El mes de septiembre se quedó sin sesquidécada; creo que la reseña de novelas humorísticas hacía innecesaria y redundante una nota sobre lecturas añejas, de modo que decidí esperar a octubre para una nueva entrega de la serie.
Octubre de 1995 podría convertirse en una fecha señalada en mi calendario lector, si hiciese caso de algunos letraheridos que consideran el Ulises, de James Joyce, como la obra suprema de la literatura moderna. Después de leerla con auténtica devoción, he de confesar que sólo se la recomendaría a lectores compulsivos amigos de la filología extrema.
Llegué a esta novela por inclinación filológica y por amor a las tierras irlandesas que acababa de visitar en aquellos remotos tiempos. Sabía que se trataba de una obra compleja, con problemas de traducción, con referencias metaliterarias enrevesadas, con un armazón crítico-erudito de ardua inteligibilidad, pero aun así acepté el reto. Me gustó bastante, a pesar de que hubo numerosos pasajes a los que no accedí con mis entendederas. Sin embargo, me resultó incomprensible que tantos críticos hablaran del Ulises como la obra total. A mí me pareció más bien un ejercicio de trasgresión técnica en lo literario y lo lingüístico, una especie de desafío filológico, mucho más valioso y eficaz como texto teórico que como novela. No negaré que el Ulises tiene fragmentos divertidos (el monólogo final de Molly Bloom, por ejemplo) y que su paralelismo con la Odisea convierte al lector en un cómplice necesario, pero dudo que los lectores no expertos puedan gozar con esta novela De hecho, me resultan mucho más interesantes los relatos recogidos en Dublineses, una obra que me parece literariamente superior.
Animo a quienes hayan leído esta novela a dejar sus impresiones en los comentarios. Y a quienes no lo hayan hecho, les recomiendo que no se dejen liar por críticos y filólogos, que renuncien a las ochocientas páginas de desventuras de Leopold Bloom y Stephen Dedalus por las calles de Dublín, y que lean Dublineses acompañados por la película de John Huston sobre uno de esos relatos, "Los muertos".
Crédito de la imagen: 'joyce-textorized'
No he leído el Ulises, a pesar de tener la valiosa traducción de José María Valverde. No logré entrar en ella a pesar de mis dos intentos. Luego leí sobre ella y advertí que es una novela prácticamente imposible de traducir por los juegos lingüísticos continuos que vertebran el relato y que no pueden ser traducidos. Además muchos de dichos juegos lingüísticos tienen que ver con el Dublín de 1916 que retrata Joyce para lo que haría falta una contextualización pesadísima para entenderlo. Eso sin tener en cuenta de que late en ella auténtico humor irlandés difícil de percibir y disfrutar si uno no lo es.
ResponderEliminarNo tuve la vocación de leerla y ya no creo que lo intente. Leí, como no, El retrato de artista adolescente varias veces y me gustó, y he visto un par de veces Los muertos de John Huston, pero no he leído Dublinesses. Tomo en cuenta tu recomendación.
De todas maneras, el mundo irlandés es prodigioso en cuanto a creación literaria. Entre Joyce, Beckett, Yeats, Bram Stocker, Oscar Wilde y otros muchos... se llenaría una buena serie literaria para debatir. Irlanda es un país que visité hace años y siento la necesidad de volver. Tiene algo, y los pubs son una auténtica aventura (aunque ahora ya no dejen fumar, qué pena, y eso que no soy fumador).
Saludos.
Yo no lo he leído, solamente los fragmentos que se analizan en la facultad, es uno de esos clásicos eternamente pendientes que me da un poco de pereza (la lista de estos libros va creciendo)
ResponderEliminarYo lo leí un año porque me daba apuro tener que hablar sobre él sin haberlo leído (literatura de cou, tema: renovación de las técnicas narrativas). Mucho esfuerzo, poca comprensión, poquísimo deleite. Gajes del oficio, puf.
ResponderEliminarNo he leído el Ulises. He leído y oído hablar mucho de esta obra, en todos los sentidos, pero nunca me ha tentado la idea de leerla. Tal vez después de leer tu post, me ratifique y siga sin leerla, o al revés, me rebele y vaya a la librería para cercionarme de sus dificultades. No sé. De todas maneras, gracias por este post tan aleccionador.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mi experiencia con Ulises se parece un poco a la que tuve al leer El Quijote a los 13 años, con algunos matices.
ResponderEliminarUlises se me hizo difícil, incomprensible, pero aun así avancé en la historia con ayuda de mis compañeros universitarios. Lo que saqué del libro fue una sensación de errancia dilatada. No entendí muchos de los guiños intertextuales. Llegué al final, agotada. Fue una experiencia que me atrevería a calificar de demoledora. Me agotó leer y entré en una fase de parálisis que me duró más de un mes.
A los 13 años, leí El Quijote con grandes esperanzas. Los adultos me hablaban de la gran obra de la literatura castellana y yo quería devorarla. Me costó, sufrí para entender buena parte de la obra, pero hallé quien me acompañó.
Llegué al Ulises porque El Quijote me abrió el apetito lector.
Una mala digestión (literaria) la tiene cualquiera. Menos mal.
Joselu: Mientras leía el Ulises, hacía anotaciones para buscar el chiste en la versión original (un ejemplar que compré en Dublín); al acabar el libro, tenía tantas anotaciones que el proyecto traductor me abrumó. Confío también en volver algún día a Irlanda, un país precioso.
ResponderEliminarEduideas: Creo que esas listas de imprescindibles se hacen tan largas y aburridas que vale la pena dejarlas olvidadas en algún cajón (hasta que llegue la jubilación???) :-)
Carlos: Me quitas un peso de encima ;-)
Miguel: ¡Ánimo valiente!
Lu: Otra valiente, con el Quijote a los 13. A esa edad no pasaba yo del capítulo de los molinos... Por lo demás, tienes razón en considerar que sólo la madurez lectora (y la guía de un iniciado) son fundamentales para encarar libros tan profundos. Quizá a los lectores extranjeros el Quijote les parezca tan complejo como a mí el Ulises.
Antonio, como la mayoría de los presentes, yo tampoco pude con el Ulises. En cambio, me sumo a tu recomendación final de leer Dubineses y ver Los muertos, de Huston: qué gran colección de relatos y qué pedazo de película.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Antonio.
ResponderEliminarRecononozco que ni siquiera he intentado leer el Ulises. Con todo lo que he oído sobre él, siempre me ha dado pereza. Quizá algún día...
He intentando encontrar una viñeta que recuerdo del Macanudo de Liniers para dejártela (tal vez la conozcas), pero no lo he logrado. En un ring, un hombrecillo diminuto espera enfrentarse a su corpulento contrincante en el cuadrilátero. La frase de la viñeta dice algo así como: tras leer un par de libros de autoayuda y El Código Da Vinci, ahora va a empezar uno que le recomendaron... En la espalda de su contrincante está bordado ULISES, James Joyce. Es mejor visto que contado, pero bueno...
Es la primera vez que te comento, así que aprovecho para agradecerte tu magnífica labor. Me has dado muchas ideas que, en un futuro, espero poder aplicar en el aula. De momento, estoy a la espera de la ansiada llamada, que este año se demora y mientras tanto, voy haciendo pinitos con mi blog, aunque avergüenza llamarlo así hablando con gente como tú. Seguiré aprendiendo de vosotros, los que ya sabéis de esto.
Un saludo. Inés
José Luis: Tu opinión como cinéfilo apoyando mis impresiones me llega al alma. Gracias.
ResponderEliminarInesilla: Bienvenida al blog y gracias por el comentario. He visto que tu blog crece con aportaciones de calidad, así que, de vergüenza, nada; nos iremos leyendo.
Lamento decir también que a mí se me cayó de las manos y que no pude seguirlo, pero que me reafirmaba -y lo hago nuevamente- con lo que oía y leía a los demás. En pocas palabras: demasiado trabajo, poco placer...
ResponderEliminarEn fin, recojo tus recomendaciones finales, y prometo no avergonzarme más al mecionar la obra de Joyce.
Yo me leí el Retrato del artista... hacia los 15 y ya casi no lo recuerdo.
ResponderEliminarAl Ulises renuncié porque, en efecto, también me interesaba más desde la teoría que desde la práctica, que es la poiesis de los griegos y la performance de los anglosajones.
Sí leí con gran placer el ensayo de Eco titulado "Le poetiche di Joyce", de su época de Opera aperta, cuando trata de recorrer la historia del signo literario desde la Antigüedad hasta 1960 aproximadamente, donde explica cómo un chaval educado en la filosofía tomista acaba por escribir el Finnegan's Wake.
En castellano Julián Ríos escribió Larva poniendo en práctica esa misma poética.
Visto con distancia, creo que es una sensibilidad que hoy día está restringida a los filólogos insaciables y monacales.
Antes de leerlo, tendría otros aproximadamente 500 libros al menos.
(por cierto, Antonio, soy el antes conocido como Odradek desde su nuevo blog de aula)
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