En junio de 1996, casi acabado 4º curso de Filología, con muchas alegrías por los descubrimientos literarios y también con bastantes decepciones por el mundillo universitario (aunque debo reconocer que, en el balance general, mayoritariamente tuve buenos profesores), dos periodos me tenían preso: La novela contemporánea y el tránsito del Renacimiento al Barroco. La primera mención de esta sesquidécada va para nuestra triste y gris posguerra. En el año 94, con motivo del XV aniversario de la muerte de Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite recogió algunos de sus recuerdos en un libro llamado Esperando el porvenir (podéis escuchar también una conferencia con el mismo título en la Fundación March). Esta obra, a mitad de camino entre el ensayo y las memorias, traza un recorrido personal por esa generación del "medio siglo", con recuerdos de figuras como Rafael Sánchez Ferlosio, la actriz Mayra O'Wisiedo, Alfonso Sastre, Manolo Mampaso, Jesús Fernández Santos, Josefina Aldecoa, Carlos Edmundo de Ory, Agustín García Calvo y, por supuesto, el imprescindible Ignacio Aldecoa, quizá uno de los mejores autores de cuentos de este periodo.
Guardo muy buen recuerdo de esta obra (que fue regalo de algunos amigos de la facultad), que proporcionó una dosis de intrahistoria necesaria para entender la literatura y la vida de la cultura bajo el franquismo.
Guardo muy buen recuerdo de esta obra (que fue regalo de algunos amigos de la facultad), que proporcionó una dosis de intrahistoria necesaria para entender la literatura y la vida de la cultura bajo el franquismo.
La otra obra salvada en esta sesquidécada es El Buscón, de Quevedo, ya en la segunda lectura de una larga serie que todavía no ha concluido. Porque si algo define esta joya del humor, la sátira, el ingenio y la mala sombra, es que cumple con casi todos los puntos que recogía Italo Calvino como razones para leer un clásico. Comprobadlo y me lo decís.
Feliz cierre de curso.
Feliz cierre de curso.