Hoy había huelga de jueces. Se quejan de que la justicia es lenta, no dispone de recursos y funciona no del todo bien. Aplicado a la educación podríamos decir lo mismo, aunque un profesor no "pesa" lo mismo que un juez en la sociedad. Sin embargo, estoy convencido de que cada fracaso escolar es exactamente lo mismo que un juicio pendiente. Para los jueces hubo como detonante el caso Mari Luz, pero para la educación nadie quiere ver tantos casos que justifican lo que estoy diciendo; quizá el de la joven Marta del Castillo haya sido uno de ellos (o no, pues no conozco el caso en profundidad), pero tampoco hay que rebuscar mucho para encontrar cientos de ejemplos. Veamos qué ocurre con buena parte de nuestros "juicios pendientes". Lo que viene a continuación es un relato ficticio, pero no me cabe duda de que cualquiera de los que pasáis por aquí podéis dar fe de su verosimilitud:
Tobías es un chico travieso que, desde Primaria, se ha dedicado a hacer pequeñas gamberradas en clase. Sus gracias provocan casi siempre las risas de los demás niños. Al crecer, Tobías se hace fuerte y su gracia se convierte en desparpajo y un poquito de insolencia al contestar. A las chicas les gusta porque siempre va a la última y no se corta a la hora de ponerse un piercing o un tatuaje. Los chicos lo envidian porque algunos profesores le tienen un poquito de miedo y no se meten con él. En el instituto, ya totalmente perdido para lo académico porque colgó los libros en cuarto de Primaria, se dedica a explotar su lado sexy y matón. Es el rey del patio y nadie le puede parar los pies. Alguna vez le han puesto partes de disciplina, pero a él eso únicamente le supone colgarse medallas ante sus fans. En ocasiones ha pegado a sus compañeros: a uno porque era moro y lo miró mal; a otro, porque rozó a su novia (la tercera novia de ese curso); a otro por chulo. Los expedientes disciplinarios se acumulaban, pero la ley garantizaba para Tobías el derecho a la educación, de modo que tenía que seguir en el instituto hasta que cumpliese los dieciséis. Un día, le tiró una colilla a un chaval; éste se giró y se cagó en sus muertos. Tobías lo tiró al suelo y le pateó la cabeza. (...)
FIN nº 1: La víctima era un compañero de instituto -probablemente un inmigrante de otra banda marginal, ya se sabe- al que tuvieron que dar unos puntos en la cabeza. A Tobías lo trasladarían a otro instituto hasta que cumpliese los dieciséis (ya saben, el derecho a la educación y todo eso -supongo que algunos Centros de Menores no son tan tiquismiquis con estos derechos que parece que sólo respetan y sufren los docentes-). Ciertos periódicos recogerían ese día las protestas de los padres y se reavivaría el debate sobre lo mucho que ha empeorado la educación desde la llegada de la LOGSE y los inmigrantes (sin tener en cuenta que Tobías es de Valencia, Burgos o Pontevedra). No daría más que para una portada en el periódico local y algunos breves en el telediario autonómico.
FIN nº 2: La víctima -un inocente- muere en el acto. Tobías, sin saber qué hacer, huye y permanece escondido tres días en casa de un amigo. La policía resuelve el caso. Grandes portadas en los diarios durante varios días. Las televisiones de todo el país se entretienen en filmar los grumos de sangre; entrevistan a las antiguas novias de Tobías y les preguntan si sintieron miedo; algunos acosados por Tobías (profesores incluidos) destacan lo violento que era. En el mismo saco se mete al amigo de la bestia. Una masa enfervorecida reclama cadena perpetua o pena de muerte, o las dos cosas, qué más da. Algunos de los que más gritan tienen hijos tremendamente parecidos a Tobías, pero todavía no se han enterado... ¿o sí?
No soy juez, pero veo a mi alrededor demasiados "juicios pendientes" ante los que nadie da la cara. ¿Cuál de los dos Tobías es un monstruo? Si el primero también lo es, ¿qué hace mezclado con tiernos corderitos durante seis o siete horas al día? ¿Se veía venir y nadie hizo nada? ¿Por qué: miedo, pasividad, incompetencia? ¿Es razonable defender, sin límites y sin exigir nada a cambio, el derecho a la educación, y al día -o al año- siguiente entregar al verdugo a quienes nadie les pidió cuentas en serio?
El asesino es quien mata, pero, como decía Tagore, una hoja no se pudre sin que lo sepa el árbol.
Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/90151774@N00/221338168
18 comentarios:
“Algunos de los que más gritan tienen hijos tremendamente parecidos a Tobías, pero todavía no se han enterado... ¿o sí?” Llevo tiempo abogando por “despertar” a esos padres con medidas educativas o, por qué no, multas. Que la educación sea un derecho y también un deber. Se te puede multar por fumar, aparcar el coche en doble fila, cruzar andando un semáforo en rojo, pero si del instituto en el que está tu hijo se te pide que vengas para comentar algún asunto, o se te pide que no le dejes ver la tele hasta las tantas, o que te intereses por los usos que le da al ordenador o sus aficiones del fin de semana... y pasas... no pasa nada. Conclusión: es más barato pasar de tu hijo que aparcar mal el coche. Como dice el proverbio africano, “hace falta el pueblo entero para educar a un niño”.
Uf, interesantísima reflexión la que planteas y a la par díficilísima de resolver.
Yo me encuentro al "otro lado" de los chicos como Tobías (soy abogada), los tengo a decenas en el turno de oficio de menores (el último, un menor detenido por conducción temeraria...).
Que las leyes educativas han sido un desastre en los últimos 15 años es algo que ya no sorprende, pero que tampoco nos impulsa a movernos para pedir algo mejor para los que no son como Tobías y deben soportarlos a diario en clase. Se respeta al menor por encima de todo, pero los menores maleducados (y maleducados por los padres) no se llevan grandes represalias, a menos que haya sangre de por medio.
Por otro lado esa permisividad ha hecho que no acepten un "NO" por respuesta. Ante cualquier negativa o similar, muchos atacan con una violencia inusitada, no sólo chicos, también chicas.
¿Qué es lo que ha pasado para que esto ocurra? Yo recuerdo a mi padre decirme que como llegara a mi casa una queja del colegio o del instituto, me tenía encerrada sin salir hasta que cumpliese los 18 años, castigada sin postre, sin fiestas y cosas por el estilo y jamás me puso una mano encima, pero su educación no fue tan relajada y laxa como la que parece que existe ahora.
Pues tiene razón el proverbio africano; porque de poco sirve fijar unos valores en casa a tus hijos, si alrededor (parque, calle, colegio, TV)todo parece llevarte la contraria.
Valores como el respeto a todo y a todos se convierte en todo vale.
Valorar el esfuerzo propio con tu trabajo, ¿para qué? si puedes ir a un programa de TV a contar tus miserias o lo que es peor las de los demás o presentarse a un concurso de TV después de haber asesinado a sus padres o ganar montones de dinero dando "pelotazos".
Yo no he conocido la autoridad de haces esto porque lo digo yo y punto, pero me han enseñado a respetar a mis padres y a mis profesores que son los que te ponen en marcha en la vida para ser alguien que merezca la pena vivir con los demás.
A lo peor, estamos fallando en lo básico y tenemos que empezar por explicar que esto se puede hacer y que esto no. Nos estamos haciendo insensibles y nos estamos deshumanizando (sacamos fuera de casa lo que no nos gusta, la enfermedad, la muerte, la vejez). Desde luego que sí, somos nosotros, nuestras circunstancias y las de los demás. Aunque no lo parezca soy optimista, pero realista
Interesantes reflexiones. Yo no trabajo en ninguna institución. Soy la profesora de apoyo que de vez en cuando escucha las historias (muchas son peleas) de los niños y que contempla cómo se tratan (los insultos son muy comunes). ¿Qué es lo que veo? Que se asume la agresividad y la violencia (verbal y no verbal) como una forma de trato normal. El respeto hacia el otro parece brillar por su ausencia y eso que estamos en un momento donde más hablamos sobre el tema. En mi casa nos educaron para respetar a los demás y muchas veces escuché: "tu libertad acaba donde empieza la del otro y viceversa".
Comparto con Speedy que nos estamos deshumanizando a toda velocidad. Apartamos de nosotros lo que nos parece feo o molesto y, lo peor de todo, evitamos asumir la responsabilidad de nuestros actos porque siempre hay otros a los que echar la culpa. En fin, yo no soy muy optimista; aunque por la parte que me toca intento hacer todo lo que puedo.
Antonio, con el post de hoy tocas el tema más difícil y complejo que hay en la educación, y siempre que se aborda ese tema yo me quedo que no sé que decir, sinceramente. ¿Dónde están las causas que originan estos problemas? Pienso que son múltiples y creo que es inútil generalizar: es la familia, o la escuela, o la sociedad, o el signo de los tiempos... Quizá lo más acertado sea enfocar cada caso individualmente. ¿Pero si hacemos esto no necesitaremos una cantidad impresionante de recursos? ¿Querremos (la sociedad, o los que gestionan nuestros recursos) destinarla a esto? Soy pesimista.
Un saludo.
Nos has planteado una reflexión difícil y los anteriores comentaristas ya han apuntado varias cuestiones interesantes. ¿Qué hacer ante las conductas de alto riesgo como la que presentas en el caso de Tobías? La presunción de inocencia le protege, nadie puede ser condenado o estigmatizado por lo que no ha hecho; si agrede a algún compañero como es el caso número uno, se le podría poner una sanción de unos días en casa lo que no resolvería el problema como has apuntado ¿Qué cabría hacer con él? ¿Derivarlo, tras una evaluación psicológica, a un centro de menores o a otro tipo de institución? A veces se hace, al menos por aquí, en el caso de alumnos totalmente disruptivos en el aula, pero es costoso. Me temo, Antonio, que no tiene solución este debate. Tobías hay que comérselo con patatas y cruzar los dedos para que no suceda el caso número dos, en el que sucedería lo que apuntas. Hace unos meses hubo por aquí en Cataluña un asesinato de una muchacha de instituto, llamada Maores, en Ripollet. No levantó esta ola de morbosidad como el que ha producido el caso de Marta, quizás porque fue sin el preámbulo de la desaparición de la niña, lo que lo hace más noticiable. Por cierto ha sido penosa la actuación de ciertos medios de comunicación.
Carlos: Una vez más, sobre los profesores recae también la educación de padres (y abuelos, claro). Cada día da más miedo llamar a las familias de los alumnos, sobre todo en algunos ambientes marginales en los que los padres rondan los 30 años. Eso sí: cuando hablas con ellos ya tienes el diagnóstico completo del alumno.
MEG: Gracias por darnos la visión desde el otro lado. Entre nuestro gremio es bastante conocido el juez Emilio Calatayud, al que conviene escuchar con atención. En esa incapacidad de los padres (y me incluyo) para decir NO podemos encontrar las raíces de muchos de estos males.
Speedy: La importancia de la televisión y de los modelos sociales es evidente. Algunos alumnos ven más a Homer Simpson que a su padre verdadero. Y te aseguro que Homer es uno de los mejores modelos que puedo encontrar en la televisión adolescente.
Mª Isabel: Los adolescentes no son tontos. Les puedes explicar una y mil veces los derechos y deberes de los alumnos; ellos saben que el sistema no los va a castigar. Los más atrevidos incluso buscan el modo de ser expulsados por bastante tiempo, a veces para venir a la valla a reírse de los que están dentro. Creo que aprenden de jóvenes que la ley educativa, en algunos casos, no es más que papel mojado.
Un profe cualquiera: No pretendía hacer pedagogía social. He descrito un caso típico que reúne algunos perfiles que conozco. Nunca tendremos la certeza de que todo está atado y bien atado. Hay siempre un azar que las instituciones no pueden controlar. Pero, en el ámbito de los adolescentes, veo que todo recae sobre los profesores, y sólo somos eso, profesores, no dioses.
Joselu: Eso es lo triste, que tengamos que comérnoslo con patatas, pero, cuando le toca a otro, enseguida escurre el bulto y lo manda a chirona. No quiero que se vayan a la calle ni a centros de menores, quiero que hay personal especializado en los institutos: enfermeras, psiquiatras, educadores, etc. y que den asistencia a las familias.
En cuanto a lo de los medios, no tiene nombre, desde luego.
Tema complicadillo...
Pues sí, qué te voy a decir, que yo lo veo muy a menudo... por suerte lo que es violencia es muy muy rara en mi instituto, pero raro es salir el viernes y no ver alguna pelea... Pero eso no es nada nuevo, a ver si ahora va a ser que solo "los jóvenes de ahora" son los que maltratan y matan!!
Te doy la razón por completo en que pocos padres se preocupan. Hace 2 años en mi instituto el padrastro de un alumno dijo a una profesora de plástica, que me daba clase, por la simple razón de suspenderle por mal comportamiento: "A tí no te pego porque eres mujer, pero como pille a tu novio sí"
Qué pasó?? Hicimos una parada de 5 minutos en el instituto para apoyarla, se llamó a periódicos y la tele, etc. Finalmente, él tuvo que pedir perdón si no quería denuncia, ella lo perdonó después de días pasándolo fatal y con miedo de ir a clase...
Con esa educación que tiene el padre, cómo va a ser el hijo? Pues éste quería que lo educaran "bien" los profesores, con 15 años y medio...!!
Un beso!
Bueno Don Antonio, alguna vez que yo más pesimista estaba me escribiste "Adaptarse o morir". Adaptándonos estamos todos, a esta situación que nos depara cada día la escuela. Nunca creí en las vocaciones, pero cada día que pasa creo que para estar en las aulas actuales lo que menos importa son licenciaturas o "titulillos", y lo que más un buen puñado de valores bien organizados para poder resolver la cantidad de circunstancias ajenas al currículo que nos depara la labor docente.
Saludos y buen post.
El Fin 1 es el pan de cada día en muchos centros. Pura cotidianidad.
El Fin 2 nos aterra, pero está ahí. Se suceden los casos y son pasto de la prensa, por lo que el efecto llamada puede tener consecuencias perversas.
Hay muchos Tobías amenazantes que no sólo "disrumpen" la "plácida vida escolar", sino que buscan su minuto de gloria en los medios, aunque sea a costa de una eternidad de internamiento o cárcel.
Hola, Antonio. Me ha gustado mucho cómo has planteado el tema.
La diferencia es mínima entre los dos casos... aunque no lo parezca. En el primer caso sólo le falta un poco de mala suerte y alguna cosa más para que se convierta en el segundo caso.
No se si debería decirlo, pero ahí va. Mi marido es "el Calatayud" de Tarragona, juez único de toda la provincia. La justicia de menores, tan mal vista, no es como la pintan. Se acude poco a ella, se denuncia poco y, cuando se denuncia, a veces el chaval ya está muy reafirmado en su conducta.
Las agresiones continuadas no debe tragárselas el profesor. Para ello existe un Ley específica para los menores de 18 años. Y los jueces trabajan en equipo buscando el bien de estos chicos. Se aplica la medida correspondiente , individual, para cada caso. Se estudian todos los factores: familia, entorno...
Perdonad que haya sacado este tema. Pero es que la Ley del Menor está pensada también para prevenir causas mayores y rehabilitar cuando se puede. Esto no es tarea del profesor. Y hay que decirlo muy alto y muy claro.
Un saludo
Como sabes, ya ayer reflexionaba yo sobre esto mismo aquí. Cuando los padres pasan, cuando Asunstos sociales pasan (o no pueden, desbordados), poco podemos hacer los profesores. Nos empeñamos en transmitir valores en el ambiente educativo y todo lo que nos rodea nos los echa por tierra. Una hora de televisión basura tiene más interés y prestigio para un alumno que un mes de clases. No admiten la autoridad y, por eso, no nos escuchan. Los modelos de invierten. La sociedad se escandaliza ante casos puntuales y después, el olvido, cruzar los dedos para que no vuelva a pasar. Alguna expriencia de escándalo mediático hemos tenido en mi centro. La postura de la Consejera: aguantar el tipo hasta que pase el furor en la prensa y todo quede en el olvido. De buscar soluciones reales, poco, muy poco. No podemos luchar solos.
Cristinaa: Me consta que muchos alumnos están más que hartos de sus compañeros y que, encima, ven que los profesores no pueden hacer nada (en algunas redacciones piden mano dura y más disciplina). En cuanto a los padres, ya no me sorprende nada: hoy una familia no veía nada raro en que su hija de 15 años estuviese en clase chupando un chupete de bebé.
Martín: Mi vocación no flaquea; al contrario, me reafirma en mi lugar en el aula: No quiero contribuir a la burocracia que sustenta estos engaños.
Lu: El papel de los medios... Todos atacan ahora Tuenti, Facebook, messenger, etc. pero nadie se plantea que los (malos) modelos siguen apareciendo en la tele.
Sunsi: Gracias por la visita. Me gustaría dedicar algún artículo al asunto de los expedientes disciplinarios. Dudo que algún centro los tramite bien, y menos que algún profesor, entre los que me incluyo, conozca el procedimiento correcto para ello. Eso sí, quejarnos lo sabemos estupendamente. Por supuesto, quienes deberían enseñarnos tienen otras prioridades...
Juan Antonio: A propósito de la miseria de centro en el que trabajo, alguien comentó que todo se debía a que los chavales no votaban. Tendríamos que darles alguna vez voto y quizá nos sorprendería descubrir que tampoco les gusta la telebasura y que la consumen porque es lo único que se les ofrece. Ahí hay para un buen debate.
He leído con interés el post, y me he quedado pensando. Un tanto tocado. Pero, si esto es lo que tenemos en nuestro instituto... sólo que hasta ahora, el final número 2 no ha pasado (pero no estamos a salvo de ello) entonces, qué hacer, llenar de comunicados de disciplina y expedientes el despacho de jafatura de estudios, o llamar inútilmente a los padres, que le perdonan todo, o qué se yo... lo cierto es que los profesores, como tú bien dices, no somos jueces, y estos juicios pendientes, quedarán pendientes, para nuestra desgracia.
Un saludo.
Desgraciadamente el tema es muy complicado y muy muy muy difícil de resolver. Para empezar tiene que hacerlo alguien con la cabeza fría y los pies calientes... Desde un punto de vista humano es comprensible que la sociedad atemorizada y dolida chille y pida la cadena perpetua y la pena de muerte para un presunto asesino... Pero los Tobías nuestros de cada día están ahí en las aulas, en los patios y cualquier día saldrán en la tele, y pasará lo que estamos viendo estos días...
La mayoría de los padres, -sí, Toni- mirarán para otro lado y gritarán y gritarán sin llegar a comprender que... En fin...
Miguel: El Decreto de derechos y deberes (39/2008) es una joya de la literatura fantástica si uno conoce la realidad de los institutos. Lo peor es que pocos lo han leído y, de estos, quienes intentan aplicarlo se dan de bruces con que los procesos tienen errores de forma de principio a fin. Aunque hacer las cosas bien también te puede llevar a un empacho de burocracia que, finalmente, queda arrinconada en un cajón... y tú, además, al aula.
Marcos: Me temo que la cabeza fría solo se tiene cuando interesa a algunos. A mí me ha enfadado mucho lo de los centros de menores que ha aparecido en prensa, porque siempre nos están diciendo lo importante que es la inclusión y la integración en el aula de los alumnos con severos problemas (sociales o psíquicos), para que luego descubras que, cuando nadie los mira, los tienen encerrados en una jaula o dopados hasta las orejas. Me siento engañado, aunque sepa que no hay muchas alternativas.
Cuanta razón tienes en este artículo. Y mira que hasta yo veo estas situaciones ya en algunos de mis alumnos de 3 y 4 años: el entorno familiar, las actitudes de los peques, etc... es una cruda realidad. Saludos
Hay muchas y muchos Tobías, pero cada día abundan más los árboles que no se enteran de que tienen hojas. Nadie duda de nuesta responsablidad como docentes pero igual de incuestionable es que como padres y madres no podemos inhibirnos y pensar que de colegis todo va a ir "mazo bien".
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