Demos la vuelta a la lectura

Acostumbramos a leer (y a enseñar a leer) con interpretaciones ya exploradas. No quiero decir que seamos poco creativos a la hora de obtener un sentido de una lectura, sino que, inevitablemente, nos contagiamos de lo que otros han leído ya. Ahí están miles de grandes obras para las que todos coinciden en su valor universal; a lo más, se pone de moda de vez en cuando alguna lectura heterodoxa que sirve más bien para justificar publicaciones universitarias.
Todo esto, una vez más, a cuento de una lectura alternativa que he leído en un blog acerca de El Señor de los Anillos. Resumo brevemente:
Frodo, acompañado de Sam, agente doble de Sauron, habría llevado un anillo falso preparado por Gandalf, mientras éste encargaba a un tercero la destrucción del anillo real.
Lo interesante del asunto no es la historia en sí, sino la posibilidad de crear una interpretación no canónica de textos monolíticos. Podemos probar en clase con lecturas que conozcan todos los alumnos, incluso con películas:
Por ejemplo: ¿Está realmente muerto Platero? ¿Por qué no es capaz de curar un veterinario una simple infección? ¿Qué oculta Juan Ramón Jiménez en su burrito de cartón? ¿Las llaves de un establo secreto?
Otro ejemplo: Spider-man quizá no sea producto de la picadura de una araña mutante. ¿Alguien sabe si sus padres son realmente humanos? ¿Puede un hombre mantener relaciones con una araña? ¿Entre cuál de sus ocho piernas encontraría el amor?
En fin, que en estos tiempos de conjuras y misterios, tal vez sea hora de sembrar el desconcierto en las lecturas clásicas.