No me he equivocado en mi sesquidécada: El mes de junio pasó tan rápido que no hubo espacio ni tiempo para recordar lecturas de hace 15 años; como dicen en los medios, "la actualidad manda".
Por otro lado, hubiera dejado correr las lecturas de aquel junio de 1995, por escasas e insustanciales, si no hubiese caído en la cuenta de que tras la sequía se escondían los exámenes de la facultad, una presión que apenas me permitió leer un manual de semántica de Stephen Ullmann, una novelita ligera de Ramón Gómez de la Serna, El caballero del hongo gris, otra de Georges Simenon, El hombre que miraba pasar los trenes, y, por último una novela de guerra de Pere Calders, Unitats de xoc. Cuatro lecturas en un mes, en aquellos años sin Internet, sin Reader, sin Twitter... es como no haber leído nada.
Saber que detrás de ello se hallaban los exámenes me ha decidido a escribir esta nota, aunque sea con retraso, porque ahora también es tiempo de oposiciones, esos terribles encuentros con la administración, con los compañeros y con uno mismo. Y, del mismo modo que nunca un examen de facultad daba cuenta con justicia de lo que uno sabía de la materia, los tribunales de oposición tampoco podrán valorar en su justa medida a todos aquellos que pasan por el trance opositor.
Creo que las oposiciones son el sistema menos injusto de los posibles, algo que no implica que sean perfectas o intocables. Supongo que podrían afinarse los criterios y mecanismos de valoración de los opositores con el fin de evitar la picaresca, que siempre la hay. Mientras tanto, la única receta válida para los que han quedado en la cuneta es presentarse año tras año, pues, desde mi experiencia personal, sé muy bien que uno no aprueba la oposición, sino que es la oposición la que te elige como ganador cuando te ve maduro.
Conozco un grupo de magníficas personas que no se rinden y se presentan año tras año, conscientes de que tarde o temprano la puerta grande se abrirá para ellos y ellas; les dedico esta nota para que sepan lo mucho que los admiro. Aprobar la oposición no será para ellos una suerte, sino el broche de un esfuerzo continuo por mejorar. Ánimo.
Conozco un grupo de magníficas personas que no se rinden y se presentan año tras año, conscientes de que tarde o temprano la puerta grande se abrirá para ellos y ellas; les dedico esta nota para que sepan lo mucho que los admiro. Aprobar la oposición no será para ellos una suerte, sino el broche de un esfuerzo continuo por mejorar. Ánimo.
Crédito de la imagen: 'The stack'
3 comentarios:
Ya sabes lo que opino sobre las opos tuvimos tiempo de hablar de ello al borde del mar la otra tarde y compartir experiencias de aula con gente tan interesante y con tantas ganas como los que dan clase por primera vez. Fue todo un placer.Gracias por tu dedicatoria, creo que me toca algo. Por cierto me quedé con ganas de escribir una en ese flamante facsímil que te regalaron.Ahí va...
No te detengas
este es tu "camino"
te seguiremos.
Sin duda las oposiciones son el menos malo de los sistemas, pero como están diseñadas ahora pueden llegar a ser muy injustas, especialmente en el baremo de méritos
María José: Ciertamente, fue una tarde agradable y en un marco muy literario. En cuanto a los detalles, el de los monstruos marinos está casi liquidado y el facsímil de Delibes ocupa un lugar destacado en la librería.
eduideas: El reparto de puntos en las oposiciones nunca contentará a todos, pues cada cual se siente marginado. A mí me preocupa más el lado humano, tan difícil de objetivar. Eso por no entrar en la competencia del tribunal; por ejemplo, este ha sido el primer año en el que figuraba un ítem referido a las TIC en los criterios de evaluación de la U.D.
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