En el semanal de El País del domingo 18 de marzo leí un reportaje sobre Kevin Carter, un fotógrafo surafricano que ganó el Pulitzer el año 1994 con la foto que ilustra esta nota. Si no la conocéis, su historia merece la pena, ya que después de ganar tan prestigioso galardón se suicidó, perseguido sin duda por los fantasmas de su propia foto.
En principio, me resultó curiosa la coincidencia con mis lecturas, pues había recomendado en clase vivamente una novela de Jordi Sierra i Fabra titulada Un hombre con tenedor en una tierra de sopas (editorial Bruño), que aborda un hecho similar (si no se inspira directamente en esta historia) ambientado esta vez en Chiapas.
Sin embargo, pasados los días, la historia de Kevin Carter sigue coleando en mi cabeza, de modo que la he llevado a clase y la he comentado con los chavales y de todo ello ha ido surgiendo un debate interesante acerca de la responsabilidad de los periodistas en casos como éste, sus obligaciones morales, la frialdad del objetivo, la imposibilidad de ser testigos mudos, etc.
Quizá algún día elabore un dossier para trabajar el libro y, de manera paralela, la historia de Kevin Carter. De momento me conformo con que, por un instante, la dureza de la imagen les haya golpeado la conciencia.
En efecto, Antonio, la fotografía es de las que golpean, al igual que la crónica de Kevin Carter, pero en tu artículo, además, pones de manifiesto el reto que plantea la Educación.
ResponderEliminarEs extraño el resultado de esta experiencia en clase. La primera respuesta que dan los alumnos al dilema del fotógrafo ante la escena es que debería haber matado al buitre (algunos reconocen que eso sólo serviría para lavar sus conciencias). Conforme vas explicando que no puede matar a todos los buitres de África, ni llevarse a su casa a todos los niños desnutridos que encuentra, ni puede abandonar su oficio para dedicarse a las misiones, aprecias en sus caras un amargo desencanto, el triste descubrimiento de que la vida duele.
ResponderEliminarHola Antonio!!
ResponderEliminarEl niño sobrevivió. Tras realizar la fotografía, minutos más tarde, el niño se levantó y se fue.La foto fue tomada en una zona donde esa imagen se repite a diario puesto que, los humanos están acostumbrados a convivir con ese tipo de rapaces. El niño estaba descansando.Hace poco se publicó un reportaje de investigación con testimonios incluidos sobre esa foto. Conclusión: No todo es lo que parece ni todo parece lo que es.
Creo que todos somos ya un poco como Kevin Carter y nos hacemos inmunes al dolor. Debería decir que me alegro de lo que me dices, pero pienso en la esperanza de vida de ese niño y en la de sus congéneres y casi preferiría ser el buitre.
ResponderEliminarUn saludo