Llevo tiempo intentando encontrar la palabra que defina la situación actual en la que se encuentra el sistema educativo. No sé si este título de "educación escindida" da respuesta a mi percepción o todavía se queda corto, pues incluso para los filólogos no resulta sencillo nombrar una realidad tan llena de paradojas y contrasentidos como esta en la que vivimos. La realidad educativa está escindida en todos los niveles: el desánimo por la crisis y los recortes frente a la tenacidad por salvar a los jóvenes de un futuro negro; las muestras de apoyo de la sociedad frente al acoso y derribo de algunos políticos; el orgullo de casta de algunos docentes frente a la modestia obrera de otros; la lucha activa frente al victimismo pasivo...
En esa brecha nos movemos en el día a día, saltando incluso de un lado a otro según nos vaya el ánimo o el clima. Tomamos muchas decisiones bajo esa disyuntiva y no siempre estamos seguros de acertar. Ya he hablado aquí de lo difícil que resulta elegir cuando parece que las decisiones ya están tomadas de antemano, de lo vano que resulta todo cuando la administración te ofrece con una mano lo que te quita con otra.
En los próximos días celebramos la jornada de puertas abiertas en mi centro. Se nos planteaba el dilema de publicitar el instituto más allá de los colegios de referencia, pensando que quizá con el recién estrenado distrito único podemos acoger a alumnado de otras zonas. Aunque sigo pensando que esto del distrito único es una trampa, también pienso que nuestro centro puede ofrecer calidad, que merece la pena que las familias sepan que en el instituto trabajamos con ganas y con pasión. Pero también es verdad que no siempre tenemos lo que necesitamos, que la administración sigue reduciendo recursos humanos, que cada día resulta más difícil mantener unos niveles formativos satisfactorios. De nuevo la realidad escindida, la alegría por ofrecer lo mejor y la tristeza por no llegar a todos. ¿Sirve de mucho contar a las familias la labor diaria en el aula si luego las pruebas diagnósticas nos sitúan lejos de las posiciones de cabeza? ¿Debemos asumir los docentes como propio el fracaso escolar cuando este responde a condiciones externas al centro? ¿Acoger más alumnos nos garantiza realmente una dotación mayor de recursos? ¿Se puede hacer compatible la atención social con la educación de calidad? Todo son preguntas sin respuesta. Mientras reflexionamos sobre ello, en este vídeo se explica cómo es nuestro centro y cómo somos nosotros. Creo que lo hacemos lo mejor que sabemos, incluso cuando nos equivocamos. Al menos en mi caso, tal vez sea la única certeza que tengo.