11.- Bohumil Hrabal: Una soledad demasiado ruidosa.
Este escritor checo, muy famoso por su novela Trenes rigurosamente vigilados, es otro de esos literatos que bordean la locura hasta confundir lo real y lo ficticio para hacer de sí mismos un personaje más de la novela de la vida. En esta ocasión, el protagonista trabaja en una imprenta y, ya se sabe, la sobredosis bibliófaga le sienta mal a cualquiera.
12.- Elías Canetti: Auto de fe.
Fuego y libros, binomio presente en la historia de la humanidad (léase la Historia universal de la destrucción de libros de Fernando Báez) y en la de la literatura (léase la purga de libros en el Quijote o Fahrenheit 451, por ejemplo). La amargura que destilan las obras de Canetti no puede dejar a nadie indiferente. Y sus aforismos, impagables.
13.- George Borrow: La Biblia en España
Los relatos literarios de viajeros suelen ser bastante extensos, pues es condición intrínseca del extraño demorarse en todas las cuestiones curiosas. Mis preferidos son los viajeros extranjeros por España: James Michener, Hans Christian Andersen, Paul Theroux, etc. Sin embargo, George Borrow, don Jorgito el inglés, como lo llamaban en los albores del XIX, ostenta la categoría de empecinado del libro. Inasequible al desaliento y con una mentalidad demasiado avanzada a su época, recorre esa España atrasada intentando vender biblias; en su empeño y gracias a la hospitalidad de los gitanos, acaba convirtiéndose en un experto en caló, idioma al que traduce las Escrituras. El relato autobiográfico de sus andanzas no tiene desperdicio y es una lástima que siga siendo un raro.
14.- Juan Manuel de Prada: Las máscaras del héroe.
La bohemia española y sus dorados años de tertulias han dado para muchas novelas. De entre los clásicos no quisiera olvidar La calle de Valverde de Max Aub, autor que ha dejado ya de ser raro, aunque todavía con escasa presencia en las listas. La novela del insolente Juan Manuel de Prada es divertida para los amantes de la literatura y del humor negro, pues está basada en la rocambolesca biografía de Pedro Luis de Gálvez. Se trata de un desfile de vividores y bebedores con ínfulas literarias que se convierte en una especie de parada de los monstruos. Creo que es una novela muy original y bien escrita, aunque el léxico rebuscado llega en ocasiones a agotar. En la misma línea está Fabulosas narraciones por historias de Antonio Orejudo (Ventajas de viajar en tren también es rara), con un planteamiento similar y con el telón de fondo de la Residencia de Estudiantes.
15.- James Joyce: Ulises.
El raro entre los raros y, además metaliterario a más no poder. Ir a Dublín sin haber leído a Joyce (mejor Dublineses que el Ulises) es dejar de visitar lo más importante. De igual modo, leer a Joyce es sentirse un poco irlandés a cada línea. De todos los libros poco recomendables para amigos, éste se lleva la palma. Pero, para quienes no les importa llegar a ningún sitio, es un placer recrearse en sus transgresiones...
(continuará...)
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Qué buena información! Este verano voy a tener tochos para leer.
ResponderEliminarEntre mis rarilargos En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
ResponderEliminar¡Qué verano aquel en que leí la saga entera!
¿Ibas a ponerlo en tu nuevo post? Esta serie promete ser un canon de referencia.
En este caso, el único que he leído es Las máscaras del héroe. Uno se pasa la vida tapando huecos literarios, y lo terrible es cuando vas a una librería y no conoces el 90 por ciento de lo que allí se expone... Con el Ulisses, confieso que no me he atrevido. He leído que las traducciones son muy inexactas y que es un continuo juegos de palabras que se pierden en la traducción. Creo que es una novela para ser leída en inglés. Yo, al menos, no me he atrevido con la versión que tengo de José María Valverde. Algún día lo intentaré.
ResponderEliminarLaura: Ya he puesto una advertencia contra incautos en mi nueva nota. No te dejes engañar por los oropeles, pues entre flor y flor se esconde la sierpe...
ResponderEliminarLu: Tendremos que preparar un meme de los clásicos que siempre están en la mesilla (de espera). No he podido con Proust, pero lo intentaré algún día.
Joselu: Me gustaría saber tu opinión sobre Las máscaras del héroe (ya que no lo puedo recomendar a amigos). En cuanto al Ulises, aproveché un viaje a Dublín para traerme la versión original, pues tus dudas eran también las mías. Confieso que comparé algunos juegos de palabras y la traducción de JM Valverde me pareció muy digna (sobre todo por mi lamentable conocimiento del inglés). Lo más divertido del Ulises: la perorata final de Molly Bloom.