de formación al profesorado y también he realizado el curso de tutores del INTEF, he participado en los dos últimos MOOCs sobre PLE y ABP y coincido contigo en las apreciaciones sobre la evaluación entre iguales... Creo, además, que ambos coincidimos también en la formación de los futuros profesores (Máster de Secundaria) y mantenemos opiniones similares…
De acuerdo en que ha habido o hemos creado una “burbuja formativa”; también habría que señalar que hay –como en la tele- “formación basura”; y que hay una larga distancia entre unos cursos de formación obligados y exigidos por la administración y una formación que modifica hábitos. Esa, precisamente, es la auténtica y verdadera formación y lo demás son cantos de sirenas o, según los casos, el canto del cisne…
Ay, tema muy interesante para terminar el curso, pero me quedo aquí porque me sale otro artículo y tampoco es eso... :)
Cuentas muchas cosas en el post y no me veo capaz de iniciar una conversación seria a partir de comentarios. Francamente, no es el lugar. Comparto la necesidad de una formación mucho más sólida que la mera práctica y el simple "compartir". Hay que leer más y reflexionar sobre nuestro trabajo con rigor y auto exigencia. Hay que abrirse a los juicios informados de los demás y poner el oficio de cada uno ante el espejo.
La evaluación - demasiadas veces confundida con la calificación - es un desastre en términos generales. Me atrevería a decir que es el último bastión tras el cual el profesorado ejerce el poder en un sistema que hace aguas por todos lados... Estamos de final de curso y los despropósitos en este tema merecerían larga conversación. Insisto, aquí no es posible.
Así pues, escribo, simplemente para felicitarte por tu honestidad y valentía para abordar estos temas, con un punto necesario de autocrítica sobre la evaluación, formación y la autoformación.
Por cierto, y al hilo del comentario de Marcos, yo decidí no dar más cursos de formación hace cuatro años y "me borré" de formador de la Universidad Autónoma de Barcelona. Tenía demasiadas contradicciones internas! :)
Un abrazo, compañeros!
Boris
Ahhhh... respecto a la coevaluación o evaluación entre iguales, me identifico plenamente -como sabes- con todas tus afirmaciones. Mientras algunos compañeros nuestros siguen pencando con un 4.8, incluso con un 4.9, otros andamos enredados en rúbricas, dianas, diarios de aprendizaje, rutinas de pensamienso, portafolios... Como decía mi recordado profesor de latín, don Santiago Segura Munguía, "que les suspenda la vida", a lo que yo añado: "in dubio pro reo..." Lo siento, no me he podido contener. Perdón.
No sé, no sé cuál es la clave de la formación, pero me parece que la solución debe apuntar hacia la epistemología de la práctica, que el conocimiento del docente adquiera realmente el papel que merece en el proceso de formación, punto de partida y de llegada de cualquier propuesta formativa.
Es curioso el modo como te has ido hacia la evaluación. A mí me parece que el recorrido refleja una actitud de rebeldía del profesor frente a un "poder" que no reconoce como tal, un profesor que se resiste.
Muy acertado Toni. Esta misma mañana hablaba de esto con otro compañero docente en mi centro. Lo has clavado en la frase "... no necesitan formación, alegando que "la práctica hace al maestro". Si lo pensáis bien, nada impide que un pésimo licenciado esté toda su vida dando clase sin tener ni remota idea de lo que hace".
Cuantas veces la he oído.
Gracias por compartirlo
Totalmente de acuerdo Toni. Poco puedo añadir porque pienso exactamente igual que tú. Hay demasiados dioses en nuestra profesión, demasiados profesores de asignatura alejados de la verdadera educación. Falta mucha formación e información, pero para empezar humana.
Como decís todos la formación que no cambia nada no sirve. Por eso cursillos de una semana dodne solamente hay que asistir no sirven. Por eso un curso de una herramienta tic sin obligación de probarla en el aula no sirven. Por eso cursos que no incluyan teoría o que sean solo teoría no sirven.
Creo que debería haber cursos de diversos tipos
a) actualización científica
b) didáctica de la materia
c) metodología docente
d) de centro
Cuántas cosas, Toni. Y , como siempre, pones el dedo, muchos dedos, en muchas llagas. El tema de la formación del profesorado es un mal que sufrimos especialmente los que sí queremos formarnos porque creemos que es una necesidad, que es básico seguir aprendiendo y vemos trabas de todo tipo. A veces los cursos, rellenar expediente, no sirven para mucho, y no te ofertan nada de verdad interesante, y otras veces nos falta la humildad suficiente para querer aprender. Es muy cierto que somos los peores alumnos. Me sorprendo muchas veces en reuniones y claustros viendo lo poco que escuchamos el ruido que hacemos, lo que hablamos mientras alguien está en poder de la palabra, cosas que no permitimos en nuestras clases y que nosotros sí hacemos como alumnos.
En fin, un tema para reflexionar largo y tendido
¡Qué post tan épico Toni!Como lo eres tú y lo somos la mayoría 2.0.
Formar y autoformarnos tendría que ser mantra para los docentes pero cuesta practicarlo porque supone ceder protagonismo al alumnado -algo duro para el ego docente.
Y aunque también decidí como Boris Mir, dejar de dar cursos de formación "por contradicciones internas" y externas, nunca renunciaré al aprendizaje continuo y al diálogo entre pares e impares a quienes les apasione su trabajo.Y si además puedo ser capaz de emocionar en el desempeño de esta poco reconocida profesión o emocionarme leyendo, escribiendo o hablando de educación, seré feliz haciendo lo que me gusta que es en definitiva de lo que se trata ¿no? Abrazos
Moltes de les coses són certes, però serveix d'alguna cosa criticar d'una manera tan generalitzada els docents? Són una minoria els que no compleixen i són una majoria els que pateixen cursos de formació inútils. Potser l'inici de l'entrada marca ja la causa del rebuig als cursos de formació. Però evidentment no tothom busca com a alternativa donar els cursos que hauria volgut rebre.
La vida de un docente es larga y procelosa. Pero no considero que haya fórmulas que hagan bueno a un docente si por bueno entendemos a eso de "los proyectos" o la implementación de la tecnología masivamente entre el alumnado. Conozco magníicos profesores tradicionales y magníficos profesores innovadores. Es una falacia que todos hayamos de convertirnos a una filosofía determinada. Los chavales cuando están ante un profesor lo primero que perciben es si pueden confiar en él, si les suscita respeto, si están a gusto con él, y puede que sea autoritario pero esto gusta a los chicos si la autoridad se ejerce inteligentemente. La autoridad bien ejercida serena a estos muchachos tan inquietos. No creo en los modelos innovativos como sistema que solucione la educación. Tras esos modelos innovadores hay profesores de un tipo u otro. Es el modelo de profesor el que marca la diferencia sea clásico o no.
Lo que pasa es que nosotros o muchos de nosotros administramos unas secuencias educativas en unos entornos muy desfavorecidos cultural y económicamente y no dejamos de formularnos preguntas de cómo hacerlo mejor. Es cierto que a mis alumnos raramente les interesa lo que yo les explico. Su horizonte cultural es limitado por sus circunstancias personales y sociales. Y yo no acabo de ser suficientemente convincente.
Pero sé de alumnos de tercero de ESO no brillantes que están buscando sacar notas excelentes para obtener una beca que les permita ir a estudiar un año a Canadá en el bachillerato en una familia, todo pagado. Para estos alumnos todo tiene sentido y saben apreciar qué se les está impartiendo y lo aprovechan sean sus profesores innovadores o callejarios o clásicos y conservadores. Todo tiene riqueza de alguna manera.
Es la tremenda complejidad de nuestro alumnado la que nos pone frente al pelotón de ejecución y urdimos sistemas que descubren a veces la sopa de ajo, pero si quieres que te diga la verdad, la clave del verdadero estudio pasa por los codos. No hay otra. O se es un personaje especial como he tenido en mi carrera, que han fracasado en los estudios pero han triunfado en la vida.
A veces los profesores acertamos y muchas veces nos equivocamos o acertamos con unos y fracasamos con otros. No todos nuestros alumnos demandan lo mismo de nosotros.
¿Nadie ha pensado alguna vez en crear un grupo de trabajo -o lo que sea- donde docentes medianamente comprometidos con sus -nuestras- prácticas grabemos nuestras clases y sean nuestros compañeros de grupo de trabajo -o lo que sea- los que nos den un "feed-back" intentado ver lo bueno que hacemos -y felicitándonos: ¡cuánto "presta", como decimos en Asturies, que alguien nos anime!- y ayudándonos "en positivo" para que lo hagamos mejor?
Autocrítica,humildad,compromiso,autoformación... !ojalá estos principios fueran prioritarios en nuestra profesión docente! Enhorabuena compañero!
Bien,sí... como experto en la materia...
es broma, ¿tienes inconveniente en que imprima esta entrada y la ponga en la sala de profes?
Me comprometo a que al menos uno de ellos la lea - la ha leído, vamos - entera.
Y hasta ahí puedo leer (no sea que vaya a ponerme a decir verdades ;)
Saludos
Creo que todo depende de cómo entiendas tu profesión. Si eres de los que no puede ver a los alumnos con cara de muertos, repitiendo una y otra vez lo mismo sin que sirva de nada, pues te buscarás la vida para que tus clases cambien. Si por el contrario eres de los apalancados que no se plantea mucho más y siempre tira balones fuera, pues seguirás así y siempre tendrás alguna excusa. Parece que una vez aprobada la oposición todo el monte es orégano...¿o no?. Conste que ya entoné el "mea culpa" por no apuntarme al MOCC, sobre todo al segundo ;)
Marcos: Frente al 10/15% de aprovechamiento de los cursos formales, tú y yo sabemos bien que la formación "informal", esa de los eventos que nos pagamos de nuestro bolsillo, llega al 100%, los mismos que repiten año tras año, y repetimos porque aprendemos más en dos días que en 100 horas.
Boris: Coherente con tus ideas, veo bien que hayas abandonado ese mundo de la formación. A pesar de las contradicciones, sigo sintiéndome útil cuando imparto cursos, aunque sea en una proporción mínima. Es una manera de hacer visible mi trabajo del aula y mis reflexiones sobre el oficio. Hay que ser más autocríticos, sin duda.
Marcos, otra vez: Es más, a veces ni siquiera mil rúbricas son capaces de reflejar todo el aprendizaje dentro de un proceso largo como es un trimestre o un curso. Yo apostaría por quitar las calificaciones y que se diese una nota de competencias al final de cada ciclo.
Cristina: Bienvenida al blog. Es revelador que haya acabado hablando de evaluación, pero también parece sensato extrapolar nuestra labor de docentes-evaluadores-calificadores con la de alumnos-evaluados-calificados cuando hacemos formación. Si esto nos incomoda, tal vez deberíamos replantear el primer rol.
Bernat: El problema de la evaluación de los docentes es encontrar a alguien que pueda hacerla bien. En un colectivo en el que muchas veces se premia al incompetente con un ascenso, es peligroso dejar en sus manos la justicia de una evaluación profesional. Gracias por tu comentario.
Fco. Javier: Parece que el papel de dios del aula está muy extendido ("yo cierro la puerta y nadie me manda"). Sería una buena monarquía si el rey estuviese ilustrado, pero a veces no llega ni a déspota. Hay que democratizar el aula, en el buen sentido de la palabra :)
Eduideas: Tu taxonomía me parece sensata y da pie a comentar que no solo falta formación metodológica, sino también actualización en las propias disciplinas. Por ejemplo, conozco profes que se comportan como "talibanes ortográficos" que siguen aplicando las normas de la academia de cuando ellos estudiaron !!!! Y se atreven a pontificar :)
Ro: Pues sí, profes durísimos y estrictos que luego no dudan en ningunear a formadores o a cualquiera que ponga en cuestión su metodología; profes que llaman maleducados a los alumnos pero que no dudan en contestar al teléfono en clase, etc. En cuanto al circo de las sesiones de evaluación, ya ni te digo...
Mila: Gracias por tus palabras. Sabemos ambos muy bien lo que supone la red para muchos de nosotros, en cuanto a crecimiento y formación, pero sobre todo en cuanto a retroalimentación y conexión con docentes que se reinventan y se atreven además a contarlo. Un abrazo.
Unai: No vull jo tampoc pontificar. La meua experiència és única i no ha de servir de model a ningú. Només volia contar allò que he vist al llarg d'aquest temps. És clar que no es pot generalitzar, però, per exemple, a l'àmbit de les noves tecnologies, puc asegurar-te que els percentatges d'"inutilitat" dels cursos és prou alt, i tampoc observe que hi haja molta autoformació a banda. Gràcies pel teu comentari i benvingut al bloc.
Joselu: Hay una creencia muy extendida (no es tu caso, por supuesto) de que el alumnado en términos generales no se entera de nada y que no valora que el profesor esté formado o que sea competente en su área. Esto es falso, pues hablo muy a menudo con mis alumnos y en las charlas informales hacen disecciones bastante certeras del perfil de algunos profes. Creo que, independientemente de las circunstancias concretas de los jóvenes, del contexto educativo, de la situación social, como profesionales tenemos la obligación de estar actualizados, en todos los ámbitos que menciona Eduideas. Y ello no quiere decir que no haya espacio para la discrepancia metodológica. Lo que no vale es agarrarse al método tradicional porque no he tenido el más mínimo interés por conocer otras alternativas. A no ser, claro está que uno considere que está libre de pecado.
Javier: Creo que eso ya existe: están los blogs, está la red educativa, Twitter, Facebook, Google+, están los eventos clásicos (Novadors, Aulablog, EABE...), los certámenes como Espiral Edublogs, etc. Por suerte, en los últimos tiempos hay oportunidad de asomarse a muchas aulas en las que se está cocinando la educación del futuro. Gracias por la visita :)
Los lusesitas: Gracias por tu comentario. Ojalá...
Wraitlito: Toda tuya, por supuesto. Procura que no te vea nadie :)
Mª José: La rutina es un salvavidas para muchos. Puede ser un buen recurso para ir mejorando, pero la tendencia es que lo rutinario acaba siendo cómodo, de ahí que cada día resulte más difícil salir de la zona de confort. No creo que se trate de ser funcionario o interino, sino de tu grado de apalancamiento. Eso va con las personas, no con el estatus. Un saludo y gracias por comentar :)
No iba por ahí mi comentario Antonio,de hecho no nombré a los interinos, ni pretendía establecer comparaciones y menos en este blog.Solo me refería a lo injusto que resulta demandar innovación, proyectos, competencias y luego que no se valoren. Quizá debieran darse más paseítos por las aulas y ver la realidad de las mismas. Gracias.
Mª José: Sé que no iba por ahí, pero quería destacar que la voluntad de mejorar no depende ni de tu situación laboral ni de si eres de la pública o la privada. Desde luego, como funcionario con plaza tengo mucho más tiempo y horizonte laboral para plantear proyectos de formación o de mejora; paradójicamente, me encuentro también con docentes que empiezan y vienen ya cansados o con espíritu de derrota. Por supuesto, la administración, para bien o para mal, ni premia ni castiga, por lo que ha de ser opción personal de cada uno.
Compañero, dices que has empezado a hablar de formación y has acabado hablando de evaluación. ¿La evaluación no es parte de la formación?
Entiendo la evaluación orientada a la formación y como enfoque personal y profesional. Soy docente universitario y formador de colegas, y siempre he pensado primero en cómo y qué evaluar; ¡eso condiciona todo! Influye en las actividades que diseñamos para aprender, en la metodología y puesta en acción, en los recursos que han de estar disponibles, en las habilidades que van a fomentar y en los conocimientos de partida más lo que habrá que añadir a estos...
Así que, permíteme la licencia: empezaste a hablar de formación, y más concreta-mente, de la evaluación.
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