Aunque suene tópico, hay libros cuya lectura nos marca de manera indeleble para el resto de nuestra vida. Es posible que haya que esperar años para darse cuenta de ello, porque esos libros que persisten en la memoria no siempre son las lecturas que más nos han gustado o que más hemos recomendado, sino que son obras que, como los buenos vinos, han tomado cuerpo tras una digestión serena y reposada.
Esta sesquidécada rinde homenaje a una de esas novelas imprescindibles para entender el mundo en que vivimos o más bien para entender quiénes somos los seres humanos: me refiero a 1984, de George Orwell. Cuando hace quince años leía 1984, ya conocía otra de las obras maestras de Orwell, Rebelión en la granja, que también me había impactado notablemente, aunque me pareció demasiado esquemática y apologética. Con 1984 no tuve ninguna reticencia, pues me pareció una novela impecable, profunda sin olvidar lo narrativo, crítica sin dejar de ser literaria. Es difícil hablar de 1984 sin desvelar sus intrigas a quienes no la han leído, pero por otro lado, resulta aun más difícil encontrar a alguien que no haya oído hablar del Gran Hermano, de la neolengua o de la policía del pensamiento, elementos clave de esta obra orwelliana. Sin duda, los curiosos podrán encontrar suficiente información en la red sobre Orwell y su obra, pero quisiera aprovechar para recomendar una carta recién publicada en la que el propio Orwell habla de su novela y describe con gran lucidez lo que ha de ocurrir en las siguientes décadas.
Creo que todos los ciudadanos de este Primer Mundo, tan satisfechos en nuestro ombliguismo, tan escasamente preocupados por la acumulación de poder en las manos de unos pocos -al menos mientras haya migajas que repartir-, tan soberbios en nuestro estado del bienestar -mientras dure-, deberíamos leer esta novela de Orwell y entender de una vez por todas cuál es el coste de todo lo anterior, cuál es el precio que estamos ya pagando por esas limosnas de vida burguesa. Se ha hablado siempre de 1984 como una distopía literaria, es decir como una ficción apocalíptica, pero resulta que nuestra realidad es mucho más apocalíptica que la soñada por Orwell hace más de cincuenta años. Ni siquiera necesitamos que unos burócratas borren la historia y la reescriban a gusto del Gran Hermano, porque hoy ese Gran Hermano asume que son los propios ciudadanos quienes borran sus memorias y reescriben en ellas al dictado de una sucesión de mentiras que se tapan unas a otras. Ya tenemos policía del pensamiento y vigilancia de las comunicaciones privadas. Tenemos gobernantes que castigan la transparencia y premian la delación, que inventan palabras para ocultar las verdades molestas, que utilizan la guerra para garantizar su paz. Es probable que en una sociedad normal, si alguien nos describiese este mundo en el que los poderosos desahucian y roban a los mismos miserables a quienes dicen servir, un individuo normal pensaría que se trata de una distopía, de modo que convendría reflexionar acerca de qué es lo normal y qué es lo atípico cuando hablamos de justicia, legalidad, igualdad o libertad. Sin duda, Orwell se quedó corto, pero para darnos cuenta de ello necesitaríamos más lectores y más críticos. Como decía Jean Guéhenno: "No sabe leer quien no discierne en un escrito la mentira de la verdad... Enseñar a leer a los jóvenes para que se confíen al primer papel impreso que caiga en sus manos no es otra cosa que prepararlos para una nueva esclavitud". En ello seguimos.
Orwell y Huxley se adelantaron a lo que estaba por llegar casi un siglo más tarde. No sé si visionarios o ciencia ficción convertida en realidad, pero ¿no encuentras muchos paralelismos? La verdad es que empieza a dar miedo...
ResponderEliminarSin duda 1984 me marcó también profundamente, la leí después de Un mundo feliz que abrió para mí las puertas de la distopía, que es un género que me encanta porque hace pensar. Y es sintomático que justamente ahora que la realidad supera la ficción de esos libros seminales, la distopía se haya puesto de moda entre los jóvenes. Quizá sirva para que no toleren según qué excesos
ResponderEliminarMuchos tenemos en la mente la obra de Orwell. Aquella sociedad que nos producía terror se materializa por momentos. La relidad nos sorprende disfrazada de absurdo y no acertamos a desprendernos de nuestra perplejidad porque nos negamos a sustituirla por el miedo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPor mucho que la literatura nos pueda abrir los ojos, la realidad siempre superará a la ficción.
ResponderEliminarUn abrazo y felices vacaciones.
Yo lo leí en 2009 entre avión y avión y soy incapaz de expresar con palabras lo que sentí. De hecho, otras veces lo he intentado pero siempre creo que me quedo corto. Por ese motivo, me limitaré a decir que el final me parece simplemente mágico. Creo que es el mejor final, con diferencia, de cualquier libro que haya leído.
ResponderEliminarUn saludo.
Tanto en 1984 como en Rebelión en la granja, Orwell fue un visionario, lo lamentable es que no supimos verlo para evitar lo que hoy parece inevitable.
ResponderEliminarLeí 1984 poco después de ver la película protagonizada por John Hurt y tras disfrutar de Rebelión en la granja, que me pareció más desmitificadora en las ideas, pues estaba más apegada a la realidad de la Revolución rusa y al ideario soviético.
ResponderEliminarFue durante el primer año de Carrera y sentí algo parecido a lo que describes: una novela que no impacta en el momento, pero que cala con el tiempo, embravecida por la actualidad y por la deriva autoritaria que nos envuelve y arrastra. Solo hay que abrir un periódico o ver el Telediario para acordarse de la neolengua, de amar al líder (ese Gran Hermano que accedió a la poltrona de rebote)y de la necesidad de una guerra permanente, que por razones nimias u olvidadas, inflame el espíritu nacional hasta olvidar las amputaciones sociales más sangrantes.
Creo que si Rebelión en la granja ajustaba cuentas con el pasado soviético, 1984 lo hace con nuestro presente y futuro más autoritario, más esclavo y deshumanizado.
Un saludo, Antonio, y gracias por esta magnífica entrada.
Si la vida formara parte de un argumento de Aldous Huxley, nuestros movimientos estarían programados por una élite erigida para controlarnos a través de un ordenador central. La población no podría gobernarse a sí misma porque sus instintos inconscientes son violentos y egoístas, así que éstos deben permanecer ocultos e incluso desaparecer para adaptarse al sistema. El sistema está pensado para proteger a la población de sí misma.
ResponderEliminar¿Y quién nos protege a nosotros del sistema? Nuestra capacidad de discernir, nuestra inquietud política y social y nuestra formación.
Pero si esto fuera una novela de ciencia ficción, existiría una estrategia mediática ejecutada minuciosamente por el ordenador central para intentar anular nuestro pensamiento y nuestro impulso de reflexión, dando paso a una especie de anestesia neuronal.
http://www.otraspoliticas.com/politica/un-mundo-feliz
Leí esta novela con mis alumnos de COU en 1984. Espero que ellos no hayan olvidado esta lectura de la que hubo incluso un examen muy cuidadoso. Fue un momento óptimo para la lectura. Yo la conocía anteriormente. La había publicado la Biblioteca Básica Salvat a 25 ptas.
ResponderEliminarSin duda es un texto mayor que advierte de la deriva del mundo a partir de 1948 cuando está escrita. La verdad es manipulada continuamente por el poder y cambia permanentemente, y el lenguaje, cada vez más empobrecido, es un producto también del poder para poder manipular a las masas.
Sin embargo, vivimos en un mundo de información abierta, con canales de fácil acceso a las masas, pero estas nunca han estado más confundidas. El resultado es que nadie sabe ni es capaz de discernir la verdad que se oculta tras la pantalla del poder del que formamos parte.
El conficto de Siria pone a algunos, basándose en 1984, en contra de la guerra que estaría instigada por el poder (USA) para imponer sus criterios en el mundo. Esta es la lectura sencilla. Para mí todo es mucho más complejo y en el conflicto sirio puede abrirse una disyuntiva en la que los dos vectores elegibles (intervención o no intervención) son igualmente nefastos porque forman parte de una jugada maestra de El Assad que ha gaseado a su pueblo y lo está asesinando, pero en las buenas conciencias de occidente se levanta un grito ético reivindicando de nuevo No a la guerra.
Sin duda, es difícil saber dónde está cada uno. La transformación de la realidad la operamos cada uno de nosotros continuamente. No sé si hay Gran Hermano, pero pienso que no hace demasiada falta. Solo hay que ver cómo están los centros comerciales y las miradas de la gente: absolutamente desconcertadas, hipersaciadas y necesariamente confundidas, pero en todo caso, inertes. No hay mucho dentro, y los que creen tener algo dentro porque son críticos con el poder, padecen igualmente una profunda ceguera.
Nadie sabe nada.
Para mí fueron también lecturas impactantes, tanto en el moemto de su lectura como después. Leí 1984 en 3º de BUP (mi profesor de Filosofía nos lo propuso, algo que nunca le agradeceré lo bastante, pues me abrió la puerta a otras novelas similares). Como apuntan los comentaristas, muchos lo tenemos en mente y pensamos que incluso se quedó corto.
ResponderEliminarPara mí fueron también lecturas impactantes, tanto en el moemto de su lectura como después. Leí 1984 en 3º de BUP (mi profesor de Filosofía nos lo propuso, algo que nunca le agradeceré lo bastante, pues me abrió la puerta a otras novelas similares). Como apuntan los comentaristas, muchos lo tenemos en mente y pensamos que incluso se quedó corto.
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