Voy a seguir hablando de Leer El Quijote en Teherán, el libro en el que Rafael Robles cuenta su experiencia como profesor de Español en Teherán. Ya he contado algo sobre esta reseña, y ahora comentaré el libro. Así que, quienes ya hayan decidido comprárselo pueden ahorrarse todas estas parrafadas.
Si hablamos de Irán, quien esté libre de prejuicios que tire la primera piedra. Soy bastante apátrida y un tanto agnóstico, de modo que suelo tener pocos prejuicios raciales y religiosos. Aún así, es inevitable leer los diarios, ver la tele, oír la radio y compartir esta bendita cultura occidental que, no nos equivoquemos, sigue manteniendo infinidad de tópicos y desencuentros con otras culturas del mundo. Además, los españoles somos tan estupendos que, si queremos atacar nuestras bárbaras costumbres, solemos hacerlo elogiando la de los pueblos foráneos, aunque sean tan bestias como las nuestras, o más. Quizá, el sentido final de este libro sea confirmar que siempre quedan rincones de la conciencia en los que se ocultan prejuicios y que sólo la comunicación, el diálogo y la educación pueden librarnos de ellos. Sobre todo cuando hablamos de países como Irán.
Rafael Robles pasó en una universidad iraní un curso completo, enseñando lengua y literatura española (Digresión 1: Mi sueño incumplido es pasar algún curso en el extranjero de profesor ELE; así que más que admiración, en algunas de mis palabras encontraréis envidia en estado puro). Para los que enseñamos lengua a nativos españoles, la docencia ELE tiene algo de mágico, pues las caras de aburrimiento se suelen tornar en caras de ilusión. Esas caras de ilusión se adivinan detrás de cada minicapítulo del libro. Y tras esa ilusión todos imaginamos un profesor motivador e incansable.
El libro es una selección de las entradas que Rafael Robles publicó en su blog Vida de profesor. Pero, se nota que los criterios de elección han sido apropiados y que se ha adaptado el contenido al nuevo formato. Basta comparar uno y otro para constatarlo (Digresión 2: En más de una ocasión, los blogueros de casta podrán apreciar algún guiño al género original: repetición de sensaciones, menciones a los comentarios, incluso el cameo de alguna reconocida figura de la blogosfera). La estructura del libro permite así una lectura ágil, casi aforística en ocasiones, lo que se agradece cuando nos acostumbramos a esta vertiginosa red. También hay un aliciente añadido para lectores-profesores: mientras el resto de la humanidad ordena su vida según los años solares, la comunidad docente sigue un ritmo de vida basado en el año escolar, como ocurre en este libro.
Y llegados a este punto, todos se preguntarán de qué habla Rafael Robles en su libro. Pues, habrá que esperar a la próxima nota (Digresión 3: Quizá mi segunda vocación frustrada es la de guionista de culebrones, ¿no?). Mientras tanto, no viene mal acabar con algunos prejuicios sobre Irán viendo estas imágenes:
Si hablamos de Irán, quien esté libre de prejuicios que tire la primera piedra. Soy bastante apátrida y un tanto agnóstico, de modo que suelo tener pocos prejuicios raciales y religiosos. Aún así, es inevitable leer los diarios, ver la tele, oír la radio y compartir esta bendita cultura occidental que, no nos equivoquemos, sigue manteniendo infinidad de tópicos y desencuentros con otras culturas del mundo. Además, los españoles somos tan estupendos que, si queremos atacar nuestras bárbaras costumbres, solemos hacerlo elogiando la de los pueblos foráneos, aunque sean tan bestias como las nuestras, o más. Quizá, el sentido final de este libro sea confirmar que siempre quedan rincones de la conciencia en los que se ocultan prejuicios y que sólo la comunicación, el diálogo y la educación pueden librarnos de ellos. Sobre todo cuando hablamos de países como Irán.
Rafael Robles pasó en una universidad iraní un curso completo, enseñando lengua y literatura española (Digresión 1: Mi sueño incumplido es pasar algún curso en el extranjero de profesor ELE; así que más que admiración, en algunas de mis palabras encontraréis envidia en estado puro). Para los que enseñamos lengua a nativos españoles, la docencia ELE tiene algo de mágico, pues las caras de aburrimiento se suelen tornar en caras de ilusión. Esas caras de ilusión se adivinan detrás de cada minicapítulo del libro. Y tras esa ilusión todos imaginamos un profesor motivador e incansable.
El libro es una selección de las entradas que Rafael Robles publicó en su blog Vida de profesor. Pero, se nota que los criterios de elección han sido apropiados y que se ha adaptado el contenido al nuevo formato. Basta comparar uno y otro para constatarlo (Digresión 2: En más de una ocasión, los blogueros de casta podrán apreciar algún guiño al género original: repetición de sensaciones, menciones a los comentarios, incluso el cameo de alguna reconocida figura de la blogosfera). La estructura del libro permite así una lectura ágil, casi aforística en ocasiones, lo que se agradece cuando nos acostumbramos a esta vertiginosa red. También hay un aliciente añadido para lectores-profesores: mientras el resto de la humanidad ordena su vida según los años solares, la comunidad docente sigue un ritmo de vida basado en el año escolar, como ocurre en este libro.
Y llegados a este punto, todos se preguntarán de qué habla Rafael Robles en su libro. Pues, habrá que esperar a la próxima nota (Digresión 3: Quizá mi segunda vocación frustrada es la de guionista de culebrones, ¿no?). Mientras tanto, no viene mal acabar con algunos prejuicios sobre Irán viendo estas imágenes:
Crédito de las imágenes: Guess the country