Siempre que hay un puente me toca aguantar lo mismo: "Claro, como eres profesor, siempre coges los puentes"; por lo visto, los monumentales atascos que colapsan las grandes ciudades son debidos a manadas de profesores que disfrutan del puente a costa del resto de sufridos trabajadores (Aclaración 1: No suelo salir de viaje durante esos días de desenfreno. Aclaración 2: Durante años me ha tocado trabajar domingos, festivos y días de guardar sin que nadie me compadeciese y sin agobiar a quienes disfrutaban de sus playitas).
No quería llegar tan lejos; tan sólo comentaba esto porque dedico buena parte de ese "enorme" tiempo libre que tenemos los profesores a la lectura de libros para clase. He repasado los índices del último año y resulta que he leído 24 libros relacionados directamente con las clases. Unos pocos son de crítica y pedagogía, pero la mayor parte son lecturas para el aula. Eso son muchas horas fuera del horario lectivo dedicadas al trabajo. Aun así, dirán algunos: "Claro, como te gusta leer, encima le sacas provecho al trabajo". Sin embargo, por la afición a leer, uno desarrolla ciertos gustos y manías que tienden a las delicatessen y no a las lecturas juveniles o a los divertidos tratados sobre didáctica de la lengua. También podía optar por no leer nada de eso y fiarme de los catálogos y de las reseñas en revistas y periódicos, o, mejor aún, seguir mandando los mismos libros que me mandaban a mí y a mis abuelos. Pero prefiero renovarme por aquello del ave fénix, ya veis.
No quería llegar tan lejos; tan sólo comentaba esto porque dedico buena parte de ese "enorme" tiempo libre que tenemos los profesores a la lectura de libros para clase. He repasado los índices del último año y resulta que he leído 24 libros relacionados directamente con las clases. Unos pocos son de crítica y pedagogía, pero la mayor parte son lecturas para el aula. Eso son muchas horas fuera del horario lectivo dedicadas al trabajo. Aun así, dirán algunos: "Claro, como te gusta leer, encima le sacas provecho al trabajo". Sin embargo, por la afición a leer, uno desarrolla ciertos gustos y manías que tienden a las delicatessen y no a las lecturas juveniles o a los divertidos tratados sobre didáctica de la lengua. También podía optar por no leer nada de eso y fiarme de los catálogos y de las reseñas en revistas y periódicos, o, mejor aún, seguir mandando los mismos libros que me mandaban a mí y a mis abuelos. Pero prefiero renovarme por aquello del ave fénix, ya veis.
El caso es que, entre tanta lectura banal cuyo único fin es atraer jóvenes a las redes lectoras, siempre encuentra uno alguna joyita que lo sorprende y atrapa. Me ha ocurrido estos días con un libro de esos que llamaba yo rarilargos (bien por raros, bien por largos) que me ha tenido con el alma en vilo y que me seguirá hechizando habida cuenta de la extensión que promete su autor. Se trata de Juego de tronos, la primera parte de una novela épica denominada Canción de hielo y fuego. Su artífice es George R.R. Martin, un escritor que parece sacado de una de sus novelas, y que se ha convertido en autor de culto para los amantes de las fantasías épicas al estilo de Tolkien.
Esta novela tiene, a diferencia de otras que he leído como las de Laura Gallego, C.S. Lewis o el mencionado Tolkien, un curioso fondo de realidad humana en el que los personajes nunca son buenos o malos del todo. A pesar de incluir algunos elementos fantásticos, lo irreal está muy limitado y el autor huye de los efectismos que saturan el género. Tanto los personajes como los escenarios están cuidados al detalle y es una delicia el modo en el que los capítulos se enlazan en un juego de eslabones que te obligan a leer sin parar.
Esta primera parte tiene ya una edición en bolsillo en dos tomos (Editorial Gigamesh); la que he manejado apenas tiene erratas, algo que se agradece. Por contra, el grosor de los tomos los hace un poco frágiles, por lo que tal vez valga la pena pagarse la edición en tapa dura.
No sé si la inversión de tantas horas para leer más de setecientas páginas de una novela de ficción con pocos valores educativos y de un autor extranjero forma parte de mi oficio como profesor de lengua castellana. No sé si debo recomendar a mis alumnos un libro que tal vez los enganche y les haga perder tiempo en otros estudios y menesteres más valiosos. No sé si tamaña pérdida de tiempo me redime a los ojos de tantos españoles que han pasado estos días al sol sin leer un libro (que, en su mayoría, según las estadísticas, no leerán ninguno en todo el año). Pero sí sé que esos comentarios desdeñosos acerca de la ociosidad de los profesores por un lado me entran y por otro me salen.
Pues lo que te queda. Yo tengo pendiente todavía la cuarta parte, y son a cada cual más larga.
ResponderEliminarYo me enganché totalmente a la saga, pero he decidido después de leer elt tercero y esperar siglos por el cuarto, que esperaré a que salgan los 6 previstos, y luego me los leeré todos de un tirón.
ResponderEliminarYp también he leído todo lo que se ha publicado hasta el momento de esta saga, que encuentro de lo mejorcito que hay en literatura fantástica ahora, aunque más para bachilleres y universitarios que en la ESO
ResponderEliminarTienes más razón que un Santo, Antonio. La gente ve lo que le da la gana... Pero tú no cambies, que te sigo a diario y me encantas.
ResponderEliminarUn abrazo
Pura
No se suele valorar todo ese tiempo que dedicamos fuera de clase a actividades como estas o buscar otro tipo de textos para clase, por no hablar de las diversas correcciones, claro...
ResponderEliminarEl libro ese... Muchas páginas, al menos para mis alumnos. Pero están geniales tus recomendaciones literarias, son muy útiles.
¡Saludos!
Admiro tu dedicación a nuestra profesión. Pasarse horas y horas leyendo libros por ver si están en la línea de nuestros alumnos, merece todo mi respeto. Un buen alumno se fragua, como bien sabemos todos, a la sombra de un buen profesor/a. Un saludo Toni. Y sigue así.
ResponderEliminarRespecto a lo que dices de la envidia de algunos, mal mayor de los españoles, yo tengo una respuesta un poco borde pero que acaba rápido con comentarios como ése. Sé las horas que dedico a mi trabajo y sé que no me regalan ni un céntimo de mi sueldo, así que me da exactamente igual lo que piense el personal, pero me gusta dejarlos "amb un pam de nas", es decir, darles un poco con la puerta en los morros, para que aprendan a pensar antes de abrir la boca.
ResponderEliminarYo le digo al personal que todos tenemos las mismas oportunidades, pues no vivimos en la Edad Media, que yo sepa. El que no ha querido estudiar lo que he estudiado yo (yo tengo 30 años) es porque no le ha dado la gana; el que se dedica a otra profesión, será por lo mismo, digo yo. Así que les digo que si realmente quieren ser profes, que sólo tienen que hacer la carrera que les conduzca a ese objetivo, que hagan el CAP, que hagan años de substituciones yendo de arriba para abajo, quedándose meses sin trabajar, aguantando el trato que los alumnos dan a los substitutos, el ningún trato que damos la mayoría de profesores a "los nuevos", y que se tiren tres añitos todas las tardes y fines de semana estudiando opos. Tres añitos, que se dice pronto, y tres añitos iguales, uno detrás del otro, venga a estudiar. Y el nivel C, claro, y alguno más para que dé puntos en las opos (mientras lo compaginan con el estudio de Quevedo y compañía). Y que, nada, que luego, se pongan a trabajar y que disfruten de lo mismo que yo (si es que pueden, porque sospecho que si no se dedican a esto es porque no quieren). Nadie desea que todos tengamos puente, sino que el vecino no lo tenga... Spain is different!
Olé tus narices, Antonio, y perdona la expresión. Me viene de rechupete tu testimonio, porque hace mucho tiempo que venía deshojando la margarita en relación con George R.R. Martin. Tu entrada me ha decidido: ya sé que voy a leer en las vacaciones.
ResponderEliminarY sobre lo que dicen algunos de las abundantes vacaciones que tenemos los docentes (ay, las mías son de estricto funcionario, por cometer el pecado nefando de dejar la tiza), me sumo a lo que dice el compañero Anónimo: el que quiera, ya sabe por dónde se coge el camino.
Supersantiego, Isanne y Eduideas: No sé si vuestras palabras son de ánimo o de amenaza; miedo me da seguir leyendo (por cierto, mi personaje favorito hasta el momento es Tyrion Lannister, el burlón tullido).
ResponderEliminarPura: Gracias por las flores. Te haré caso.
Juliii: He descubierto que a muchos alumnos no les importa el número de páginas siempre que la lectura les enganche. Ahí tienes novelas como Eclipse o Crepúsculo de Stephanie Meyer, o los de Laura Gallego, o Harry Potter. Se trata de acertarles el estilo.
Miguel: Los alumnos no son idiotas aunque alguno lo piense así. Saben que muchos profesores viven de rentas (añejas) y que les dicen que lean cuando ellos no leen. Me parece que tenemos de dar ejemplo e infundir entusiasmo en lugar de miedo.
Anónimo: Tienes toda la razón. Cuando veo la diferencia de esfuerzo entre unos alumnos y otros, intento transmitirles esa idea para que piensen cómo acabarán en el futuro. Es inútil, pero supongo que el tiempo siempre acaba vengando esos pequeños agravios de toda una vida.
Eduardo: Siempre es un placer tenerte por aquí. Espero que, cuando los leas, nos deleites con alguna de tus reseñas, mucho más rigurosas que estos apuntes míos.
Me temo que no voy a sumarme a tu elección. La literatura fantástica no es el género que más me guste. En realidad, la lítote que acabo de hacer sobra. No me gusta el género fantástico en ninguna de sus manifestaciones. I'm sorry!!
ResponderEliminarEn algo sí coincidimos y es en que yo me leo los libros que recomiendo a mis alumnos. Muchos ni se lo plantean. Creo vivir una esquizofrenia lectora. Leo con dos miradas. Mis lecturas desde la óptica personal y las lecturas de adolescentes desde la suplantación de personalidades. Me imagino que soy alguno de mis alumnos, sobre todo aquellos a los que no les gusta leer.
Te sigo, de oficio (¡cuántas ideas) y de beneficio (¡qué de placeres!).
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