En la
sesquidécada que celebra los quince años de aquellas lecturas de marzo de 1997, los protagonistas son los ensayos de literatura. La
Teoría de la Literatura es una disciplina opaca, hermética y un tanto áspera; ello se debe a la profundidad con que se aborda la materia de su estudio. Del mismo modo que uno no puede gozar de muchos de los poemas de Lope si no ha experimentado el amor, difícilmente se puede disfrutar de la Teoría de la Literatura si no se ha "sentido" el goce literario de obras maestras. Por mi parte, tuve suerte de ir construyendo el aparato teórico a medida que conocía esos clásicos fundamentales, lo que me evitó sufrimientos estériles.
El primer ensayo que quiero reseñar es
Obra abierta, de
Umberto Eco. Quizá más adelante vuelva para hablar de Eco como narrador, aunque de momento me conformo con destacar que
este ensayo me parece esencial para entender los procesos de comunicación entre autor y lector. Según Eco, las obras literarias de calidad son necesariamente 'obras abiertas' en el sentido de que solo se completa la significación cuando el lector ejecuta la lectura, y este ciclo es individual y singular. Ello continúa la línea de teorías como la Estética de la Recepción y entronca con las aportaciones de Roland Barthes y otros críticos del posmodernismo. Por cierto, si no lo conocéis, no os perdáis el divertido ensayo
¿Cómo se hace una tesis doctoral? de Eco: no os servirá ya para preparar una tesis, pero sí para disfrutar del fino humor del piamontés.
El otro ensayo tiene un título más atractivo:
La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica, de Mario Praz. Es un trabajo exhaustivo sobre las relaciones entre estos temas que se enuncian y la
estética romántica. Las referencias literarias y artísticas son innumerables y el buen lector disfrutará con las 'relaciones peligrosas' entre algunos autores malditos y el contexto de su época. En su día recogí algunas citas que me parecieron interesantes y que ahora
he subido a la red. Este ensayo fue reeditado no hace mucho por la editorial
El Acantilado.
Para cerrar esta sesquidécada, recupero a uno de mis autores españoles preferidos:
Luis Mateo Díez, del que traigo aquí la novela
Las horas completas. Todas las obras de Mateo Díez están surcadas por un humor elegante que asoma bajo la anodina existencia de muchos de sus personajes. En este caso, cinco sacerdotes que viajan en coche se encontrarán con la sorpresa de un peregrino bastante peculiar que vendrá a alterar sus plácidas vidas. Del mismo autor y con la misma calidad son novelas como
La fuente de la edad, Camino de perdición, La ruina del cielo o
El diablo meridiano. La prosa de Luis Mateo Díez, un auténtico lujo.