La sesquidécada de julio tiene como protagonistas a una mujer en un mundo de hombres, a un hombre en busca de identidad y a una mujer que tuvo que esperar a la muerte para que el amor le otorgase una corona: de todo un poco para amenizar este verano calentito.
Nuestra primera invitada es María Teresa León, autora del siglo XX tan prolífica como desconocida. Su limitada fama, injustamente, la alcanza por haber sido esposa de Alberti, un auténtico agravio cuando sabemos que coétaneos suyos con inferiores méritos son bastante más conocidos que ella. Me limitaré a citar una novela suya ambientada en la guerra civil, Juego limpio, que bien podrían haber firmado Max Aub o Arturo Barea, por ejemplo. Merece la pena acercarse a la visión de la guerra civil desde el punto de vista de una escritora que la vivió de primera mano. En el aspecto más material del libro, recuerdo que fue una recomendación de un librero de los de toda la vida y no se equivocó. Supongo que esos consejos de librero también son bienes en vías de extinción.
El segundo invitado es Juan Goytisolo y su novela Señas de identidad. Reconozco que no es un autor que me guste especialmente y, de hecho, he dejado aparcado más de un libro suyo. Sin embargo, Señas de identidad me atrapó de principio a final, no sé si por la carga de compromiso social o por la complejidad de su estructura narrativa, que me recordó en ciertos momentos a La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza. En cualquier caso, no es una novela para lectores ocasionales, pues exige paciencia y cierta pericia con los rasgos de estilo narrativos de la novela de los años sesenta y setenta.
Y para cerrar, nada mejor que un clásico, la 'comedia' Reinar después de morir, de Luis Vélez de Guevara. Se trata de la recreación de la leyenda forjada alrededor del personaje histórico de Inés de Castro, una dama en la corte portuguesa a la que las envidias cortesanas llevaron a la muerte y de la que se dice que su enamorado rey Pedro I de Portugal sentó cadáver en el trono para que sus súbditos rindiesen los respetos que no le tuvieron cuando vivía. La comedia de Vélez de Guevara no es la única que recoge esta leyenda; si os atrevéis con el portugués, recomiendo Castro, de Antonio Ferreira, una tragedia renacentista con todos los requerimientos aristotélicos al respecto.
Espero que tengáis un verano sosegado y, si no hay novedades, quizá no nos veamos hasta la próxima sesquidécada. Felices lecturas.