En uno de los comentarios a mi nota anterior, una asociación política pedía mi apoyo para defender la lengua castellana. Es una idea bastante extendida la que convierte a las lenguas en seres indefensos en manos de villanos que pretender exterminarlas. Es cierto que los políticos tienen la habilidad de convertir en incendios las chispas de un mechero y que eso de "política lingüística" es una de las mayores perversiones de los tiempos presentes. Viendo cómo arreglan lo de la vivienda, el terrorismo, las guerras, la economía, etc., es probable que, cuando se tomen en serio el asunto de las lenguas, acaben con ellas en un pispás.
Decía que es curioso que la gente se preocupe tanto por la desaparición de las lenguas en España, y más de la desaparición del castellano. Supongo que les da miedo que las autonomías se conviertan en reinos de taifas con idiomas incomprensibles entre sí. Es evidente que quienes piensan así no conocen la realidad de las aulas, al menos las que conozco yo. Cualquier alumno que se incorpora al sistema educativo tiene suficiente margen para adaptarse al sistema bilingüe de esta Comunidad Valenciana. Es más, diría que se adaptan mejor a la línea en valenciano (con todas las asignaturas en valenciano) que a la línea en castellano. De hecho, no veo utilidad en esa distinción: lo lógico sería que cada docente tuviese libertad de impartir las clases en el idioma que quisiera, respetando la situación bilingüe de las aulas y el derecho de los alumnos a expresarse asimismo en la lengua que quisiera (con las evidentes limitaciones de las asignaturas de lenguas).
El problema viene cuando todos se creen con el derecho de exigir pero no con el deber de respetar los derechos de los demás. La imposición de lenguas por ley es un acto contra natura. Aquí hemos vivido todo tipo de luchas absurdas por el uso del valenciano en el sistema educativo. Para muchos, el valenciano y el catalán son lenguas distintas, a pesar de que los filólogos hayan dejado bastante claro la unidad de la lengua con sus distintas variedades diatópicas. Gracias a esa disputa, ha habido políticos y medios de comunicación que han hecho caja. Los padres han mareado a sus hijos explicándoles que en la escuela les enseñaban catalán y que no debían dejarse engañar. De este modo, una asignatura fundamental, que representa el idioma que aquí se habla y que todos tenemos el derecho y el deber de respetar, ha sido menospreciado por los propios patriotas que, en muchas ocasiones, preferían usar el castellano antes que cualquier otra palabra que sonase a catalán. El peligro de ofender a los talibán de la lengua acecha siempre. Y los extremistas se encuentran tanto a la derecha como a la izquierda. Hay quien, huyendo del nacionalismo del español como lengua de imperio, se abraza a la actitud Axtérix -aldea de irreductibles hablantes, en superioridad moral e histórica frente al invasor-, y lanza anatemas a todo el que pone en duda un recién instituido monolingüismo de las minorías.
Seguro que esta nota levantará algún rencor entre mis lectores. Me considero un hablante marginal, casi apátrida, porque empecé a hablar valenciano ya de adulto. He procurado usarlo siempre que he podido, tanto en lo oral como en lo escrito, y casi nunca lo he hecho por obligación. Probablemente, podría usarlo con mayor frecuencia, aunque mis clases de y en castellano restringen mi campo de acción. Pero en mi contexto nunca he visto que el valenciano o el castellano sufran persecución de ningún tipo. Los idiomas no son seres indefensos, porque son medios de comunicación, que no morirán mientras no mueran quienes los usan. Llamar a la rebelión por masacres imaginadas no me parece correcto. Si queremos salvar al castellano, tenemos que usarlo más y mejor. En ésas estamos.
Decía que es curioso que la gente se preocupe tanto por la desaparición de las lenguas en España, y más de la desaparición del castellano. Supongo que les da miedo que las autonomías se conviertan en reinos de taifas con idiomas incomprensibles entre sí. Es evidente que quienes piensan así no conocen la realidad de las aulas, al menos las que conozco yo. Cualquier alumno que se incorpora al sistema educativo tiene suficiente margen para adaptarse al sistema bilingüe de esta Comunidad Valenciana. Es más, diría que se adaptan mejor a la línea en valenciano (con todas las asignaturas en valenciano) que a la línea en castellano. De hecho, no veo utilidad en esa distinción: lo lógico sería que cada docente tuviese libertad de impartir las clases en el idioma que quisiera, respetando la situación bilingüe de las aulas y el derecho de los alumnos a expresarse asimismo en la lengua que quisiera (con las evidentes limitaciones de las asignaturas de lenguas).
El problema viene cuando todos se creen con el derecho de exigir pero no con el deber de respetar los derechos de los demás. La imposición de lenguas por ley es un acto contra natura. Aquí hemos vivido todo tipo de luchas absurdas por el uso del valenciano en el sistema educativo. Para muchos, el valenciano y el catalán son lenguas distintas, a pesar de que los filólogos hayan dejado bastante claro la unidad de la lengua con sus distintas variedades diatópicas. Gracias a esa disputa, ha habido políticos y medios de comunicación que han hecho caja. Los padres han mareado a sus hijos explicándoles que en la escuela les enseñaban catalán y que no debían dejarse engañar. De este modo, una asignatura fundamental, que representa el idioma que aquí se habla y que todos tenemos el derecho y el deber de respetar, ha sido menospreciado por los propios patriotas que, en muchas ocasiones, preferían usar el castellano antes que cualquier otra palabra que sonase a catalán. El peligro de ofender a los talibán de la lengua acecha siempre. Y los extremistas se encuentran tanto a la derecha como a la izquierda. Hay quien, huyendo del nacionalismo del español como lengua de imperio, se abraza a la actitud Axtérix -aldea de irreductibles hablantes, en superioridad moral e histórica frente al invasor-, y lanza anatemas a todo el que pone en duda un recién instituido monolingüismo de las minorías.
Seguro que esta nota levantará algún rencor entre mis lectores. Me considero un hablante marginal, casi apátrida, porque empecé a hablar valenciano ya de adulto. He procurado usarlo siempre que he podido, tanto en lo oral como en lo escrito, y casi nunca lo he hecho por obligación. Probablemente, podría usarlo con mayor frecuencia, aunque mis clases de y en castellano restringen mi campo de acción. Pero en mi contexto nunca he visto que el valenciano o el castellano sufran persecución de ningún tipo. Los idiomas no son seres indefensos, porque son medios de comunicación, que no morirán mientras no mueran quienes los usan. Llamar a la rebelión por masacres imaginadas no me parece correcto. Si queremos salvar al castellano, tenemos que usarlo más y mejor. En ésas estamos.
Crédito de la imagen: RedKid
Para los que vivimos en comunidades bilingües no es una cuestión fácil y, además y sin quererlo, siempre polémica. La sensibilidad es siempre extrema en estas cuestiones y se aplica la máxima de estás conmigo o contra mí. Ésta es mi experiencia, al menos. Quizás, Toni, sean tan antagónicos los términos politica y lingüística como inteligencia y militar pero de momento es lo que hay. Seguiremos intentándolo...
ResponderEliminarSeguro que tu razonamiento levantará ampollas en los que dejaron el comentario "incendiario". Me alegra de que en este delicado asunto coincidamos.
ResponderEliminarLa situación del bilingüismo varía dentro de una misma comunidad. Por ejemplo, en Blanes, los castellanoparlantes son mayoría en mi centro y los alumnos recién llegado pasan por cursos de integración en catalán, pero acaban aprendiendo el castellano e incluso usándolo habitualmente.
¿Por qué...? Porque no bastan los programas de alfabetización lingüística para convencer a los alumnos de que la lengua es necesaria. La realidad que los rodea es la que les empuja a aprender y a usar más una que otra.
Yo soy bilingüe. Me he criado en una familia en la que las conversaciones eran cruzadas. Mi madre no sabe hablar castellano apenas (se le nota un acento terrible) y mi padre era andaluz. Nunca hubo problemas.
No debería haberlos. Despolitizar las lenguas es hoy una utopía. Pero qué hay más estimulante que luchar por aquello en lo que uno cree.
Cuando me dedicaba al desarrollo de software educativo, publiqué en Anaya un CD-ROM para niños, una versión multimedia de El Príncipe Feliz, de Oscar Wilde. Aprovechando el soporte, la versión beta incluía varias lenguas, también el doblaje y el texto en valenciano. Una vez hecho todo el trabajo, los comerciales me aconsejaron retirar el valenciano del programa. Según ellos, los ordenadores del mercado doméstico -al menos en aquella época-, estaban en manos de los que entendían que el valenciano no era más que una versión del catalán. Al final, aquel magnífico doblaje quedó inédito. Se publicó en catalán.
ResponderEliminarLos que nacimos y vivimos en comunidades monolingües sólo podemos sentir envidia. Y seguir aprendiendo.
Verdaderamente a los profesionales de la enseñanza de lenguas nos duele enormemente la utilización tan descarada que se hace de las mismas con fines diversos. En nuestra Comunidad es triste ver cómo muchas de las noticias relacionadas con la educación que llegan a los medios tienen como "pretexto" el tema de las lenguas y no se reflejan nunca otro tipo de aspectos que son tan o más fundamentales.
ResponderEliminarLas lenguas son armas arrojadizas y es triste, porque ellas las pobres sólo pretenden ser vehículos de comunicación y de entendimiento entre las personas. Normalmente se habla de ellas con mucho desconocimiento de lo que ocurre cuando se aprenden lenguas y con segundas o terceras intenciones.
Las políticas lingüísticas siempre son complejas porque inciden en algo que es tan íntimo como la elección de los hablantes de la lengua que van a utilizar, en la sensación de comodidad al comunicarse en una lengua u otra. Est tipo de aspectos no se modifican por decreto, se pueden ir trabajando desde las actitudes que son básicas para la utilización y el aprendizaje de las lenguas. En nuestra Comunidad hay últimamente bastante polémica por la consideración (muy poco afortunada) de "lengua principal" para la ensñanza a una de las lenguas oficiales. Con respecto a esta polémica, una de las opiniones más sensatas que se han oído están recogidas en esta entrevista que comenta los temas de los que estamos opinando:
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20080407/pvasco-espana/preciso-modelo-linguistico-flexible-20080407.html
Debemos poner un poco de sensatez en el debae y apostar porque las lenguas sean vistas sólo como lo que son: herramientas para la comunicación. No es poco ¿no?
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLos conflictos lingüísticos se hallan cargados de potente veneno en el que prefiero no entrar. La lengua forma parte tan íntima de nuestra entraña que todo lo que tiene que ver con ella nos afecta profundamente. Es difícil hablar de este tema entre comunidades lingüísticas distintas. Sólo hay que ver la acritud del conflicto entre flamencos y valones en Bélgica, o aquí sobre la naturaleza del valenciano/catalán, o entre castellanohablantes y catalanohablantes en Catalunya. Tengo mi opinión pero no quiero que ésta sea una causa para que me encasillen. Por la convivencia en todos los sentidos y por un uso rico y fecundo de las lenguas como vehículos de comunicación y riqueza literaria. Una imagen me viene a la cabeza. La de Antonio Machado cruzando la frontera junto al poeta catalán Carles Riba, camino del exilio. Esa es la visión que me interesa.
ResponderEliminarGracias a todos por los jugosos comentarios. Me quedo con la idea que habéis aportado varios de vosotros: cuando uno se pronuncia sobre este asunto, queda encasillado en un lado o en otro. No me gusta que esa decisión personal marque mi imgaen social, pero sé que es inevitable. Reconozco que aquí podría ser quien soy sin haber hablado una palabra en valenciano; por una cuestión de mero respeto a quienes me rodean he hecho el esfuerzo (y trato de mejorarlo día a día) por integrarme lingüísticamente. Otros no sólo no lo intentan, sino que critican esa voluntad de comunicación. En ese lado no puede estar un enamorado de la lengua.
ResponderEliminarMe gusta la perspectiva que tomas. Yo no vivo en una comunidad bilingüe, ni lo soy, pero tengo familia en Barcelona y siempre he sentido sana envidia hacia los que tienen ese bilingüismo.
ResponderEliminarEn la comunidad de Madrid se echa de menos que haya más libros en las bibliotecas en catalán, sea la variante que sea, gallego...
Creo que para la gente que ama la lengua, leer a Salvador Espriu en catalán, si puede, es un placer. Yo lo hago, con ayuda a menudo de diccionarios. Y, además, hay escritores cuyas obras no están traducidas al castellano.
Si hubiese, en este tema, más sentido común, más amor por las lenguas y menos politización y recuerdos históricos arrojados a la cara, saldríamos ganando todos, ¿no?, aunque sea una utopía, como dice Lu.
Un beso.
Es así de sencillo, y así de triste. La gente siempre ha utilizado lo que ha tenido a mano como instrumento de poder. Y los idiomas, no han escapado a ello. Hay en el fondo de quien con modos talibanes defiende un idioma, un deseo oculto de poder. De imponer su idioma. La instrumentalización de algo que puede llegar a ser sublime, no puede sino entristecerme, porque la verdad es que yo soy de los que piensan que los idiomas sirven para entendernos y para embellecer la vida. Y nada más, que no es poco.
ResponderEliminarCoda humorística y tardía.
ResponderEliminarUn verso de Ramón Irigoyen:
"Desde que besé a mi primera novia me gustan todas las lenguas."
Para otro día mi experiencia de tres años en Mallorca.
Antonio, comparto contigo al 100 % las ideas expresadas en este artículo.
ResponderEliminarEstá absolutamente fuera de lugar gritar a los cuatro vientos que el castellano está en peligro en Catalunya, porque es falso. La fuerza de los medios de comunicación es arrolladora, y la de la calle.
Un muchacho inmigrante que llega a un centro catalán está escolarizado al 100% en catalán, sigue un programa de inmersión lingüística en catalán ... ¡y aprende antes a hablar en castellano! ¿Sorprendente?
Lo de la distinción entre catalán y valenciano ¡eso sí es de órdago!
Jesús,
ResponderEliminarA mí me gustan unas lenguas más que otras.
La catalana me encanta ,no quiero que la encojan más y menos que la corten.
Y en cuánto a los que no quieren dar su opinión para que no los encasillen...bueno, estan en su derecho.
¿Recuerdos históricos arrojados a la cara?, que frivolidad...
¿Y los represaliados?,¿y los torturados?, ¿y los muertos?.Falla la memoria histórica ¿no?.
Es difícil querer y respetar a un agresor que hizo sufrir tanto a un pueblo, entre otras cosas, por la "lengua" que aquí se hablaba y se habla hoy de forma debilitada .
Y que conste Joselu que ,todos juntos sí pero sin machacar a la lengua catalana.Que también es posible.