25 octubre 2006

Quiero más


Al final tendré que dedicar una bitácora en exclusiva al asunto de la lectura en el aula, pues me doy cuenta de que se ha convertido en una de mis obsesiones y en uno de los proyectos a los que dedico más tiempo (junto a la re-creación de textos a partir de noticias).
He hablado en otras notas del tipo de lecturas que propongo en clase. Algunos piensan que esas lecturas juveniles convierten el acto de leer en algo banal y fácil, cuando la lectura debe suponer un acto de voluntad, un esfuerzo reflexivo y consciente. Estoy de acuerdo, en parte, y yo tampoco quiero acabar convertido en un filtrador de novedades editoriales destinadas al aula. Pero lo que parece evidente es que mis alumnos (buena parte de ellos, al menos) no tienen competencia lectora suficiente para enfrentarse a las lecturas literarias que el currículo de Lengua y Literatura Castellana presupone para ellos. Así que debemos enseñar a andar poquito a poquito.
Ya he comentado también que todo lo que sea obligatorio se hace de mala gana, y leer de mala gana es no leer. Así que sólo sugerir: llevar a clase un puñado de libros y dejarlos sobre la mesa, sin decir nada y esperar a que pregunten; y prestarlos; y, por supuesto, nada de planificar un trabajo previo a la lectura:
-Profe, ¿qué hay que hacer?
-Nada, leer.
-Y ¿cuando acabemos?
-Ya te diré.
Lo más que me atrevo a mandar es una opinión personal (si me aseguro que se lo han leído, si no, les encasqueto un trabajo y que por lo menos se lo busquen en el rincón del vago, porque de los que leen de verdad no se lo van a copiar)
Parece un trabajo que no vaya a dar resultados, que si no mandamos nada obligado, ellos no harán nada tampoco. Sin embargo, hoy, apenas diez días después de sugerir un libro, una alumna de 4º de ESO me ha entregado la opinión personal de 97 formas de decir 'te quiero', de Sierra i Fabra, cómo no. Empieza diciendo: En una palabra, alucinante... Y acaba con una declaración que nos debe hacer pensar en lo que sería capaz de leer ahora esta alumna si su afán lector hubiese empezado en 1º de la ESO:
Ha sido mi primer libro en toda mi vida que me ha gustado, ahora sé lo que es leerse un libro con ganas y sin pensar que te lo están obligando a leer. Me lo volvería a leer una y mil veces más.
Y me siento feliz, añado yo.

5 comentarios:

Joselu dijo...

Ay, amigo Antonio, hubo un tiempo en que yo era profesor de literatura y era capaz de conectar con el gusto de mis alumnos adolescentes. No les ofrecía a sus dieciséis años obras escritas para adolescentes. Les ofrecía suculentos alimentos literarios tales como La espuma de los días de Boris Vian, El guardián entre el centeno de Salinger, La metamorfosis de Kafka, La náusea de Sartre, Samurai de Isako Matsubara, El amante de Marguerite Duras, La carta al padre de Kafka, El monje de Matthew Lewis (novela gótica), Cosecha roja de Dashiell Hammet, Adios muñeca de Raymond Chandler, La máquina de follar de Charles Bukowski... Estos son algunos de los títulos que leían con placer alumnos de segundo de Bup, quizás tercero. Yo no obligaba. Sólo sugería y dejaba clases de lectura. Tenían dieciséis años. Cuando ahora pienso en lo que leen, en lo que les gusta, entiendo que yo he envejecido y que ya no comprendo nada. No puedo pensar que libros escritos de encargo para adolescentes sea literatura auténtica. No puedo dejar de comparar y además no puedo leer físicamente estas obras que atestan las editoriales para adolescentes. He de reconocer que cuando lo he intentado con frecuencia he fracasado. Tú eres de otra generación, llegas más fresco y puedes comprender su sensibilidad. A mí me cuesta bastante porque no puedo dejar de pensar que lo que ha pasado ha sido una puerilización del gusto, del comportamiento juvenil y de la sociedad entera. Antes no podían ser tan inteligentes (siempre he sido profesor en institutos públicos)y ahora tan, tan... vamos a dejarlo. No, no suelo acertar con mis libros. Por ello agradezco tus ideas, tus sugerencias. Sabes de nuestros alumnos mucho más que yo. Recibe un cordial saludo. Te sigo.

Toni Solano dijo...

No me gusta leerte tan 'a la antigua'. Seguro que somos de edades parecidas, aunque yo me he incorporado tarde al oficio, muy cerca de los cuarenta. Pienso lo mismo que tú, que es una lástima el grado de indigencia lectora que soportamos hoy día. Pero ellos no tienen toda la culpa; y nosotros somos una parte de la cadena responsable, por no haber actualizado la enseñanza al ritmo que exigían los tiempos. Me duele mucho que, mientras dedican tiempo a adolescencias sin demasiado fondo, se estén perdiendo lecturas maravillosas. Pero están en su derecho. Puestos a comparar, pensemos en coches: ¿qué adulto gastaría sus ahorros en tunear un coupé que gasta en un acelerón el presupuesto de una semana? ¿Qué joven se compraría un familiar diésel con cambio automático? Vamos a ofrecerles un poco de lo que les gusta para que algún día puedan evolucionar. Si no nos arriésgamos que prefieran ir a pie y no compren coches (lean libros) en su vida.

Anónimo dijo...

Cada vez estoy más de acuerdo con tu visión acerca de las lecturas en Secundaria. Supongo que es cierto que en el antiguo Bup se leían otros libros, no lo dudo. Sin embargo, yo recuerdo que cuando yo estudiaba Bachillerato (el anterior al Bup, que ya tengo unos añitos...) era un bicho raro porque me gustaba leer, mis compañeras apenas leían. Y de mis alumnos actuales muy pocos habrían llegado al Bup, en mi centro el porcentaje de alumnos que comienza el Bachillerato está en torno al veinte por ciento, y no todos los que empiezan lo terminan. Cada uno debe conocer la realidad de sus alumnos y, desde ahí, ver hasta donde se puede llegar. Creo que tú comentaste en una entrada anterior que la mayoría de la gente lo que lee es El código Da Vinci. Pues eso es lo que hay. Cuando una chica o un chico se entusiasman con un libro, por simple que sea, se está abriendo una posibilidad de futuro desarrollo. El problema es que guiarlos en ese camino requiere atención personalizada, tiempo para conversar, y eso es difícil cuando hay que atender a noventa o más.

Toni Solano dijo...

Estoy contigo, Elisa. Eso es algo que se nos olvida cuando decimos que en nuestro tiempo leíamos otras cosas: algunos leíamos, otros se habían quedado fuera del sistema hacía tiempo. En algún momento alguien tendrá que asumir que una educación democrática e igualizadora supone, por fuerza, una rebaja de las exigencias, a menos que exista la posibilidad real de la atención a la diversidad, con grupos de diez o quince alumnos como máximo.

Anónimo dijo...

Vuestros comentarios me han hecho pensar el mis primeras lecturas, (creo que algún día haré un post) y tengo que reconocer que de niña y adolescente leía todo lo que caía en mis manos (desde vidas de santos y novelas de Corín Tellado de mi madre, a cómics de Mortadelo y Filemón, pasando por Mujercitas, y un largo etc), sin pararme a juzgar su calidad literaria.
Creo que para llegar a leer El Quijote, o Cien Años de Soledad (por poner dos clásicos) hay que haber aprendido a leer previamente.
No se empieza jugando en el Nou Camp de golpe, primero hay que pasar por el campo del barrio.