Disfrutar de la lectura como una experiencia placentera y enriquecedora supone correr ciertos riesgos y desengaños. Igual que un aficionado a la buena mesa elige con cuidado sus remansos del paladar, el buen lector selecciona también autores a los que recurrir con cierta garantía. Y en ambos casos, no duele tanto el hecho de ser engañado por una experiencia desconocida como el verse defraudado por un autor (o un chef) en el que uno confía.
Algo parecido me ha ocurrido con buenos autores que consideraba valores seguros: Así me decepcionaron las últimas novelas de Julio Llamazares, Luis Landero o Muñoz Molina, por citar algunos casos. Imagino que muchos de ellos se ven presionados por sus editores para cumplir con los respectivos contratos, pero deberían pensar en esos lectores cuyo paladar destrozan a menudo por la baja calidad de sus mejunjes y a los que llegan a producir cierto 'flato literario'.
La última experiencia de este tipo ha venido de la mano de mi querido Juan José Millás, quien ha publicado Lo que sé de los hombrecillos, una novela corta que, a mi juicio, hubiese ganado siendo una columna larga. En realidad, los lectores de Millás sabemos que la historia que se cuenta y el fondo absurdo que la sustenta es la materia común de sus artículos; la novela en este caso no aporta nada, pues el lector siente que la anécdota del hombrecillo perverso (que en ocasiones recuerda al malo malote del Vizconde demediado de Italo Calvino) se alarga artificiosamente sin apenas justificación. De hecho, la novela ocuparía la mitad de páginas en un formato estándar menos generoso con el tamaño de letra, los espacios y los saltos de capítulo. La conclusión: Una historia ligera, ingeniosa en un par de ocasiones, que podría estar sacada de uno de esos folletines veraniegos que nos regalan los diarios.
Mejor opinión tengo de la última de Eduardo Mendoza, otro de mis imprescindibles que me venía fallando últimamente. Riña de gatos. Madrid 1936 no es una gran novela, aunque tal vez sea uno de los mejores Premios Planeta de los últimos tiempos. En esta obra aparece de nuevo el humor fino de Mendoza, sobre todo en la caracterización del crítico de arte inglés que la protagoniza (que recuerda en ocasiones al destartalado detective del Laberinto de las aceitunas y otras de la saga). En la novela se agradecen la ambientación y los diálogos; también vale la pena descubrir a algunos secundarios muy bien engarzados en los hechos históricos que sirven de marco. Sin embargo, me han resultado pesadas algunas digresiones historicistas o culturales que parecen soslayar la competencia del lector. Aun así, la novela mantiene la intriga y se sostiene como artefacto narrativo, pese a no constituir una obra fundamental en la carrera de Mendoza.
Mejor opinión tengo de la última de Eduardo Mendoza, otro de mis imprescindibles que me venía fallando últimamente. Riña de gatos. Madrid 1936 no es una gran novela, aunque tal vez sea uno de los mejores Premios Planeta de los últimos tiempos. En esta obra aparece de nuevo el humor fino de Mendoza, sobre todo en la caracterización del crítico de arte inglés que la protagoniza (que recuerda en ocasiones al destartalado detective del Laberinto de las aceitunas y otras de la saga). En la novela se agradecen la ambientación y los diálogos; también vale la pena descubrir a algunos secundarios muy bien engarzados en los hechos históricos que sirven de marco. Sin embargo, me han resultado pesadas algunas digresiones historicistas o culturales que parecen soslayar la competencia del lector. Aun así, la novela mantiene la intriga y se sostiene como artefacto narrativo, pese a no constituir una obra fundamental en la carrera de Mendoza.
Como esos jóvenes de la imagen superior que se asoman al tronco de un árbol hueco, a veces los lectores abrimos suspicaces las páginas de un libro temiendo no hallar un tesoro escondido, sino los desperdicios de un dominguero incívico. Y si solo hubiese vacío, tengamos cuidado también, pues su ingestión produce flato.
Credito de la imagen: 'Stump 1'
De Millás no leo nada hace tiempo, porque cada vez me parece menos interesante, incluso en las columnas. A Mendoza lo sigo leyendo con gusto, aunque hace años que una novela suya no me llena.
ResponderEliminarLa verdad es que me temía esto cuando supe que había ganado el Planeta. Pero bueno, por lo menos nos divertiremos.
Gracias por tu temprana crítica y -seguro- que certera. Los dos libros que mencionas estaban en mi punto de mira. Hoy he comprado la última de Mendoza, pero se me ha resistido la de Millás. No sé el motivo, quizá estaba esperando este post... Me gustan mucho sus columnas de Interviú y su sección en El País Semanal, pero se me resiste en novela. Me alegra haberte leído hoy, después de acercarme a la librería.
ResponderEliminarAhhh... junto a Mendoza han ido en la misma bolsa la Ortografía de la RAE y el último de Vargas Llosa. De momento los hombrecillos se me resisten...
Hace mucho tiempo que no leo a Juan José Millás, a pesar de que durante años había sido mi escritor favorito, pero ya no sorprende.
ResponderEliminarTambién estoy leyendo a Eduardo Mendoza (aún no he terminado el libro). Me parece correcto en su escritura, divertido, bien construido, me recuerda a los folletines del s. XIX. No aporta nada nuevo, pero al menos no se cae de las manos.
Verdaderamente las decepciones son muy frecuentes.
Lo que pasa es que un autor, a fuerza de repetirse, termina por cansarnos y no interesarnos. El mundo de Millás es tan conocido -por sus libros y sus columnas periodísticas- que a mí ya no me aporta ninguna sopresa. Es muy difícil que un autor consiga deslumbrarnos siempre. El mundo me pareció interesante la primera parte y luego creí ver un alargamiento innecesario que me aburrió. Algo puede ser un buen cuento, pero no una novela. Hace tiempo ya que Millás no me interesa. Prodigarse en exceso no es bueno. No todo el mundo es Balzac, y éste también escribió novelas decepcionantes.
ResponderEliminarEn cuanto a Mendoza, tampoco me interesa. Sus artículos periodísticos -creo que muchas veces son contraproducentes- me mostró a un escritor sin demasiada sustancia. Y es que el tiempo no perdona. No habría que prodigarse demasiado, aunque entiendo que estas columnas son un ingreso tal vez necesario, pero alargarlas indefinidamente produce hastío.
Hola Antonio,
ResponderEliminarel nuevo de Millás a mí sí me gustó, de hecho no pude dejarlo hasta terminarlo, si bien es cierto, que redunda en lo mismo durante todo el relato (más relato que novela)
le dediqué una entrada http://blogines09.blogspot.com/2010/11/hombrecillos.html
Tengo pendiente el de Mendoza, ya te contaré.
Hola!
ResponderEliminarYo nunca le he encontrado el punto a Millás. Me parece, francamente, una mediocridad sobrevalorada. O mejor, una mediocridad que se sabe vender bien. Otro tanto con Vila-Matas. Mucho fraseo, mucho liqui-liqui, pero muy poca sustancia. Puro sonajero.
En cuanto a Mendoza, no he podido leer el libro todavía (razones geográficas) pero a mí me pasó lo que tú describes con Marsé. Rabos de Lagartija me pareció abiertamente infame. Un libro que se publicó porque el autor se llama Marsé y tiene el curriculum de Marsé.
Si te gusta el periodo histórico de la novela de Mendoza te recomiendo "Algún Día" de Teo García (Ediciones Roca) es un libro, en mi opinión, muy bueno. Artesanal. De los de antes.
Escribir, y todos los que lo hacemos lo sabemos por experiencia, no es un grifo que se abre cuando uno quiere.
Saludos desde Austria
PS: Normalmente es que tratas temas sobre los que no puedo comentar :-)
Tengo un recuerdo tan nostálgico y dulce de "Lluvia amarilla" de Llamazares, que no me gustaría estropearlo con una novela poco recomendable de este autor.
ResponderEliminarGracias por tus recomendaciones (o tus no recomendaciones)siempre tan acertadas.
Yo cada vez lo tengo más claro: hay que leer a los clásicos.
ResponderEliminarLo que tú dices, hoy en día los escritores son esclavos de intereses editoriales a los que se doblegan inevitablemente. Y cuando uno vive de eso y tiene que llevar el pan bajo el brazo a casa no se puede andar con romanticismos: ya no debe de haber escritores bohemios que antepongan su arte al parné. O sí los hay, pero sus obras permanecerán en el olvido hasta que se mueran y un amigo listo sepa vendar su genialidad a las editoriales. Yo tampoco leo a Millás ni a Marsé. Desde hace un tiempo no compro ninguna novela de escritores vivos (salvo que pertenezcan a otras culturas, porque siempre es bueno conocer). Desde los griegos hasta el siglo XX hay en la literatura universal auténticas joyas que nos quedan por descubrir.Lo contemporáneo me aburre, será que me estoy volviendo vieja.
Saludos.
Eduardo: Las risas no nos las quita nadie, porque, a pesar de su insustancialidad global, ambas novelas tienen golpes de gracia y aciertos.
ResponderEliminarMarcos: No quisiera fomentar la no-lectura de tus apuestas; creo que la de Millás harías bien en sacarla de la biblioteca. Ya nos contarás qué tal Vargas Llosa (a mí me sorprendió gratamente Las travesuras de la niña mala).
Anónimo: Lo has descrito muy bien: "Millás ya no sorprende". En cuanto a Mendoza, también es cierto que conserva ese aire de folletín en el que se mueve a gusto en otras novelas.
Joselu: Me parece que estos autores están tan presentes en los medios que uno ya los considera un tanto manidos. Echo en falta voces originales (quizá autores americanos) en los periódicos y en las novelas actuales, y me parece que el auge de los medios digitales tiene algo que ver con ello, aunque no adivino cómo cambiará la escena literaria en los próximos años.
Inés: También yo lo he leído en digital y me costó un par de horas acabar con él. Por eso me parecía una novela artificialmente larga, pues en formato digital se condensa perfectamente en 60 páginas cuando en la versión en papel ocupa 180.
Paco: Gracias por tu comentario y tu visión desde el punto de vista creativo. Vila-Matas goza de gran prestigio porque ha escrito contra corriente durante bastante tiempo y al margen de las grandes audiencias; eso no quita para que acabe repitiéndose en sus "experimentos". De Marsé no he leído las últimas; me gustó Rabos de lagartija, pero reconozco que repetía muchas de sus fijaciones y que aportaba muy poco a El embrujo de Shangai por ejemplo. Tomo nota también de tus recomendaciones. Por cierto, de ese periodo es también Enterrar a los muertos de Martínez de Pisón, muy recomendable.
Silvia: Las primeras novelas de Llamazares son deliciosas, incluso las de viajes; sin embargo, El cielo de Madrid me pareció impropia de su autor.
Hortensia Lago: Con la llegada del libro electrónico y la piratería literaria, quizá a los autores les pase lo que a los músicos, que tengan que cuidar a sus lectores y no ser esclavos de las editoriales. Desde luego, no sé si vale la pena pagar como novedad lo que se paga por estos libros que he citado, cuando los clásicos que mencionas están ya circulando libremente.
ResponderEliminarEste post bien podría titularse de la admiración al desapego. En efecto Antonio, muchos autores que han sido un plato delicioso se convierten en un postre indigesto cuando su escritura se ve mediatizada por la industria, o bien se convierte en un producto al servicio de un estilo del que el autor no quiere desasirse. Es el caso de Millás. Creo que como articulista sigue escribiendo artículos ingeniosos (no siempre, claro), pero en su faceta de novelista ha perdido fuelle.
ResponderEliminarCuando tengo en mis manos un libro que página a página me resulta decepcionante, me lamento del tiempo perdido, y pienso como Hortensia, lo bien que lo pasaría leyendo a grandes maestros como Cervantes o a Lope, por poner dos ejemplos clásicos.
(No he leído a Mendoza, todavía).
No sé por qué algunos autores literarios metidos a articulistas acaban desinflándose en sus novelas más recientes, pero es un fenómeno frecuente y no sólo en lengua española...
ResponderEliminarCon todo, tengo muchísimas ganas de hincarle el diente a lo nuevo de Mendoza. ¡A ver si no tarda mucho el pedido de Círculo de Lectores!
Saludos.
Excelente crítica la tuya Antonio. A mí me pasa lo mismo que a ti. Una vez has leído un autor/a y te ha gustado, entonces tiendes a repetir. Y a veces, te defraudan. Me ha pasado algunas veces. Y es más, incluso te diré que lo poco gusta y lo mucho cansa. Yo tiendo a variar mucho de autores. Leer dos veces seguidas al mismo autor me parece (en la mayoría de los casos) que estoy leyendo la segunda parte de la novela anterior.
ResponderEliminarUn abrazo.
Coincido en que la insistencia en temas o estilos puede acabar cansando al lector más fiel. Me pasa como a Hortensia, ¡me quedan muchos clásicos -y mucho "género"- por leer!! Nunca llego a tiempo de leer novedades: cuando accedo a ellas en la biblioteca ya no están de moda...:( Tu crítica me anima, sin embargo, a leer la novela de Mendoza. Un abrazo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en tus juicios, sobre ambos autores.
ResponderEliminarMillás, a mi entender, cayó en el reverso tenebroso con "dos mujeres en Praga".
Mendoza siempre ha merecido todo mi respeto y admiración, pese a los altibajos, como autor de una obra coherente y sólida.
Estoy de acuerdo en tus juicios, sobre ambos autores.
ResponderEliminarMillás, a mi entender, cayó en el reverso tenebroso con "dos mujeres en Praga".
Mendoza siempre ha merecido todo mi respeto y admiración, pese a los altibajos, como autor de una obra coherente y sólida.
Tu crítica es demoledora,intuía que el de Millás no aportaría nada nuevo aunque no lo he leído. Ahora estoy con "Amuleto" de Bolaño, me lo recomendó una amiga y me está gustando. Recuerdo que también me lo apuntaste en el tema de hisp.
ResponderEliminar