28 febrero 2014

Leer el exilio, vivir el exilio: un N-MOOC en barco suburbano



Comienzo el mes de marzo asumiendo el reto de guiar la travesía del Barco del Exilio, un navío que lleva ya un par de cursos de singladura y que, durante este año, se asoma a las redes en forma de N-MOOC, es decir un taller abierto, multiplataforma, cooperativo y no masivo, o mejor no invasivo, diría yo. El mapa de esta travesía podéis seguirlo en la página de Proyéctate, aunque sé que algunos de vosotros ya nos habéis acompañado en varios tramos de su viaje, y otros quizá lo hagáis pronto. Tomo el mando de esta nave que botó en su día el capitán Joaquín J. Martínez, y lo hago con mucha prudencia pero también con ilusión. Mi reto es leer el exilio, vivir el exilio, es decir, abordar las lecturas relacionadas con el exilio y tratar de hallar algunas actividades que contribuyan a que el alumnado reviva a través de ellas experiencias de migraciones propias o familiares.
Ligado como estoy desde hace tiempo a los callejeros urbanos, he imaginado que mi barco se colaba por las entrañas de la ciudad y durante un mes viajaba por una malla metropolitana de experiencias lectoras. Como veis en la imagen que abre esta nota, el trayecto nos llevará desde las lecturas juveniles a los clásicos, para luego afrontar el reto final y dar paso a los siguientes tripulantes que abordarán las nuevas alfabetizaciones. 
Nos detendremos en tres estaciones:
  • Lecturas juveniles con las que se pueda abordar el exilio (del 1 al 9 de marzo).
  • Clásicos universales en los que aparezca de manera eminente el exilio (del 10 al 19 de marzo).
  • Reto final:  Creación poética multimedia del exilio (del 20 al 31 de marzo).
El colofón será un evento tuitero en el que podremos compartir citas literarias en las redes con el hashtag #palabrasexiliadas durante los días 30 y 31 de marzo, conmemorando la llegada del Stanbrook a Orán.

Las plataformas en las que vamos a compartir esas propuestas son las siguientes:

1) Grupo de trabajo en la red Proyéctate: http://proyectate.ning.com/group/el-barco-del-exilio

2) En Twitter, a través de @exilioyregreso y #leerexilio

3) Nuestra página de Facebook: https://www.facebook.com/barcodelexilio

4) Panel colaborativo en Pinterest: Leer el exilio

5) Grupos en Linkedin

Podéis participar como y cuando queráis, pues en este barco-metro siempre serán bienvenidos los polizones o los grafiteros. A través de las redes iremos informando del recorrido. Vamos allá con los primeros diez días de viaje. ¿Os animáis?


24 febrero 2014

Sesquidécada: febrero 1999


La sesquidécada de febrero será breve como el propio mes que la contiene. Me tienen ocupado menesteres de enjundia como el MOOC de Educalab (que voy reseñando en mi otro blog), el próximo encuentro de docentes de lengua, el Prácticum de Secundaria de mi centro y la dinamización del N-MOOC del Barco del Exilio de la que me ocuparé en marzo. No obstante, asomo brevemente, como dije, para recordar dos o tres lecturas de febrero de 1999. 


La primera es una curiosa novela de Millás, El orden alfabético, solo apta para verbívoros, para enamorados de las palabras, para amigos de la extrañeza. Plantea un mundo en el que desaparecen progresivamente las letras y con ellas las palabras que las contenían. En otras ocasiones he reconocido que me gusta mucho más el Millás de artículos breves que el novelista, pero en su día esta novela me dejó un buen sabor. 

El segundo libro que reseño es El vicario, una novela de Manuel Ciges Aparicio (antepasado del ilustre actor Luis Ciges). No es una gran novela, pero tanto la vida del autor como el tema noventayochista merecían un mínimo recuerdo por mi parte.

Por último, una rápida mención a Miedo y asco en las Vegas, de Hunter S. Thompson, un clásico del periodismo literario (o mejor novela pseudodocumental) con toda una serie de guiños al fallido sueño americano de los 70. Si alguien se quiere ahorrar el libro, hay película, como dirían los alumnos.

14 febrero 2014

Si quieres lectores, pide lectura


Perdonad por este tautotítulo (un título tautológico que parece de Perogrullo), pero resulta que llevamos demasiados años con el espinoso asunto de las lecturas en el aula y algunas cuestiones que a mí se me antojan obvias no acaban de serlo en la realidad con la que me encuentro y con la que me cuentan mis contactos.
Si la costumbre dicta que los profes de lengua y literatura tenemos que mandar libros de lectura podemos asumirlo como un compromiso profesional con dos objetivos: fomentar la lectura y estimular el acercamiento al patrimonio literario (clásico o actual). También podemos olvidarnos de los libros y decidir que los alumnos ya leerán por sí mismos; en ese caso, deberíamos al menos garantizar los mencionados objetivos a través de otras actividades, si las hay. Debo decir que esta última opción me parece arriesgada, ya que estimular la lectura alejado de los libros es complicado y mucho más difícil resulta acercarse a la literatura sin leer obras literarias o fragmentos relevantes. Por tanto, me incluyo entre los que asumen como compromiso 'mandar' la lectura de libros en mi asignatura. Ahora bien, como dice el título de esta entrada, si quiero formar lectores, he de pedir lectura. Un lector no es un redactor de resúmenes, ni un descargador compulsivo de trabajos de internet, ni tampoco un memorizador de detalles para responder a un control de lectura. Me parece que casi todos los que os pasáis por este blog sabéis a qué me refiero y creo que también compartís esa impresión (de la que hablaremos en el Encuentro de Docentes de Lenguas). Leer en el aula es acompañar en la lectura, iniciar con los alumnos un libro, preguntarles por dónde van, qué les está pareciendo, si les aburre, si les emociona... La lectura para los lectores que empiezan es una aventura en la que a menudo necesitan el apoyo y la complicidad de alguien que haya recorrido esos pasos. El resultado final no debería ser nunca un castigo, es decir más trabajo, sino un premio, el reconocimiento al esfuerzo, la oportunidad de dar voz a las dudas y las impresiones.
Este año, en 2º de ESO estamos leyendo algunas lecturas relacionadas con el exilio, para poder compararlas después con experiencias propias de los alumnos (dentro de ese gran proyecto colaborativo del Barco del exilio). En esta segunda evaluación hemos comentado en el aula la lectura de La piel de la memoria y hemos aprovechado para ponerla en relación con la de Laila, del primer trimestre. Tomando como ejemplo la grabación de tertulias literarias que nos ha regalado Mª José Chordá con su PQPI, hemos grabado esas sesiones finales en las que se puede comprobar si han leído o no, sin necesidad de controles de lectura. Es una pena que por cuestiones de privacidad no podamos publicar los comentarios sobre historias personales de exilio que han quedado fuera de las grabaciones. La ficha de lectura que se menciona podéis encontrarla también en la red.
Espero que esto anime a más profes a compartir sus experiencias en esta línea, pues como sigamos pensando que la lectura con sangre entra, vamos a cargarnos a los pocos jóvenes lectores que caigan en nuestras manos.

Aquí podéis escuchar esas sesiones en los tres grupos de 2º ESO.


Grupo 2º ESO A/B:

Grupo 2º ESO C:

Grupo 2º ESO D/E:


Crédito de la imagen: 'Peligro'

08 febrero 2014

Mario revisitado


Ya ves, te has ido con tu cabezonería de siempre, sin ceder en tus pretensiones de cambiar el mundo, de cambiar la Escuela. Porque, a ver, ¿qué más te daba a ti cambiar la Escuela, si tenías tu sueldo fijo de funcionario? ¿Para qué señalarte delante de amigos y conocidos? Porque a mí me tocaba siempre disculparte: "Ya sabéis cómo es Mario, un soñador, un utópico". Que la gente nos miraba mal, como si los estuviésemos señalando con el dedo por ser unos antiguos. Y todo porque te empeñabas en ser moderno, en vivir el siglo XXI, qué perra con el siglo XXI, como si en el XIX no hubiésemos tenido genios. Porque el que quiere aprender, aprende, que eso lo decía mi padre. Y si no, que se vayan a trabajar. Y tú todo el día con las nuevas tecnologías, como si eso fuese a arreglar el mundo: que si blogs, que si wikis, que si redes sociales... Encima cabreado porque tus compañeros no te seguían el rollo, como si uno tuviera la obligación de aprender a hacer blogs o a perder el tiempo con el twitter. Ya sé que muchos de esos reaccionarios como tú los llamabas manejan los smartphones y las webs de viajes con soltura, pero no me vas a decir que es lo mismo el whatsapp para enviar cosas graciosas a los amigos que tener que estar pendiente de que los alumnos te manden trabajos de clase. ¡Qué barbaridad! Así cómo no ibas a crearte enemigos. Igual que con lo del cambio metodológico, ¡el cambio metodológico!, que parecía que nombrases la divinidad. ¿Qué tiene de malo dar clase explicando las cosas a quien no las sabe? ¿Hacen algún mal los profesores desasnando a los niños malcriados? Porque toda la culpa de esto es de las familias, que ya no saben educar. No van a ser los profesores los malos. Aunque tú siempre tuviste algo de inquina contra los profesores, que no parecías siquiera uno de ellos, que bien sabes que te llamaban el traidor, el amigo de los niños, con cierta sorna. Pero tú ahí, con la manía de cambiar la Escuela, de tomártelo todo a la tremenda. Como cuando le dijiste al de Filosofía que la administración podría ahorrarse su sueldo contratando a un parado que leyese la wikipedia, o cuando le soltaste al de Lengua que hay aplicaciones en internet que permiten pasar un año analizando oraciones sin que él se molestase en ir a clase. Eso eran ganas de buscarte problemas. Lo que me decían tus compañeros a mí cuando te ibas a eventos educativos: "Es que Mario solo quiere que los chavales trabajen con vídeos, con debates, con faenas pesadas en las que se tiran un montón de días perdiendo clase, sin avanzar en el libro y luego, claro, la mitad del currículo se queda sin dar y los demás tenemos que enseñar lo que se deja atrás..." ¡Ay, Mario! ¡Cuánto me has hecho sufrir. Porque era yo quien me lo tragaba todo, incluso las quejas del director, que siempre decía que los tratabas como si fueran de otra época, que parecía que hubieses bajado de una cápsula del tiempo. Y ahora que te has ido parece que todos respiran aliviados, pueden seguir con sus clases magistrales, con sus exámenes de teoría, con sus libros de texto. Ahora que te has ido pueden pedir cursos de formación para hacer ejercicios interactivos sin que te rías de ellos. Ahora, mientras leen tranquilamente el periódico en la sala de profesores, se pueden quejar de que los niños no tienen interés por nada sin que les eches una mirada asesina. Ahora que te has ido, ni siquiera necesitan que les mandes una postal desde tu querida Finlandia.

Crédito de la imagen: 'untitled'