Hay dos clases de docentes: aquél cuyos antiguos alumnos cruzan de acera para saludarlo; y otro cuyos alumnos cruzan de acera para evitarlo.
La docencia sólo tiene sentido para uno de ellos.¿Por qué acera caminamos?
Crédito de la imagen: www.flickr.com/photos/33118749@N00/1477037655
Bueno, Antonio, a veces depende del ex alumno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Comparto totalmente lo que dices, pero sobre todo, lo que no dices, Toni. Son ya muchos años, muchas promociones y sé, perfectamente, que lo que dejas entrever es lo que a muchos profes les queda con el paso del tiempo. Que cada palo...
ResponderEliminarInteresante reflexión la de los ex-alumnos e interesante frase la que no acaba marcos c.
ResponderEliminarEse "Que cada palo..." me hace pensar que seguimos enfrascados en el individualismo más arcaico y que aquello del trabajo cooperativo y demás historias eran solo ideas que nunca llegaron a puerto.
Espero que haya más tipos de alumnos (por lo menos uno más : los desmemoriados que no recuerden ni quién fue su profesor y no cambien de acera en ningún caso ;)
ResponderEliminarSaludos.
Y una tercera: el que se cruza a saludar a sus alumnos... ¡y se arriesga!
ResponderEliminarSaludos, compañero
Y ya puestos... otro tipo más:
ResponderEliminarLos alumnos que asoman la cabeza por la ventanilla del coche y que gritan tu nombre para saludarte mientras paseas por la acera tranquilamente.
(Te me has puesto aforístico, Antonio)
¡Qué bueno, jueves!!
ResponderEliminarA mí me pasó no hace mucho en un supermercado, que me atendió una ex-alumna en la caja. Estaba muy cambiada y al principio no la reconocí, pero ella a mí sí. Con la buena relación que suelo tener con todos, esta parece que era de las que no tenían tan buen recuerdo!! qué palo!!!
Vale, os doy la razón a quienes introducís el factor alumno como variable a tener en cuenta: hay alumnos que, aunque les abanicases con un paipái, jamás te saludarían en la calle.
ResponderEliminarA quienes veían en mi escrito un silencio entre quejumbroso y justiciero, debo decirles que también hay algo de ello: a veces, queremos que el factor humano compense aquello que niega la razón.
Y a todos, gracias por los comentarios (efectivamente, Lu, me he puesto aforístico gracias a tu última entrada; considéralo pecado venial).
Interesante...
ResponderEliminarA mí me gustan los que, de cuando en cuando, se pasan por la oficina a decir hola y se quedan charlando de su vida un rato, y los que me escriben sobre sus viajes a España, sobre sus trabajos actuales y cómo lo que aprendieron lo utilizan.
(un estudiante me escribió corriendo supercontento desde un ciber en Madrid después de ver una estatua del Quijote y recitar eufórico las primeras líneas que le hice memorizarse...)
Claro, eso en secundaria es más difícil. Yo hasta hace poco siempre que regresaba a España volvía a mi colegio y a mi instituto a saludar a mis profesores favoritos. A algunos aún les escribo un email de año en año...si se lo merecieron.
Cómo me enrollo...
Un abrazo
Efectivamente, Toni, hay dos clases de alumnos. Los que saludan y los que no. Pero, yo me pregunto: ¿Hay también dos "clases" de profesores...?
ResponderEliminarCierto, aunque a veces sucede al revés.Recuerdo no hace mucho que al entrar en Conselleria para realizar unas gestiones,me atendió un señor muy amable, que al oir mi nombre dijo:¿pero no te acuerdas de mí?.(evidentemente no me acordaba) soy Luis García, claro, aunque en la época en que fui tu profesor (durante dos años), fui Don Luis. Menudo corte, no lo reconocí, pero su imagen me trajo buenos recuerdos. Ahora sí que sé quién es .Fue muy buen maestro, pero lo dejó por un trabajo de administrativo, aún me pregunto por qué.
ResponderEliminarCon todo este rollo quiero decir que yo hubiera cruzado la acera para saludar a este profesor, sin embargo fue él quien la cruzó.
También están los alumnos que huyen del profesor y cuando son ex alumnos lo buscan para saludarlo porque han cambiado su percepción de la vida.
ResponderEliminarTambién tengo alumnos que se hacen los locos por la calle pero me saludan efusivamente en el tuenti o por correo, Estoy segura que también hay "aceras virtuales" pero en esats no puedo saber quien me ha bloqueado (=cambiarse de acera)
ResponderEliminarCreo que además del profesor y del alumnos hay otros factores que influyen para cambiar o no de acera: el momento en el que se produce el cruce de vidas, la compañía, el estado de ánimo...
Muchas gracias por la visita, Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo desde Barcelona.
Mis alumnos no me saludan.
ResponderEliminarA veces los veo desde una mesa junto a la ventana de un bar. Es la mujer que va con su marido a hacer la compra. Son dos chavales que pasan riendo. Es la chica que cuenta los billetes en la caja del supermercado. Es la señora que aprieta un delantal celeste y una bolsa de plástico, en el Metro.
Ninguno me saluda. Pero veo sus sonrisas a través de la pantalla.
La variable alumno es importantísima. He tenido alumnos con los que he tenido una relación conflictiva (por su mal comportamiento o falta de rendimiento), y que luego cuando me han visto me han saludado efusivamente y me han abrazado. Otros son más fríos a pesar de que les has dedicado un espacio de afecto importante. Creo que son más los que me saludan que los que no, pero estos existen, y a veces uno lo siente.
ResponderEliminarPues mis alumnos sí me saludan, claro Y sonríen!!!! ;)
ResponderEliminarHe mantenido siempre mi blog alejado de la profesión, es un remanso de paz.
Muchos saludos desde aquí.
Pablo! Qué tiene que ver con el pianista?? Es increíble, qué sorpresa.
ResponderEliminarBs
Gracias a todos los que seguís dejando comentarios, en especial a los que se acercan por primera vez a este blog en el que siempre sois bien recibidos.
ResponderEliminarcreo que mis alumnos siempre saludan (actualmente más gritando sin cruzar la acera) y yo siempre saludo cuando me acuerdo de ellos (ellos cambian tan rápido... nosotros no tanto), lo que me está ocurriendo últimamente es encontrarme alumnos en salas de profesores (qué sensación más agradable!)
ResponderEliminaryo soy de las que se cruza de acera a saludarles, por si acaso... :-)
ResponderEliminarRedonna
Yo siempre cruzo la acera a saludarlos, no se tiene por qué tener un mal recuerdo de los profesores!
ResponderEliminarCristina
Y el placer de entrar en el bar de un alumno y que no te cobren nada?
ResponderEliminarO el descuento en la mercería?
Yo espero a que me saluden por no violentarles, después les dedico mi mejor sonrisa. Pero tengo que reconocer que he de hacer un gran esfuerzo por recordar nombres, son ya muchos.
Casi cuarenta años de docencia justifican alumnos que se cruzan de vereddas, alumnos que siguen su camino, alumnos que te escriban mails, te manden postales, te regalen un libro escritos por ellos,alumnos que te abracen en el encuentro o que les resultes totalmente indiferente, alumnos que te inviten a sus reuniones anuales, y otros que nio se acuerden, alumnos que los tengas por colegas, alumnos que te atienden porque hoy son profesionales...
ResponderEliminarEn fin, tan variopinta es la vida, tan variopintos somos los individuos...
Esta entrada és curta, però fa pensar molt. M'ha recordat una cosa que em va passar a mi quan tenia uns catorze anys. Anava amb uns companys de la meua classe de l'institut i em vaig creuar amb el mestre que havia tingut a l'escola del poble dos cursos abans.Em vaig quedar mirant el terra i no li vaig dir res supose que per timidesa.
ResponderEliminarTambé recorde quan, uns anys després, em vaig trobar un altre mestre (D. Antonio) al mig de la Plaça del Pilar de Saragossa un 12 d'octubre que feia una escala amb el tren que em portava de València a Bilbao a estudiar. Quina alegria ens vam demostrar!
Pense que la majoria de l'alumnat sí saluda i recorda molts dels seus professors. Però a vegades hem d'esperar una certa maduresa i aleshores et diuen "quanta feina et donava"...I tu, afortunadament, no recordes que fóra així.
Hola, Antonio, ¡tanto tiempo! andaba perdida entre tanto trbajo escolar...
ResponderEliminarMe tocó de cerca eso, me encanta reconocer que tengo alumnos que me saludan en lugares insólitos. Me pasó este año que viajé más de 500 km a ver un recital de rock junto a mi esposo y a la salida del estadio me grita: ¡profe! ¡profe! ¡Paraná! ¡Paraná!
Cuál no sería mi sorpresa al ver un grupejo de unos diez adolescentes saludándome alucinados, por supuesto, me fui a darles un beso, feliz, incluso a alguno que otro que me había dado más de un dolor de cabeza.
Un abrazo
Gaby
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